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Si los Raiders se mudan a Las Vegas, la NFL perderá la poca dignidad que le queda

Los equipos de la NFL se mudan con cierta regularidad, pero los Raiders de Oakland son un caso aparte. Si la franquicia se muda, será un grave error. Una traición para sus fans y su herencia.
Kirby Lee-USA TODAY Sports

Imaginemos esto: el segundo domingo de octubre de 2020, los Titans de Tennessee (3-2) visitan a los Raiders de Las Vegas en apuros (con récord de 0-5) bajo el domo del Big Pharma Stadium. El techo se manda cerrar porque afuera la temperatura llega a los 54 grados centígrados; bueno, al menos es calor seco.

Derek Carr, el prometedor y joven mariscal de campo de los Raiders, quien en alguna ocasión dijo que la "fe" está por encima de la "familia" y el "futbol americano", se esfumó de la franquicia después de mudarse de Oakland a la Ciudad del Pecado. Los cristianos no se sienten muy cómodos en Gomorra. Amari Cooper y Khalil Mack, las otras estrellas del equipo en sus últimos años en el Área de la Bahía, también encontraron nuevos uniformes en nuevas ciudades, en gran parte porque querían jugar frente a personas de carne y hueso.

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La asistencia en el estadio será anunciada aquel día con una cifra de 21,113 personas —es decir, boletos de temporada regular vendidos en su mayoría por los casinos que buscan hacer favores a sus clientes más derrochadores— pero una cámara de CBS nos revela, al escanear las gradas antes de la patada de inicio, que no más de unas cuántas miles de personas perdieron su alma, amontonadas en lugares al azar, distantes los unos de los otros, dentro de un estadio futurista como las últimas hojuelas de cereal abandonadas en la parte superior de un gran recipiente con leche.

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No tenía por qué terminar así. Unos cuantos años atrás en Oakland, el gerente general de los Raiders, Reggie McKenzie, por fin había dado vuelta a la página de los bosquejos extraños del ex dueño, Al David, para construir un equipo legítimo y divertido. Los rabiosos fans del Black Hole animaban la parte sur del longevo Coliseum como nunca antes, disfrutando su propia marca de cervezas y salsa patrocinada para sus fiestas en el tailgate.

Para el 2020, los bares alrededor de Jack London Square están semivacíos. Mientras tanto, el verdadero hoyo negro se encuentra en el corazón de la National Football League: un vacío obscuro donde solía estar su franquicia más animada, antes de que la insistencia por generar más ganancias exiliara a los Raiders a un mundo de fantasía; el final y supremo reconocimiento del comisionado Roger Goodell de que estamos hablando de una economía corporativa, tonto.

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El día de hoy, a poco de terminar el 2016, la franquicia parece tener medio pie afuera. Los legisladores de Nevada aprobaron un plan de financiamiento para un estadio (con domo) con capacidad de 65 mil personas y un costo de 1.9 mil millones de dólares en Las Vegas, de los cuales 750 millones provienen del público. Se dice que el dueño del equipo, Mark Davis, está "comprometido" con mudarse y presentar oficialmente el traslado en enero, sólo si 24 de los 32 dueños de los equipos de la NFL lo aprueban.

Si esto se cumple, recuerden mis palabras: si los Raiders terminan jugando en el desierto de Nevada, entonces será el final para la franquicia y lo poco que queda de la que fue alguna vez el alma rebelde y popular de la liga.


¿Será el crepúsculo del Black Hole? Foto por Kelley L Cox-USA TODAY Sports

Lo sé, lo sé: los equipos de la NFL suelen mudarse con relativa regularidad. Y como regla, el impacto del traslado en el panorama general —la imagen de la liga, el legado, y en especial su habilidad para generar ganancias— es insignificante.

La marcha de los Colts de Baltimore de su orgulloso puerto al blando terreno de la región central de los Estados Unidos fue de mal gusto en ese entonces, pero Peyton Manning supo borrar el fantasma de Johnny Unitas rápidamente. Hoy en día, los Colts son el equipo de Indianápolis; por su parte, Baltimore pertenece a los Ravens, equipo que alguna vez perteneció a Cleveland, que a su vez fue casa de los Rams, quienes después de un tiempo en St. Louis regresaron a Los Ángeles, ciudad que pronto será casa de los Chargers de San Diego.

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Las heridas sanan rápidamente. Pero para los Raiders es un sentimiento distinto. Si la franquicia sale corriendo rumbo a su nuevo destino, se cometerá una herejía. Una traición. Por Dios, todo indica que será un pésimo negocio.

¿Vale la pena darle la espalda a 50 años con una fanaticada gloriosa y profundamente comprometida para ganarse unas cuantas fichas más en una ciudad con turistas pasajeros? Sería un cambio sísmico, una decisión para corporizar aún más a la NFL en una era donde la liga obsesionada con los balones desinflados, los códigos de relaciones públicas y las minucias de las reglas nunca antes había necesitado más una vibra rebelde.

Los Raiders fueron unos chingones desde el principio. Mientras que los cascos de los rivales originales de la AFL presentaban imágenes caricaturescas de delfines, broncos y búfalos que parecían estar a punto de ir al matadero, el logo de Oakland era un pirata con dos espadas en la parte trasera; temido por todos, amado sólo por sus fans, navegando con el viento otoñal.

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¿Un poco cursi? Seguro. Pero un mito de esta naturaleza ayudó a la NFL a sobrepasar al beisbol para dominar la cultura popular. Además, los Raiders ejecutaban un maravilloso estilo de juego, perfecto para un deporte sumido en la violencia. Gene Upshaw y sus antebrazos enyesados que sometían a sus rivales; los bloqueos de George Atkinson; la insistencia de Phil Villapiano de que una jugada que no termina derramando sangre —suya o del enemigo— no era realmente una jugada digna de futbol americano. Tenía esa esencia que iba de la mano con su época. Eran plata y negro y pertenecían a la ciudad de las Black Panthers, cuando Bobby Seale solía presentarse en los entrenamientos. La vibra era negra y blanca en una liga que de un tiempo para acá alaba ésta última por encima de la primera.

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Incluso después de que los Raiders se mudaron a Los Ángeles y después regresaron, nunca perdieron su estilo y atractivo porque la Raider Nation siempre prevalece. Pero si intentan replicar esto en una ciudad con parques de entretenimiento, los parches en los ojos y la espadas se convertirán en meros adornos, como la Torre Eiffel falsa y el horizonte falso de Nueva York. Debajo de su atractivo color neón clasificado para adultos, Las Vegas es básicamente un pueblo seco y caluroso hecho a la medida para el retiro, un lugar cuya vibra es débil como ninguna. La gente no apreciará a los Raiders, al menos no de la forma que Oakland lo ha hecho. Las raíces en los desiertos son bastante superficiales.

Por supuesto, si la franquicia se traslada, no será por los fans. Se hará por el plan del estadio, punto. Los dueños de la NFL se están quejando porque no quieren colocar a los Raiders en un mercado pequeño. Pero si el estado de Nevada decide cubrir la mayoría de los costos de un nuevo estadio, y la ciudad de Oakland evita hacer algo similar, ¿de verdad alguien duda que la liga le dé el visto bueno al traslado? Para mantener las ganancias, las corporaciones necesitan fábricas modernas, y (sorpresa) es mejor cuando no tienen que pagar para tenerlas.


Cuando compartes responsabilidades. Foto por Richard Mackson-USA TODAY Sports

A principios del año pasado, Goodell dijo que quería mantener a todos los equipos de la NFL en sus mercados actuales. Lo llamó "responsabilidad compartida". A las palabras se las lleva el viento. Los Rams cambiaron de lugar, los Chargers están contemplando lo mismo, y los Raiders parecen tener un pie fuera. Lo único que esta liga quiere "compartir" es fondos públicos para los bolsos de sus dueños. Y francamente, la ciudad de Oakland tiene mayores prioridades y mejores formas de gastar el dinero de los contribuyentes.

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Con esto dicho, el valor total de todas las franquicias de la NFL es de 37 mil millones de dólares, mayor que el PIB de 119 países, incluyendo Nicaragua y Camboya. Dado que los Raiders son más o menos parte de la confianza pública, ¿acaso la liga no podría, debería, hacer una excepción y asumir una porción mayor del costo? Por primera vez, ¿no podrían abstenerse de intentar un chantaje municipal?

La liga está a nada de cometer un grave error intercambiando tradición y continuidad por una infusión de dinero a corto plazo. Así es, a corto plazo. Conceptos básicos empresariales: las personas necesitan desear lo que vendes. En ciudades donde la NFL ha sacado provecho, los clientes no sólo se identifican como fans del futbol americano, también como ciudadanos de la región en cuestión. Los Packers son Green Bay. Green Bay pertenece a los Packers.

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¿Cuándo fue la última vez que conociste a alguien nacido en Las Vegas? Yo tampoco. ¿Cuál es la tradición deportiva de la ciudad? Un equipo de beisbol de ligas menores, los Area 51s, clasificado en el lugar 14 de 16 en asistencia la temporada pasada. Las Vegas pronto tendrá un equipo de la NHL, al igual que las ciudades de clima caluroso como Florida, Arizona, y Carolina del Norte —las cuales están clasificas en asistencia en los lugares 27, 28, y 29 en una liga de 30 equipos—; esto nos da una idea de cómo el hockey profesional pagaría para jugar en Oxford, Mississippi, si alguien se ofrece a pagar una cuota de expansión.

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Incluso los ingresos "verdaderos" de la liga podrían verse afectados —el dinero que entra por las transmisiones conforma dos tercios de los ingresos totales— si los Raiders se mudan a Las Vegas. A largo plazo, la habilidad de la NFL para cerrar acuerdos mayores de transmisión depende de su capacidad para llevar un mejor producto: juegos disputados por equipos con una tradición tangible y rivalidades enraizadas, equipos que generen una inversión emocional, equipos que cuenten con jugadores estrella. Los equipos aburridos en ciudades aburridas sólo pueden atraer jugadores aburridos. Ahí tienen de ejemplo a los Jaguars de Jacksonville.

Hablando de dinero, ¿cómo llenas un estadio en Las Vegas durante las más de 40 semanas que los Raiders están ausentes? La ciudad ya cuenta con un centro de convenciones de primera, increíbles arenas deportivas, lugares para conciertos y eventos gigantescos. ¿Cuántas carreras de monster-truck se necesitarán?


¿Una apuesta ganadora? Foto por Kirby Lee-USA TODAY Sports

"De hecho creí que la NFL quería vengarse de los Raiders de Oakland", George Atkinson alguna vez me dijo, recordando los viejos tiempos de la franquicia cuando parecía que la liga haría cualquier cosa para contener a Al Davis. Por supuesto, tenía toda la razón. Los poderes a cargo de ese entonces odiaban a Al, y lo odiaron más cuando ganó anillos de Super Bowl.

Eso fue hace mucho. Hoy, Al se ha ido, y su hijo Mark es un heredero inofensivo de un dueño rebelde que no se dejó de la NFL. Pero quizá, la venganza perdure. De hecho, así ha sido. ¿Por qué más Goodell y compañía considerarían dejar a los Raiders mudarse de ciudad si no para destruir un equipo por medio de su herencia?

Football is familiy. Este es el lema de la liga. La familia está en Oakland, donde Tooz, Snake, Foo y Dr. Death y un ejército de locos erigieron los cimientos. Seguirán viviendo en East Bay sin importar qué pase. ¿En cuanto a la franquicia? No lo sé. Lo que hace que la NFL valga la pena ver no tiene que ver con acuerdos de derechos o licencias y permisos para estadios. Se trata de ecos y memorias, de pasión irracional y no transferible. Puedes fijar un precio a todo, excepto a tu alma.

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