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Cultură

Cómo vivir en mansiones de todo el mundo por la patilla

Los grandes chollos también conllevan grandes responsabilidades.
mansión

¿Te apetecería vivir gratis en un castillo? Sí, sí, un castillo normando en Francia y gratis. Qué tontería, pues claro que te apetecería, aunque el castillo sea «pequeño» y venga con dos perros y tres gatos a los que tendrías que cuidar. Pero joder, es un pequeño precio que pagar por vivir en un castillo.

Podría parecer una de esas oportunidades que solo se presentan una vez en la vida, pero este tipo de ofertas es relativamente frecuente en los sitios web para cuidar viviendas, un servicio mediante el cual los propietarios buscan a desconocidos para que cuiden de sus mansiones y sus gatos a cambio de vivir en ellas sin pagar un céntimo. La oferta del castillo que he mencionado antes es real y está publicada en mi sitio web de cuidado de casas preferido: Mind My House. Si pagas los 20 dólares de la cuota de suscripción y creas un perfil convincente, en un par de semanas podrías estar dando de comer a un labrador en un castillo francés a tu entera disposición.

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¡Podrías estar viviendo aquí gratis! Foto por la autora.

Me enteré de estos intercambios hace un año, cuando estudiaba en la universidad de Chicago, situada en un páramo helado y desolado. Me había tomado unos días libres para acabar la tesis, así que no había nada que me atara a la ciudad, aparte de mis escasos ahorros. Cuando descubrí que por 180 dólares podía coger un vuelo a Europa con Norwegian Airlines, el problema era solo encontrar un sitio en el que quedarme.

Me puse a investigar cómo viajar gratis en internet y, 20 dólares después, encontré la respuesta. Era un mapa del mundo cubierto por lágrimas al revés, cada una de las cuales era una oportunidad para vivir en un país nuevo pagando cero de alquiler.

Escogí Mind My House, pero había varios otros sitios. Nomador, Trusted Housesitters y House Carers son los más conocidos y están especializados en anunciar viviendas para cuidar en EUA, Canadá, Australia y Europa.


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Un anuncio típico sería algo así: «Preciosa villa en el sur de Francia: mi marido y yo estaremos de viaje estas vacaciones y necesitamos una persona/pareja responsable que se haga cargo de nuestra perra Liberté, una golden retriever muy cariñosa que necesita mucho cariño». Les envías un mensaje intentando convencerles de que eres la persona perfecta para cuidar a Liberté y cruzas los dedos.

Mind My House tiene un catálogo de anuncios bastante reducido, pero también es el sitio más laxo y barato (la cuota de suscripción es de 20 dólares al año, comparado con los 50 de House Carers, los 89 de Nomador o los 100 de Trusted Housesitters). A diferencia de Nomador, de origen francés, no requiere presentar ninguna prueba de identidad, datos sobre nuestro domicilio ni bancarios. Por otro lado, también hay menos competencia que en sitios como Trusted Housesitters, en el que los propietarios pueden llegar a recibir cientos de solicitudes en cuestión de horas y los candidatos tienen calificaciones. Con ese tipo de selección, los propietarios pueden hilar más fino en su búsqueda y los cuidadores más experimentados tienen ventaja sobre los jóvenes que viajan de tiradillos, como yo. Mind My House es más como Couchsurfing.com, con una comunidad menor y basada en la confianza de los viajeros.

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La pregunta es inevitable: ¿quién está dispuesto a dejar su castillo en manos de un desconocido?

«Yo ya no los considero desconocidos para cuando llegan», explica Paul Nash, uno de los propietarios que utiliza los servicios de Trusted Housesitters. «Después del intercambio inicial de emails, siempre hablamos por Skype o FaceTime con los candidatos antes de tomar una decisión. La idea de poder irse de vacaciones sabiendo que nuestras mascotas estarán bien cuidadas y no van a quedar traumatizadas o estresadas por estar solas o por llevarlas a un criadero es muy gratificante. Además, tienes la tranquilidad de saber que la casa no se va a quedar sola todas las semanas que estás fuera. Y cuando regresas, te la encuentras limpia, los gatos están felices y relajados y muchas veces incluso nos han preparado una comida».

«Si quieres, además, puedes consultar las referencias de los cuidadores o si tienen antecedentes policiales», añade.

En otras palabras, para los propietarios es más barato, es menos probable que les entren a robar y evitan tener que llevar a su gato a una cárcel para gatos. Aunque existen servicios remunerados, aquí se aplican las leyes de la economía: ¿por qué pagar por algo cuando hay gente dispuesta a hacerlo gratis?

«Muchas –si no todas- de las personas cuyas casas hemos cuidado son verdaderos amantes de los viajes», explicó Dalene Heck, cuidadora experta. El año pasado, ella y su marido ganaron el premio « Viajero del año» de National Geographic por ir viviendo de casa en casa. Últimamente ha conseguido todos los trabajos por el boca-oreja. Su hogar está en Canadá, donde reside su familia, pero lleva seis años viviendo en las distintas casas que cuida por todo el mundo.

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«Entienden muy bien el concepto de economía compartida y el de confiar en un viajero, un prejuicio que tienen muchas personas que no viajan tanto», me explicó.

Según Heck, muchos de los propietarios son expatriados de mediana edad que van a visitar a sus familias en vacaciones. «Muchas de las casas están en el campo, donde no tienes a ningún vecino cerca para que le eche un ojo a la casa de vez en cuando».

Heck afirma que se mantiene al día de la comunidad de cuidadores, a veces mediante grupos secretos de Facebook. Cuando le pregunté cuál era la media de edad de los propietarios, por su experiencia, me dijo que solían rondar los 50. «Creo que es un servicio atractivo para los jubilados».

«En general es más popular entre los miembros de la generación del Baby Boom», constató Andy Peck, fundador y Director General de Trusted Housefitters, aunque también hay gente joven».

A los 21 años, mi edad era muy inferior a la media, por lo que sabía que tendría que currarme un perfil muy competitivo. Curioseé la página para inspirarme, me describí utilizando palabras y frases sacadas de otros anuncios («autosuficiente», «independiente», «viajada», etc.) y escribí 17 mensajes personalizados. Llamé a las mascotas por su nombre y ofrecí referencias. No solo presenté mi solicitud a mansiones, sino que probé suerte en todo lo que tuviera pinta de aventura.

La bloguera de viajes australiana Simone Gribble me había aconsejado que «buscara las que no fueran muy llamativas». Con eso quiso decir que los nuevos deberíamos empezar con viviendas no demasiado lujosas para poder ganar cierta credibilidad. Es una buena estrategia, sobre todo desde que páginas como Trusted Housesitters han incluido un sistema de calificaciones. Seguramente no te podrás adjudicar una mansión toscana a la primera, explicaba Gribble. La clave está en pasar por todas esas villas para encontrar las verdaderas gemas, como esta:

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«Supercasa de campo: disfruta de la naturaleza lejos de la ciudad y de la apacible vida de un pueblecito soviético. Gran casa con dos plantas y muchas habitaciones. El lavabo está fuera, en una pequeña casa separada y sin agua. Nadie habla inglés y la casa no tiene baño. La casa es muy fría en invierno, por lo que hay que calentar los hornos y quitar la nieve con pala».

Era el único anuncio de Letonia y presenté mi solicitud de inmediato. ¿Qué mejor forma de labrarme una reputación como cuidador que empezando por ahí?

De las 17 solicitudes que envié, recibí cuatro respuestas y todas tenían truco: la de Copenhague solo estaba disponible durante dos semanas (demasiado poco tiempo); la de la Toscana no estaría deshabitada y en el caso de Gibraltar parecía muy difícil acceder a la casa.

Pero siempre me quedaba la Supercasa de campo: «Michaela, la casa está abierta para ti. Pero fíjate bien en la información sobre el invierno y las condiciones de la casa. Paz, amor y felicidad, Janis».

Dos meses después, viajé a un lugar de Letonia cerca del pueblo de Sidrabiņi (población: 115) con una amiga y las instrucciones para cuidar del «hombre del jersey del monstruo de las galletas». Janis no me pidió más información que la fecha de mi llegada y yo no pregunté nada más que indicaciones de cómo leches llegar allí. Tras pasar unos días en casa de unos amigos en Inglaterra, cogí un vuelo de Ryanair a Riga y me dirigí a la estación de autobuses, donde tuve que convencer a la incrédula mujer de la taquilla de que sí, quería ir a Ergli.

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Janis resultó ser un arquitecto hipster de 27 años y su casa, un antiguo y polvoriento almacén de la época soviética. Por «condiciones invernales», Janis hacía referencia a la falta de calefacción eléctrica. Tuvimos que usar una estufa de leña para mantener nuestra habitación un poco por encima del nivel de congelación, lo que implicaba ir a buscar leña al cobertizo para alimentar el fuego cada hora, más o menos. Nos llevó varios días saber cómo funcionaba; a veces la cagábamos y se nos llenaba de humo la habitación o nos levantábamos con temperaturas por debajo de cero. El sofá tenía manchas extrañas, como de sangre, y un amigo que vino a visitarnos nos aseguró que le persiguieron lobos por el bosque.

Era una pasada. La casa estaba repleta de libros de arte y arquitectura, y por la noche poníamos música a tope de volumen en el equipo de música soviético. Pasamos la Nochevieja con la familia de Janis y bebimos tanto vodka ilegal que el letón empezó a sonarnos como el inglés. Hicimos una pelea de bolas con nieve de un blanco inmaculado. La abertura tallada en forma de corazón de la casita de fuera ofrecía una majestuosa vista del bosque cubierto por un manto blanco y resplandeciente, mucho más bonita que la que tengo desde el lavabo de casa. La bautizamos como «La Casa de Hueso», por su color blanquecino. Después de tres semanas allí, nos dio mucha pena tener que marcharnos.

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La vista desde la casita de fuera. Foto por la autora.

Durante nuestra estancia de tres semanas nos gastamos unos 30 dólares en comida comprada en la única tienda del pueblo (en la que la cajera usaba un ábaco para llevar las cuentas). Con billetes de avión incluidos, fue una cantidad muy inferior a la que jamás he gastado viviendo en los EUA, así que me puedo hacer una idea de lo barato que puede resultar vivir así todo el año.

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«Conozco a gente que lo hace por 12.000 dólares al año», dijo Heck. Una cantidad lo suficientemente baja como para acogerte a un programa de donación de alimentos, solo que en lugar de vivir en casas de protección oficial, cuidas de un perro en una caserón de Edimburgo perteneciente a Lady Gaitenshire.

Heck y su marido ganan dinero con su blog de viajes y su e-book sobre el cuidado de casas. «Hacemos muchas cosas como autónomos, como escribir o grabar vídeos; hacemos muchas cosas», me explicó. «Así es la vida de los nómadas digitales. Tenemos distintas fuentes de ingresos para garantizar la continuidad».

Los nómadas digitales son personas que trabajan con sus portátiles desde cualquier parte del mundo. El cuidado de casas es una herramienta perfecta para llevar este estilo de vida, ya que a veces los propietarios requieren que el cuidador esté meses o incluso años a cargo de su vivienda. Y aunque este tipo de sitios web ha ido convirtiéndose en una especie de oportunidad vacacional para jubilados, también son una posibilidad de llevar un estilo de vida radical para los millennials.

Por supuesto, los grandes chollos también conllevan grandes responsabilidades: Heck y su marido tuvieron que sacrificar a un perro enfermo durante una de sus estancias (en un veterinario, no como en Su más fiel amigo). En otra ocasión, le encargaron ocuparse de una casa solariega del siglo X que tuvo que pasar dos días limpiando para hacerla mínimamente habitable. Gribble me explicó que una vez se quedó en una casa con demasiadas mascotas y una mañana, al despertar, descubrió que algunos animales se habían comido a otros. Además, obviamente, cuidar de una casa con mascotas implica que no puedes salir a explorar siempre que te apetezca.

Pero por lo general, el tiempo que te ocupan las obligaciones es poco –Gribble afirma que unas tres o cuatro horas al día para los perros o una o dos en el caso de los gatos-. Es bastante menos que en una granja ecológica y una opción más estable que el couchsurfing y, en general, en mejores viviendas.

Además, después de tu estancia, tendrás un montón de anécdotas que contar a tus amigos de la época en la que vivías como un rey sin gastar un céntimo.

Sigue a Michaela Cross en Twitter.

Traducción por Mario Abad.