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Tú necesitas sacarte ese enojo que sientes contra Kevin Durant

Kevin Durant tomó la decisión de irse al mejor equipo de la NBA, algo que para algunos pareció trampa o atajo. El lunes, Kevin Durant ganó su primer campeonato.
Photo by Kelley L Cox-USA TODAY Sports

Estaba en un bar viendo el Juego 4 de las Finales de la NBA cuando LeBron James saltó, rebotó el balón en el tablero para luego él mismo tomar el balón y clavarlo en la canasta. La respuesta entre todos los presentes fue la misma que cuando estás viendo una película de terror y llega el gran susto. Fue como un salto colectivo, que luego se alivió con una risa explosiva.

Lo que James hizo en ese momento, como mucho de lo que hizo en estas Finales, fue sorprendente por derecho propio, pero fue también útil de otra manera: el basquetbol es mucho más divertido cuando no dejas que la pompa y la circunstancia opaque la comedia física que llega a ser.

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Los Cavaliers de Cleveland y los Golden State Warriors están muy por encima del resto de la NBA y puede que lo estén por algún tiempo más. En estas Finales, gracias en gran medida a la brillantez de Kevin Durant, los Warriors claramente estuvieron en ventaja por uno o dos pasos. Pero eso no le resta nada a lo que James y los Cavaliers consiguieron en el triunfo del Juego 4. Fue heroico, desafiante y atrevido.

En la misma medida, no le quita nada a lo que Kevin Durant hizo a lo largo de cinco juegos en ruta a ganar el premio Bill Russell. Durant siempre ha sido ese jugador de aspecto inverosímil, desde su única temporada de súper estrellato en colegial. Ya no es la figura delgadísima que era cuando llegó a Texas, pero sigue siendo arácnido, angular y de cierta forma más grande de lo que debería ser, en la misma forma que James.

James, en su mejor estado, parece una figura fuera de proporción con respecto a los que lo rodean, se mueve con una velocidad y una fuerza que pone en duda la veracidad de lo que estamos viendo. Esto es cierto también con Durant, quien se estira y explota en la forma desproporcionada en que lo hace. Es una súper estrella en el punto más alto de su carrera, ya tiene un MVP en sus vitrinas y ya es bastante conocido, pero de cierta forma parece haber algo que no se le termina de reconocer.

Y con ello decimos que, además de su irreal talento para este deporte, Kevin Durant es fantástico en cada aspecto que un aficionado al basquetbol querría. Risas, acción, lágrimas. El tipo es dramático. Así que no es realmente sorprendente verlo tener la recepción que ese tipo de emoción genera en 2017: argumentos y contraargumentos para enfatizar sus fracasos anteriores, discusiones de mala fe. Ese tipo de discusiones que plantearía el fanatismo de un joven nerd aficionado que hace listas de "Los Mejores X", y que pretenden ser los gendarmes del panteón de los grandes.

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Y eso apesta, porque está en clara oposición a cada momento hermoso y delirante que Durant tuvo en la serie. Pero es mucho del momento. Hasta el comercial triunfal que Nike hizo con cortes de las grandes jugadas de Durant, juega como una especie de venganza en contra de los críticos, reales e imaginarios, de Durant. Y del propio Durant hacia ellos.

No es un mal comercial, realmente, aunque sí parece algo amargado y de desahogo. Una mesa redonda esgrime todos los argumentos que hay en contra de Kevin Durant, pero cuando KD gana el campeonato de la NBA, todos terminan callados. "Debate esto", les dice Nike. En ningún lugar de este comercial parace haber alguien que esté viendo a Durant y los Warriors jugar basquetbol con la sensación de que ese equipo se ha ganado todo lo que ha logrado.

Y es que la grandeza de Golden State fue estridente, y a la vez, extrañamente desagradable. El virtuosismo fue monótono a veces, y de cierta forma, demasiado puro como para engullirlo. Pero de todas las cosas que hay que apreciar de lo que Durant hizo en las Finales, está también el hecho de que él rompió esa monotonía, con un gran momento tras otro.

Durant es uno de los mejores jugadores en el mundo. Tomó la decisión de unirse a uno de los más grandes equipos que ha visto este deporte. Algunas personas se molestaron por esto, y se enojaron de una forma en la que parecían no pensar en lo que ellos harían si estuvieran en una situación similar, o en lo que Duran anhelaba tanto.

El meollo del asunto en esa molestia está en que de cierta forma les parecía trampa, o les parecía un atajo para llegar a los logros. Por no decir que eso le sumaba al innegable desbalance de poder en la NBA. De cierta forma, lo que hizo Durant violaba las reglas narrativas de lo que debe hacerse para convertirse en héroe. Y ciertamente, hay perspectivas sobre el tema que pueden parecer ciertas. Durant decidió escribir su propia historia en contra de la fórmula narrativa tradicional del deporte.

Definitivamente, quienes argumentan eso, pertenecen a una de las ramas más odiosas de lo que significa ser aficionado a los deportes. A ellos, los que son del tipo que cuando compran un boleto para ir al cine sienten que compran también el derecho de señalar todos los errores de continuidad en la película. En algún punto, ese tipo de aficionado al deporte notará que todos en el lugar se divierten. Él se preguntará por qué él no. Y es que el Kevin Durant virtuoso está en la duela, pero no es él Kevin Durant que ellos querían ver. Nunca lo es. Como tampoco lo es LeBron. Y mientras todos disfrutan, ellos señalan y señalan.