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El futbol sudamericano está ignorando a sus jugadoras

Este verano, la selección chilena femenil se enteró que había sido borrada del ranking oficial de FIFA y se le declaraba como “inactiva”. Son el sexto de diez equipos femeniles sudamericanos en salir del ranking.
Photo by EPA

Al final de junio, los chilenos celebraban su segunda victoria consecutiva en la Copa América sobre su vecino predilecto, Argentina. El periódico El Mercurio declaró que era la mayor victoria en la historia de la selección. Para las jugadoras de la selección nacional chilena, sin embargo, aquel lunes fue agridulce por lo menos. Días antes, descubrieron, por coincidencia, que su propio equipo había sido borrado de los rankings oficiales de la FIFA y lo declaraban "inactivo" por no haber disputado un partido oficial en dos años.

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El mundo del futbol sudamericano está lleno de inequidad. Mientras que los equipos masculinos reciben con regularidad fondos y apoyo, los equipos femeniles luchan por no desaparecer. Quizá en ningún otro sitio sea tan marcada esta disparidad como en Argentina y en Chile, donde los equipos masculinos están colocados en los lugares primero y quinto del mundo respectivamente, y los equipos femeniles ni siquiera aparecen en la clasificación. No se trata de una anomalía: seis de los diez equipos sudamericanos —Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay— aparecen como "inactivos" en la clasificación más reciente de la FIFA. Se les puede hallar al final de los 132 equipos activos.

Si crees que esto le causa conflicto a los medios deportivos tradicionales o a los directivos del futbol profesional, estarás equivocado —casi todos permanecen en silencio. La Confedereación de Futbol Sudamericana (CONMEBOL) y las federaciones nacionales no han respondido a las exigencias, tanto de FIFA como de grupos locales, de que una mayor parte de los recursos se destine al desarrollo y la promoción del futbol femenil, de tal forma que este sigue dependiendo del financiamiento que le otorga el organismo rector internacional.

Para las mujeres que han trabajado años para escalar en el ranking mundial sin recibir compensación ni reconocimiento resulta descorazonador.

"Duele volverse invisible después de trabajar tan duro para poner a Chile en el mapa", dijo Iona Rothfeld, que jugó nueve años con la selección nacional. Es un patrón conocido: las federaciones movilizan equipos femeniles durante breves periodos de tiempo colindantes con los torneos. Tristemente, la CONMEBOL solo ha organizado un torneo regional para mujeres, la Copa América Femenina, que tiene lugar cada cuatro años (la más reciente fue en 2014) y sirve como el clasificatorio para el Mundial Femenil, los Juegos Olímpicos y los Juegos Panamericanos. Los puestos en el ranking suben durante el año de clasificación y se desploman una vez que las federaciones archivan el futbol femenil hasta el siguiente torneo.

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Chile parece ser quien tiene la caída más pronunciada, por lo menos institucionalmente hablando. Después de organizar el Mundial Femenil Sub 20 en 2008 y de alcanzar el puesto 41 en 2015, la selección chilena femenil ahora está en completo desorden. Algunas jugadoras chilenas mencionan que la partida del presidente de la federación Harold Mayne Nicholls en 2011 fue el punto de quiebre. Según Christiane Endler, capitana del equipo nacional, el futbol femenil recibió atención sostenida durante la gestión de Mayne Nicholls. Su sucesor, Sergio Jadue, quien se declaró culpable de corrupción como parte del escándalo que envuelve a la FIFA, lo descuidó por completo. Las jugadoras se quejaron del completo mutismo de parte de la federación comandada por Jadue, una tendencia que ha continuado con el actual presidente de la federación Arturo Salah. Después de dos años, las jugadoras no han sido informadas de planes de entrenamiento. (Al ser contactada, la FIFA, la Federación Chilena de Futbol y la CONMEBOL no respondieron a las solicitudes de comentarios acerca de la falta de actividad de la selección femenil.)

Cuando las jugadoras chilenas descubrieron que habían sido desaparecidas de la clasificación, decidieron tomar acción. El mes pasado fundaron una nueva organización, la Asociación Nacional de Jugadoras de Futbol Femenino (ANJUFF), en respuesta no solo al estado del seleccionado nacional, sino a las carencias administrativas extremas que aquejan a los veinte o más equipos femeniles del país. Rothfeld, la presidente actual de la ANJUFF, espera que la organización permitirá crear un ambiente de respeto para las jugadoras —uno que en este momento se echa mucho de menos.

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Iona Rothfeld (centro) y las mujeres de la ANJUFF. Cortesía de Iona Rothfeld

¿Cómo justifican la CONMEBOL y las federaciones nacionales este mal trato al futbol femenil? Administradores de todos los niveles señalan el supuesto interés reciente de las mujeres por el deporte como el motivo de la diferencia de recursos. Pero la verdad es que las mujeres han estado jugando futbol desde antes de la fundación de CONMEBOL en 1916. Desde la década de los veinte, las mujeres formaban clubes de aficionadas y las secciones femeninas de los clubes organizaban torneos populares. En 1933, equipos femeniles de los gigantes uruguayos Peñarol y Nacional jugaron un partido en el Estadio Centenario. Más adelante en esa década, se crearon ligas por toda la región. Brasil experimentó el mayor crecimiento, con ligas en por lo menos cuatro estados.

Las agencias educativas, médicas y estatales consideraban que la popularidad del futbol entre las mujeres era dañina y hicieron lo posible por suprimir el deporte en distintos modos. Utilizando estudios pseudocientíficos, los oponentes decían que el futbol ponía en peligro la fertilidad de las mujeres. Otros criticaban el efecto que el deporte tenía en la feminidad de las jugadoras. Brasil prohibió el futbol femenil en 1941, y suspendió los partidos con la ayuda de la policía y los juzgados locales hasta 1982. La federación uruguaya amenazó con suspender a un club por contratar a una mujer en su equipo masculino en 1971. En Chile y Argentina, los clubes mudaron las selecciones femeniles para que estuvieran bajo la tutela de los directores de fuerzas básicas, donde permanecen hasta ahora. Que Argentina alcanzara las semifinales en el segundo Campeonato Mundial Femenil de 1971 es un dato que ha quedado perdido tanto en la memoria popular como en la institucional.

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Hoy, las mujeres en la región se enfrentan a diario a la falta de apoyo y la humillación explícita dentro de sus clubes y federaciones. Los directores le dicen a las jugadoras que el futbol femenil es un gasto y una vergüenza. La homofobia es rampante y muchas jugadoras reportan que los entrenadores las acusan de estar interesadas en el futbol solo para conseguir parejas sexuales. Las federaciones sudamericanas organizan torneos de futbol femenil pero lo hacen a regañadientes. Los clubes más importantes, incluido el River Plate, le han dicho a las jugadoras que no pueden darles seguro médico. En Chile, las jugadoras tienen que pagar sus propias cuotas de traspaso y sus viáticos. Las federaciones reciben fondos de FIFA para el desarrollo del futbol femenil, pero no están obligadas a comprobar estos gastos o a hacer público el modo en el que lo gastan.

Equipos como Colombia, celebrando aquí en los Juegos Olímpicos de Río, también han sufrido por la falta de apoyo al futbol femenil en la región. Foto de Erich Schlegel-USA TODAY Sports

El deterioro del futbol femenil dentro de CONMEBOL aqueja incluso a los programas más exitosos de la región. Brasil, una de las mejores selecciones del mundo, puede hallar equipos y puede viajar para jugar, pero el resto de los equipos del continente tienen mucho menos estrellas y menos opciones. Colombia, Ecuador y Venezuela han logrado avanzar en los últimos años, pero padecen la falta de rivales de calidad. Con todo, por lo menos estos equipos no han desaparecido.

Los equipos inactivos no juegan ni entrenan y hay mínima comunicación entre las federaciones y las atletas. Las selecciones chilena y paraguaya ni siquiera saben quién las dirige. El equipo nacional argentino no ha jugado desde que tuvo una desastrosa actuación en los Panamericanos de 2015. No jugaron amistosos de preparación para el torneo y solo se midieron con un equipo de niños.

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Hay excepciones importantes a este maltrato y las jugadoras y quienes las apoyan han logrado ampliar ciertas instituciones. En Uruguay, hay más de 100 clubes de todos los rangos de edad y un recién creado comité de futbol femenil. Resalta que UAI Urquiza, un equipo de hombres tercera división argentina, ganó la división femenil tres años seguidos y llegó a las semifinales de la Copa Libertadores de 2015. La portera Gaby Gartón, que también juega para la selección (cuando está en activo), explicó que UAI Urquiza es único dado que ayuda a las jugadoras a continuar con su educación, entrenarse junto a los hombres y les provee transporte al entrenamiento. Su entrenador, Carlos Borrello, fue director técnico de la selección nacional femenil. Cuando le preguntamos a Borrello cómo es que UAI lograba ser exitoso, respondió: "Al valorarlas [a las jugadoras] como seres humanos, ofrecerles oportunidades para que estudien y para que trabajen seriamente en el futbol". Sobre el tema de la selección nacional, Borrello coincidió con la categorización de FIFA: "inactiva".

"El estatus del equipo femenil es muy bajo", dijo. "No se está trabajando y no hay competencia".

¿Qué puede mejorar en el panorama del futbol femenil? La historia del futbol femenil y su poco desarrollo por parte de FIFA, CONMEBOL y las asociaciones nacionales sugiere que la ANJUFF chilena puede ser un camino —una federación independiente. Las jugadoras han dicho enfáticamente que no quieren pelear con la Federación, pero que quieren un mejor trato. Dado que el abuso de las mujeres a manos de las federaciones en las que son mayoría los hombres, quizá les iría mejor organizándose de modo independiente, como lo hicieron en todo el mundo durante la década de los setenta. Por ejemplo, la Federación de Futbol Femenino Europeo Independiente rigió el deporte en Europa de finales de los sesenta y organizó los dos primeros Campeonatos Mundiales Femeniles (1970 y 1971), mientras que las ligas de México, Argentina, y Uruguay crearon sus propios organismos directivos nacionales. Ahora, en cambio, las jugadoras tienen que preocuparse por que las federaciones independientes pueden violar las reglas de la FIFA y queden condenadas al ostracismo deportivo.

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Hay fortaleza en los números. La ANJUFF buscó y recibió el reconocimiento del Sindicato de Futbolistas Profesionales de Chile y de FIFPRO, el sindicato internacional de futbolistas. La comunidad de jugadoras sudamericanas es una comunidad estrecha y las jugadoras de países vecinos están con un ojo en esta nueva organización. La solidaridad internacional puede ayudar a dar forma a las nuevas políticas ya que los torneos de CONMEBOL requieren de la participación de muchos equipos. Es más, esta generación de jugadoras ha circulado por la región, por las filas universitarias en Estados Unidos y por clubes europeos. Tales conexiones pueden ser muy valiosas cuando se trate de exigir cuentas a las federaciones nacionales, a la CONMEBOL y a la FIFA..

"¿En serio? ¿Seis de diez equipos?" Cortesía Iona Rothfeld

Un obstáculo crucial para el futbol femenil es la persistente objetivización y el desdén hacia las atletas dentro del periodismo deportivo, que le pone más atención a las esposas y a las novias de los jugadores. Cuando categorizaron a los equipos femeniles como inactivos, por ejemplo, ninguno de los grandes medios deportivos lo mencionó. El Gráfico de Chile sí encontró espacio en sus páginas para discutir que había un sándwich llamado Gonzalo Jara, el seleccionado nacional, pero no para la desclasificación de la selección femenil.

Incluso cuando los equipos están en activo los medios les fallan. La cobertura televisiva de la Copa América Femenina inició a la mitad del torneo, no obstante que los derechos eran gratuitos. Las jugadoras están concientes de que su deporte casi no es promovido y con frecuencia se le minimiza. Diego Maradona sugirió al periódico La Nación que los malos entrenadores deberían ser relegados a entrenar equipos de mujeres —algo que, dolorosamente, resulta ser el caso muchas veces. Nadie criticó a Maradona por sus comentarios, lo que solo pone de manifiesto su aceptación masiva.

La amneisa persistente en cuanto al futbol femenil se apoya en el supuesto de que las mujeres son fundamentalmente distintas y no disfrutan de la actividad cultural global más popular. Esto oscurece las inequidades en el tiempo de recreación, el acceso al espacio público y expone la marginalización de las niñas a niveles muy elementales. Es más, el sexismo más abierto persiste: muchos hombres dicen disfrutar de los equipos de futbol porque representan un espacio exclusivamente masculino. Este tipo de creencias no son exclusivas a Sudamérica, pero están muy arraigadas y es casi imposible para las jugadoras conseguir el respeto que buscan y merecen.

Es más sencillo que una mujer se convierta en presidenta de la nación que presidenta de la federación de futbol. A nivel federativo, los directores de las asociaciones nacionales son todos hombres. Las mujeres necesitan estar representadas en comités ejecutivos. Deben tener sus propias representantes, con voz y voto, porque de otra manera el futbol femenil será ignorado por completo. Así también, las federaciones deberán trabajar con los medios deportivos para promover el futbol femenil y para televisar los partidos de la selección femenil.

Por su parte, los medios —y no solo los periodistas deportivos— tienen la responsabilidad de investigar las condiciones bajo las cuales juegan las mujeres y por qué lo siguen haciendo a pesar del acoso persistente. También deben exigir transparencia financiera a CONMEBOL, así como se ha empezado a hacer con la FIFA. CONMEBOL debe enterarse que agendar la Copa América al mismo tiempo que el Mundial Femenil le falta el respeto a sus jugadoras.

Mientras los Juegos Olímpicos suceden en Brasil, lo que sucede en la cancha quizá sirva para cambiar la manera en la que la región concibe el futbol. Mientras que la selección masculina brasileña se vio mal de cara al intenso escrutinio público en sus primeros partidos, la selección femenil brilló. Los niños cambiaron los nombres de sus playeras con el 10, de Neymar a Marta, quien desde hace mucho se disputa el título de la verdadera heredera de Pelé. Lo que estas atletas han conseguido ante el sexismo extremo y el acoso, con salarios de miseria y con una federación que activamente se resiste a apoyar el juego está ahí para que el mundo lo vea. Uno solo puede esperar que quienes están a cargo del futbol en Sudamérica estén mirando.