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narcotráfico

Narco y futbol en Michoacán

Los crímenes siguen siendo un gran problema en Michoacán, y el futbol no se ha escapado de ellos.
Ilustración por Clementina León

En la dramática tanda de penaltis, Eduardo, el portero de Morelia, anotó desde los once pasos y atajó uno más para que su equipo se coronara campeón en un torneo juvenil en el estado de Michoacán, México.

Eduardo tiene 15 años y es bajito para su edad. A pesar de su talento, su estatura podría significar una barrera para que logre convertirse en futbolista profesional. Pero él sueña en grande y espera algún día huir de Michoacán, estado plagado por conflictos violentos.

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"Existe mucha inseguridad aquí", dice Eduardo. "Ya no puedes estar tanto tiempo en la calle por las cosas que pasan".

Como es común en la mayoría de los michoacanos, Eduardo se reserva cuando habla de violencia y espera más preguntas para contar los detalles. "La semana pasada secuestraron a un amigo mío", dice rápidamente.

Los crímenes violentos siguen siendo un gran problema en Michoacán, estado que ha sido el centro de la guerra contra el narcotráfico desde el 11 de diciembre de 2006, cuando el entonces presidente de México, Felipe Calderón, desplegó tropas en el estado con la intención de erradicar los cárteles de drogas.

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Una década después, la guerra a lo largo y ancho de México ha reclamado más de 150 mil vidas, mientras que Michoacán continúa siendo un semillero del crimen y descontento entre la población.

Los asesinatos registrados en el estado incrementaron rápidamente a 947 en los primeros nueve meses del año pasado, y de acuerdo con las cifras calculadas por la firma consultora, Lantia Consultores, el crimen organizado fue responsable del 90 por ciento de los asesinatos.

La insurgencia criminal ha afectado a futbolistas y entrenadores tanto como a los demás. En alguna ocasión, los jugadores de Monarcas de Morelia salieron corriendo del campo aterrorizados por los disparos en las afueras del estadio de Santos Laguna en Torreón. En Michoacán, los equipos han tenido que reprogramar sus encuentros o cambiarlos de sede como respuesta a los retenes y enfrentamientos con armas de fuego. En Zamora, un sicario arriba de una motocicleta abrió fuego en contra de futbolistas amateur, matando a uno e hiriendo a otro.

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Con este tipo de violencia como telón de fondo, Michoacán ha logrado producir jugadores talentosos como Ángel Sepúlveda y Érick Aguirre. También es el lugar de nacimiento de Rafael Márquez, por muchos considerado como el mejor futbolista mexicano de este siglo.

Sin embargo, la escasez de infraestructura deportiva en la región ha dificultado el desarrollo del futbol. Los directores del Club Deportivo Uruapan, equipo de tercera división, han exigido al gobierno municipal remodelar el Estadio de la Unidad Deportiva Hermanos López Rayón que se encuentra en ruinas.

Mientras tanto, el estado aledaño de Guanajuato cuenta hasta con cinco veces más instalaciones deportivas, de acuerdo con los datos gubernamentales.

En este contexto, no es sorpresa que los dólares por el tráfico de drogas hayan sido una tentación demasiado grande para algunos equipos de futbol. El ejemplo más famoso involucró a los Mapaches, conjunto de segunda división proveniente de Nueva Italia.

A pesar de ser un club menor, los Mapaches disfrutaron el trato amable que por lo regular se les da a los jugadores estrella de Chivas y América. "Teníamos nuestro propio autobús", dice el ex delantero de los Mapaches, Alfredo Medina Banderas. "Hacían nuestra comida. Siempre buen trato. Nunca vi que faltara nada". Los jugadores recibían uniformes nuevos todos los partidos, canchas de entrenamiento nuevecitas y fajos de dinero en sobres.

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Demasiado bueno para ser verdad. En un viaje a la Ciudad de México para enfrentar al Club América Juvenil en 2008, el equipo fue detenido luego de que se descubriera que el dueño era un narcotraficante buscado. "Se jugó todo el partido", dice Medina Banderas. "Nos fuimos al vestidor, nos cambiamos, y cuando nos dirigimos al autobús fue cuando pasó todo. Los policías llegaron armados, vestidos de civil".

Los jugadores, incluyendo al seleccionado mexicano Ángel Sepúlveda, fueron retenidos en el autobús hasta altas horas de la noche. Cuando por fin los liberaron sin ningún cargo, tuvieron que regresar a Michoacán como pudieron, ya sin el vehículo del equipo.

Wenceslao Álvarez, dueño del equipo, fue procesado por operar una extensa red de tráfico de drogas entre Colombia y el sur de los Estados Unidos. Una investigación en conjunto entre México y Estados Unidos de un año identificó a Álvarez como miembro importante de La Familia Michoacana, y con vínculos cercanos con otros cárteles, incluyendo a Los Zetas.

Para un operador tan importante como Álvarez, el equipo era demasiado pequeño como para lavar gigantescas cantidades de dinero.

De acuerdo con Jorge Kawas, investigador de seguridad y analista, la decisión de Álvarez de comprar el equipo tuvo que ver con el hecho de usarlo para ganarse a la gente y no como un negocio. "En México, el futbol es grande, tanto en las ciudades como en los pueblos", dice Kawas. "Álvarez entendía eso y supo aprovechar la oportunidad. Entendía principalmente los beneficios que traería apoyar a un equipo de futbol como los Mapaches: establecer una buena reputación entre la población local".

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Aunque existen ejemplos aislados de benefactores criminales con un efecto positivo en el futbol, la presencia de los cárteles es muchas veces perjudicial para el deporte. La vida criminal puede resultar tentadora para los jóvenes en el pueblo de La Ruana, donde se ve a gente con camionetas nuevas, relojes de oro y dinero fácil.

Como punto central de la guerra entre cárteles de drogas, autodefensas y el ejército, la estrella nacida en La Ruana, Érick Aguirre, tuvo que esquivar todo tipo de horrorosas distracciones en su camino al éxito.

El líder de los autodefensas, Hipólito Mora, dijo que fue él quien recomendó al joven futbolista con los visores del Morelia en 2013. El mismo año, Mora organizó una sublevación armada en contra de los cárteles de la región, Los Caballeros Templarios.

El Padre José Luis Segura Barragán, ex párroco, conoció a Érick Aguirre cuando lo recibieron como héroe en su regreso a la ciudad. Con tan sólo 19 años de edad, el jugador del Pachuca es considerado un modelo a seguir en un poblado donde muchos niños crecen queriendo imitar a los narcotraficantes.

"Muchos jóvenes o adolescentes ven a los delincuentes como héroes y como personas a imitar", dice el Padre Segura Barragán. "Hasta en las escuelas, los niños tienden a organizar grupos como si fueran grupos delictivos y cobrar cuotas a sus compañeros".

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El futbol, deporte que requiere disciplina, seriedad y ejercicio, podría ofrecer una alternativa a la narco-cultura que proveen los cárteles con su reclutamiento constante. Sin embargo, la inversión insuficiente evita que el deporte represente un serio desafío para la atención de los jóvenes. En La Ruana, el estado está fracasando para proteger a los niños de la influencia del crimen organizado.

"Muchos jóvenes están metidos en las drogas porque no tienen otras opciones", dice el historiador deportivo Carlos Calderón Cardoso. "No hay mucha seguridad para que los jóvenes se dediquen a los deportes. En muchos lugares solamente existe en narcomenudeo".

De acuerdo con Child Rights Network, la alianza de organizaciones civiles en México, alrededor de 30 mil niños han participado activamente en el conflicto actual del país. No hay forma de saber cuántos de estos jóvenes reclutados podrían haber encontrado identidad y opciones en el deporte en lugar de las pandillas. Lo que sí sabemos es que las organizaciones civiles documentaron cerca de 2 mil asesinatos de niños entre 2006 y 2014.

La preocupación por la seguridad obligó a un equipo de futbol a mudarse de estado. En 2013 y 2014, los autodefensas que surgieron en La Ruana se expandieron en todo Michoacán, retomando el control por medio de una serie de confrontaciones con el grupo delictivo Los Templarios. Conforme los autodefensa avanzaron a Apatzingán —bastión de gran importancia para los cárteles— el equipo de tercera división, Limoneros de Apatzingán, se mudó repentinamente a Morelia. José Miguel Méndez, presidente del club, tomó la decisión para el beneficio de sus jugadores, quienes tenían entre 15 y 18 años. "No te puedo decir que fue por inseguridad porque nunca tuvimos un problema. Sin embargo, este ambiente que se transmite afuera de la ciudad hizo un poquito más complicado poder contar con el apoyo de los papás para que dejaran ir a los muchachos. Entonces en cierta forma, de manera indirecta, sí influyó este tema de inseguridad".

A principios del año pasado, el equipo dejó el estado por completo y juega en Querétaro. La reputación de Michoacán por la violencia también ha afectado a su único equipo de primera división, Monarcas. Adrián Herrera, periodista deportivo de Morelia admite que "hay una situación penosa y peligrosa" en el estado, pero cree que los medios distorsionan las cosas. "Los futbolistas nunca van a ser le blanco principal para el crimen organizado", dice Herrera. No obstante, Herrera cree que una década de violencia ha manchado la imagen de Michoacán. Conforme la cifra de muertes se disparó, fue más complicado atraer talento de fuera. "Morelia ha buscado jugadores que no han querido venir", dice Herrera. "Por la mala fama que tiene el estado muchos piensan que estarán expuestos".