ilustración de mega mansión
Collage de Cathryn Virginia |Fotos vía Getty 
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Un breve recorrido por la historia de las mega mansiones

Durante mucho tiempo las casas extremadamente grandes han provocado sentimientos de aspiración, envidia y disgusto.

Después de producir series y películas como Los ángeles de Charlie, El crucero del amor y Dinastía, el productor Aaron Spelling decidió que él y su familia merecían mudarse de su acogedora casa de 900 metros cuadrados a algo un poco más espacioso. Entonces, en 1988, demolió la antigua propiedad de Bing Crosby y construyó un monumento colosal.

Con 5.200 metros cuadrados, la mega mansión de Spelling, curiosamente apodada "The Manor", es 140 metros cuadrados más grande que la Casa Blanca. Siguiendo el modelo de los castillos de Francia, The Manor se encuentra en el centro de Los Ángeles. Con 123 habitaciones, incluida una sala para cortar flores y hacer arreglos, varias salas para envolver regalos, una barbería y una habitación exclusivamente para albergar la colección de muñecas de su esposa Candy, Spelling se aseguró de que su mansión tuviera espacio para cualquier capricho que pudiera sacarse de la manga. Una sala específicamente para beber vino y comer queso francés estaba amueblada con mesas y sillas de café, y el cuarto de boliche tenía un armario entero solo para zapatos de bolos. Por supuesto, había un ala completa para acomodar a los más de 30 miembros del personal necesarios para mantener la propiedad en funcionamiento.

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Hoy en día, el tamaño promedio de una casa unifamiliar en Estados Unidos se estima entre 140 y 150 metros cuadrados, lo que significa que en The Manor podrían caber al menos 33 casas de tamaño promedio. De hecho, la hija de Spelling, Tori, dijo que cuando era adolescente rara vez salía de ahí.

“Éramos una familia de cuatro. Mi mamá, mi papá, mi hermano y yo”, le dijo Tori al programa de radio Jeff Lewis Live en enero. “Pasábamos el tiempo en la cocina, la oficina, el dormitorio de mis padres y en nuestras respectivas habitaciones. Eso es todo".

Después de la muerte de Aaron en 2006, Petra Ecclestone, heredera de la Fórmula 1, compró The Manor por 85 millones de dólares en 2011. Luego de varias remodelaciones que incluyeron convertir el sótano en un club nocturno privado y la habitación de muñecas de Candy en un salón de uñas, se vendió por 120 millones de dólares a un comprador anónimo en 2019: la venta más cara de la historia para la mansión más grande del condado de Los Ángeles.

Si bien los precios de las viviendas unifamiliares en Estados Unidos han seguido aumentando durante la pandemia, y nosotros, los simples mortales, seguimos fantaseando con casas y apartamentos que nunca podríamos pagar, los ricos están volviéndose más ricos, y eso incluye a las celebridades que derrochan millones en mega mansiones, un término no oficial usado tradicionalmente para cualquier casa de más de 900 metros cuadrados, y algunas veces limitado a las de más de 1.800. Pero como le dijo a VICE el agente inmobiliario de lujo y estrella de Selling Sunset Jason Oppenheim, "Cualquiera que pueda pagar una mega mansión no usa el término 'mega mansión'. Es una 'propiedad'".

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Mansión de Aaron Spelling en Los Ángeles

"The Manor" de Aaron Spelling, fotografiada desde un helicóptero el 28 de mayo de 1992. Foto vía Paul Harris / Getty

Existen numerosas casas de celebridades en Norteamérica, como la mansión de Toronto de 4.600 metros cuadrados de Drake que es lo suficientemente grande como para albergar una cancha de baloncesto reglamentaria de la NBA (y la tiene); la propiedad de John Travolta en Ocala, Florida, que compensa sus modestos 600 metros cuadrados con dos pistas de aterrizaje que llegan directamente a la puerta de su casa; o la propiedad de Taylor Swift frente a la playa de Rhode Island, de 1.000 metros cuadrados, que inmortalizó en una canción, pero el epicentro de las propiedades inmobiliarias de celebridades siempre ha sido Los Ángeles. Y las casas cada vez son más grandes y extravagantes.

“La riqueza entre el 0.1 por ciento ha funcionado extremadamente bien en los últimos 10 años, y la riqueza de las celebridades ha crecido significativamente”, dijo Oppenheim, con sede en Los Ángeles, cuyos clientes incluyen a Orlando Bloom, Alex Rodríguez y Dakota Johnson. “Hace 10 o 15 años las celebridades no compraban propiedades de ultra lujo. Tal vez algún jugador de futbol o alguien como Tom Cruise, pero ahora se firman grandes contratos en deportes y medios que no existían hace 15 años. Por lo tanto, los atletas y las celebridades pueden [con mayor frecuencia] pagar casas de más de 20-30 millones de dólares".

Esas casas son como estadios. Oppenheim citó la reciente adquisición de Trevor Noah de una mansión Bel-Air de 1.000 metros cuadrados y 27.5 millones de dólares que cuenta con ascensor, biblioteca, sala de cine, baño de vapor y 11 baños más. (Forbes estimó el ingreso anual del presentador y comediante de The Daily Show en 28 millones de dólares en 2019).

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Sin embargo, durante la última década, los legisladores han estado combatiendo la creciente tendencia de construir mansiones de lujo que, según dicen, ha impactado negativamente la cantidad de viviendas asequibles disponibles para los angelinos. Las ordenanzas anteriores permitían que las casas ocuparan hasta el 70 por ciento de un lote individual, pero durante los últimos 10 años, la Baseline Mansionization Ordinance (una herramienta para gestionar el desarrollo en barrios residenciales unifamiliares), ha disminuido gradualmente el tamaño máximo permitido hasta el 45 por ciento del área total de un lote. “Hay demasiadas oportunidades para que los desarrolladores construyan estas Mcmansions (término peyorativo para las grandes viviendas producidas en masa')”, le dijo a Los Angeles Times el concejal de la ciudad de Los Ángeles Paul Koretz, quien apoyó el aumento de las restricciones. "Hay un afán de lucro para destruir barrios". (Aunque por lo general no son tan grandes como las mega mansiones, las Mcmansions se destacan por ser arquitectónicamente horribles y de fabricación barata).

A veces, los grandes derrochadores exigen más de lo que pueden dar. Por ejemplo, Mohamed Hadid, magnate inmobiliario y padre de las modelos Gigi y Bella Hadid, quien se vio envuelto en un infierno inmobiliario después de declararse nolo contendere a los cargos penales de 2017 relacionados con violaciones de construcción en su mansión inacabada de 2.700 metros cuadrados “La Strada” en Beverly Hills. Sus supuestos delitos incluyeron, entre otras cosas, la construcción ilegal de un cine IMAX personal, lo que llevó a Koretz a pedir la demolición de la monstruosidad de 50 millones de dólares. Hadid afirma que no tiene suficiente dinero para derribarla, aunque como señaló la revista Los Ángeles en una entrevista que le hicieron en diciembre de 2020, “con un comedor adornado con candelabros y obras de arte caras en una casa justo al lado de Coldwater Canyon, Hadid no parece ser alguien a quien le falte el dinero".

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La pandemia de coronavirus ha marcado un cambio tanto en las tendencias inmobiliarias de las celebridades como en nuestra exasperación con las celebridades mismas. En agosto del año pasado, el príncipe Harry y Meghan Markle compraron un complejo en Montecito de 1.700 metros cuadrados y 14.7 millones de dólares que cuenta con una cancha de tenis de tamaño real, jardines de rosas y 16 baños, a unos 140 kilómetros al noroeste del centro de Los Ángeles. Entre sus vecinos están Oprah Winfrey, quien ha ido acumulando una parcela de propiedades en el condado de Santa Bárbara, y recientemente le compró una casa de 6.85 milliones de dólares a Jeff Bridges para agregarla a su propiedad existente de 2.100 metros cuadrados, y 50 millones de dólares "Promised Land" (Tierra prometida) y una granja de caballos de 29 millones de dólares.

"Para empezar, en la cultura estadounidense se tiene la idea de que las viviendas tienen que ser espaciosas, es decir, la gente piensa que los hogares espaciosos son parte de la cultura estadounidense", le dijo a The Atlantic en 2019 Sonia A. Hirt, profesora de arquitectura. “Parte de la promesa estadounidense es que tendrás más espacio".

Pero en la era de COVID-19, ver a las celebridades enclaustrarse en sus casas obscenamente grandes y consolándose con un video en conjunto cantando “Imagine” puede darnos nuevas razones para burlarnos de sus estilos de vida tan alejados de la realidad. “Ver las casas de las celebridades [en 2020] adquirió un nuevo significado negativo”, dijo Andrea McDonnell, coautora de Celebrity: A History of Fame. "El placer del voyerismo se vio opacado por el resentimiento de la gente común que está pasando por un momento realmente difícil y también está mucho más confinada en su hogar".

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Cuando algo va mal dentro de las mansiones de las celebridades, por más insignificante que sea, aparece una satisfacción colectiva. Hace poco, cuando se publicó un video del enorme baño de mármol de Kylie Jenner en su mansión de Holmby Hills de 1.400 metros cuadrados, inmediatamente alcanzó 1.5 millones de me gusta en Twitter porque alguien lo compartió con la leyenda: "Kylie Jenner vive en un mansión de 35 millones de dólares, y esta es la presión del agua…” burlándose del chorrito de agua que salía de la regadera. Más tarde, Jenner aclaró que el video en realidad era de un baño en su oficina y compartió otro video de un baño aún más grande con una presión de agua más fuerte en su casa de 36.5 millones de dólares.

Aún así, la creciente frustración hacia las celebridades que alardean de sus mansiones durante la pandemia no es "solo por la parte económica", dijo McDonnell, "porque si miras hacia atrás a la recesión de 2008, las Real Housewives [miembros del elenco] tuvieron mucho éxito". Queríamos sentir esa envidia y ese voyerismo era divertido. Pero algo acerca de la pandemia hace que las personas sientan que el hogar es un espacio cargado de mucho más significado”.

La pareja de Hollywood Douglas Fairbanks y su esposa Mary Pickford navegando en canoa por la piscina de su finca Pickfair.

La pareja de Hollywood Douglas Fairbanks y su esposa Mary Pickford navegando en canoa por la piscina de su finca Pickfair.

En la década de 1920, las estrellas del cine mudo Mary Pickford y Douglas Fairbanks convirtieron un pabellón de caza de Beverly Hills en una mansión para fiestas de 1.200 metros cuadrados. Una vez instalados en la casa, apodada "PickFair", organizaron cenas y fiestas para famosos como Amelia Earhart, Babe Ruth, Franklin D. Roosevelt y su vecino, Charlie Chaplin. PickFair era tan grande que "necesitabas un mapa para encontrar el baño", dijo Ronnie Rogers, el hijo adoptivo de Pickford y su segundo marido, Buddy Rogers, según PBS.

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La fascinación del público por las casas de los ricos y famosos de Hollywood aumentó con los medios de comunicación, cuando las primeras revistas de entretenimiento como Photoplay y Modern Screen empezaron a organizar sesiones de fotos caseras con celebridades de los años 40 y 50. Los fanáticos, independientemente de su ubicación o estatus social, podían poner un pie virtualmente en el rancho Encino de 8 hectáreas de Clark Gable y Carole Lombard o en el Pink Palace de 930 metros cuadrados de Jayne Mansfield, que incluía una piscina en forma de corazón y una fuente de champán.

"Esas revistas hacían el trabajo que ahora hace Instagram", dijo McDonnell. "Sabemos que tienen árboles de cítricos y perritos, y eso nos hace sentir que los estamos conociendo. Muchas cosas son banales, pero nos fascinan porque son famosos".

A medida que proliferaron los medios de entretenimiento y empezaron a llegar los televisores, nuestra ventana para conocer las mansiones de las celebridades se amplió. Y aunque la gente adinerada en general siempre ha tendido a poseer casas grandiosas y alardear de sus propiedades para demostrar su estatus económico, para las celebridades, invertir en una mega mansión es parte importante de la creación de su marca.

“Si la casa es lo suficientemente grande, lo suficientemente extravagante, diseñada para llamar la atención, entonces casi se convierte en parte de la historia que contamos sobre la celebridad”, dijo McDonnell. "De alguna manera, se vuelven inextricables".

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Por ejemplo, la mansión Graceland de 1.600 metros cuadrados de Elvis Presley. Neverland de 1.100 metros cuadrados de Michael Jackson.  Mar-a-Lago de 5.800 metros cuadrados de Trump. O la mansión “Versailles” de 8.300 metros cuadrados aún sin terminar cerca de Orlando de Jackie Siegel, la esposa del CEO de tiempo compartido David Siegel, con la que consiguió hacer un documental.

"Tiene el mismo tamaño que un súper Walmart", le dijo Jackie a RealiTea with Derek Z en noviembre del año pasado. "Todo el mundo sabe lo que es un Walmart, así que imaginen que esa es mi casa".

Dado que la mayoría de los compradores de viviendas de lujo no son celebridades, sino magnates de la tecnología o los negocios, el atractivo de ser propietario de una casa notable que alguna vez perteneció a una celebridad puede ser un importante gancho comercial para los agentes inmobiliarios. Más allá de poder decir que tu mansión alguna vez fue propiedad de una celebridad, muchas veces hay otros beneficios tangibles.

“Las celebridades tienden a convertir los dormitorios en vestidores y estudios de maquillaje”, dijo Oppenheim. “Eso puede ser positivo porque a todos les encanta tener un buen espacio para vestirse y tener su ropa bien acomodada. Y también suelen hacer salas de seguridad, eso también puede ser positivo. La seguridad se ha vuelto muy importante".

A medida que las entrevistas por Instagram o Zoom permitieron una mirada más de cerca a las actividades cotidianas de las celebridades en su casa, el New York Times especuló que 2020 traería "el rápido desmantelamiento de la cultura de las celebridades". Pero es poco probable que dejen de comprar casas increíblemente grandes en el futuro cercano. Las ventas de casas de lujo aumentaron en todo Estados Unidos en 2020, y Oppenheim señaló que los compradores de Los Ángeles se han mostrado muy interesados en deshacerse de sus propiedades en vecindarios céntricos y abarrotados como West Hollywood y buscar espacios más grandes y privados en lugares más alejados.

"Las celebridades se están mudando a Malibú y Montecito o a Valley", dijo Oppenheim. “Hubo una gran demanda en los últimos cinco a 10 años de lugares grandes y lujosos pero sin terreno. No creo que sean buenas inversiones, así que lo mejor para mí sería que la próxima tendencia sea hacia inversiones sólidas a largo plazo, que son la privacidad y los terrenos".

Después de todo, nada combina mejor con una mega mansión que un mega terreno. Y una presión de agua decente.

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