La narración en primera persona es esencial para crear un vínculo con el lector. Fontanarrosa usa el lenguaje del barrio, de las calles, del día a día, para hablarnos de hincha a hincha, sin tapujos ni términos rimbombantes; no, nada de eso, ¿por qué? Porque el futbol es la complejidad menos compleja, porque "solo" basta patear un balón para sentirse liberado. La fanfarronería desmedida de todo hincha se nos presenta de una forma tan orgánica que terminamos por reconocernos en el texto, ¿quién no ha maldecido al acérrimo rival hasta quedarse con la boca seca? Y el miedo a la pérdida del orgullo que conlleva una derrota, la idea de vernos arrodillados, por así decirlo, ante los festejos del rival, es algo con lo que no se puede vivir.Yo no sé si vos te acordás lo que era Rosario esos días anteriores al partido. Y te digo esos días, desde semanas antes se venía hablando del partido, la ciudad era una caldera. Porque eso era lo que era la ciudad: una caldera…Prendías un fósforo y volaba todo a la mierda. No se hablaba de otra cosa, en los boliches, en la calle, en cualquier parte, saltaban chispas, pero te lo juro.
[…] no sólo pensaban que nos iban a llenar la canasta… sino que además nos iban a meter cinco en el monumental y para la televisión. ¡Qué mierda nos van a hacer cinco goles estos culosroto! Hay partidos que no se pueden perder. Y qué, te vas a dejar basurear por estos soretes. ¡Para que después te refrieguen y te pongan la bandera por la jeta toda la vida! No mi viejo. Entonces hay que recurrir a cualquier cosa.
Porque si llegábamos a perder, mamita querida. Nos teníamos que ir de la ciudad, mi viejo. Nos teníamos que refugiar en el extranjero, te juro. No podíamos volver nunca más acá… ¡Pero acá no se iba a poder vivir nunca más con la cargada de los leprosos putos mi viejo! Ni se nombraba la palabra derrota. Era como cuando se habla del cáncer hermano.
Nos dijo que si ese partido se perdía, miles y miles de pendejos iban a sufrir las consecuencias… Iban a ser una o dos generaciones de tipos hechos bolsa. Disminuidos ante los leprosos. Temerosos de salir a la calle, de mostrarse en público. Y eso es verdad hermano. Porque yo me acuerdo lo que eran las cargadas en la escuela primaria, sobre todo. Yo me acuerdo cuando perdimos cinco a tres con la lepra en el parque… Y te juro que por una semana no me pude levantar de la cama, porque no me atrevía a ir a la escuela. Los pibes son muy hijos de puta para la cargada, son crueles. No viste como descuartizaban bichos. Que agarran una langosta y le sacan todas las patas. Son hijos de puta los pibes en ese sentido.
El tema de cómo el modelo económico actual ha modificado todos los rincones de la vida humana hasta llegar al deporte es algo grave en nuestra era. Así como consumimos ciertos artículos para desecharlos poco tiempo después, así también los seguidores cambian un supuesto amor a cierta camiseta. Tampoco es de extrañarse cuando atestiguamos la forma en que los futbolistas, solo por nombrar a algunos atletas, son vistos como mercancía que se puede vender, comprar o prestar, y desechar cuando ya no rindan.El clímax del relato no podía ser otro: el gol de Aldo Pedro Poy que le dio el pase a Rosario Central a la final, equipo que después se coronaría campeón. Este gol es conocido como la "palomita de Poy", un gol festejado como ningún otro (según los hinchas de Rosario Central), y capaz de alegrarle la vida hasta al viejo Casale, personaje central del cuento que los "canallas" llevaron al estadio como amuleto, un anciano que sentía que no pasaba nada en su vida desde hace un buen rato. La alegría del futbol se la devolvió, paradójicamente, por medio de la muerte.Porque todo entra por los ojos, y vos ves que ahora, los pibes por ahí ni siquiera han visto jugar a Central o a Newell's, y ya se hacen hinchas de Central por el estadio. Es otra época. Los pendejos son más materialistas. Yo no sé si es la televisión o qué, pero la cosa es que se van de boca con los edificios.
Roberto Fontanarrosa nos invita a adentrarnos en la literatura como una continuación de las vivencias de nuestra realidad palpable —en este caso, aquellas experiencias derivadas del deporte, en específico del futbol—. Con ello nos muestra que la literatura y el deporte no tienen por qué estar peleados, y que la combinación de ambas disciplinas solo nos enriquecen. Recomiendo ampliamente leer el cuento en su totalidad. Su conclusión no podía haber sido de otra forma porque no hay mejor sentimiento que el de darlo todo por el equipo de tus amores, incluso hasta la vida.No te puedes perder la narración del cuento en la voz de Alejandro Apo que le añade el toque de picardía con el que Fontanarrosa quiso que se leyera.Y después del gol del Aldo, yo lo busqué, lo busqué, porque fue tal el quilombo y el desparramo cuando el Aldo la mandó adentro que yo ni sé por dónde fuimos a caer entre las avalanchas y los abrazos y los desmayos y esas cosas. Pero después miré para el lado del viejo y lo ví abrazado a un grandote en musculosa casi trepado arriba del grandote, llorando. Y ahí me dije: si éste no se murió aquí, no se muere más. Es inmortal.
¡La cara de felicidad de ese viejo, hermano, la locura de alegría en la cara de ese viejo! ¡Que alguien me diga si lo vio llorar abrazado a todos como lo vi llorar yo a ese viejo, que te puedo asegurar que ese día fue para ese viejo el día más feliz de su vida!
Y cuando lo vi caerse al suelo como fulminado por un rayo, porque quedó seco el pobre viejo, un poco que todos pensamos: "¡Qué importa!" ¡Qué más quería que morir así ese hombre! ¿Iba a seguir viviendo? ¿Para qué? ¿Para vivir dos o tres años rasposos más, así como estaba viviendo, adentro de un ropero, basureado por la esposa y toda la familia? ¡Más vale morirse así, hermano! Se murió saltando, feliz, abrazado a los muchachos, al aire libre, con la alegría de haberle roto el orto a la lepra por el resto de los siglos! ¡Así se tenía que morir, que hasta lo envidio, hermano, te juro, lo envidio! ¡Porque si uno pudiera elegir la manera de morir, yo elijo ésa, hermano! Yo elijo ésa.