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literatura y deportes

Cáscaras literarias: los versos de Nicolás Guillén y el mito de “Kid Chocolate”

Hablar de Cuba en el deporte es hablar inevitablemente del boxeo. En el universo de las letras, la joya caribeña es una pieza esencial del gran rompecabezas llamado Latinoamérica.
Foto: Luís Ramón Marín

VICE Sports presenta "Cáscaras Literarias" su primera entrega de una serie de artículos que buscan reconciliar dos disciplinas que, a primera vista, suelen parecernos dos universos distintos —el deporte y la literatura— pero que en realidad esconden una entrañable relación.

Cuba, aquel paraíso del Caribe donde se han forjado innumerables atletas y escritores que plagan el imaginario deportivo y literario: Teófilo Stevenson y José Martí, Regla Torres y Alejo Carpentier, Javier Sotomayor y José Lezama Lima, por nombrar sólo algunos. Hablar de la joya caribeña en el deporte es hablar inevitablemente del boxeo, la "dulce ciencia" que incontables veces nos ha deleitado la vista con el aclamado estilo de la escuela cubana —en nuestros tiempos, no hay exponente de este arte más digno que "El chacal" Rigondeaux—.

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En el universo de las letras, Cuba es una pieza esencial del gran rompecabezas llamado Latinoamérica. El mundo vio nacer lo Real Maravilloso de Carpentier al lado de Tino Noel y Mackandal, aprendió de la erudición de José Martí, exploró las entrañas del lenguaje retorcido y exuberante de Lezama Lima, y recorrió hasta el último rincón de La Habana a través de Cabrera Infante.

Si hay algo que la literatura —en específico la poesía— y el deporte comparten son experiencias, vivencias que terminan plasmadas en tinta, o en forma de trofeos y medallas. El poeta Nicolás Guillén, un miembro más del aclamado club de literatos cubanos, nos muestra en "Pequeña oda a un negro boxeador cubano" cómo la literatura logra ser una herramienta para reconciliar ambos universos —realidades muchas veces en riña por culpa de mentes sumergidas en la ignorancia y desinterés conformista— a través de su peculiar estilo. La escritura, al igual que las desgarradoras sesiones en el gimnasio, es un arte difícil de dominar, y más cuando se trata de condensar en unos cuantos versos el mito de uno de los boxeadores obligatorios en los anales del pugilismo: "Kid Chocolate".

Eligio Sardiñas Montalvo, mejor conocido como "Kid Chocolate", nació un 28 de octubre de 1910 en el colorido pueblo de El Cerro, en La Habana, Cuba. Sus orígenes humildes lo obligaron desde pequeño a vender periódico y limpiar zapatos en las calles de su barrio para poder subsistir, hasta encontrar en el boxeo la afortunada salida que lo llevaría a la gloria. Aquellos que tuvieron la dicha de presenciar al niño de chocolate arriba del encordado, lo describen como "un boxeador con velocidad de manos y piernas prodigiosa, con un sentido de la distancia y vista privilegiada" todo el engranaje de un libra por libra impulsado por "una inteligencia nata", expresa Eladio Desa, amigo del pelador estrella.

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Curiosamente, la vida de "Kid Chocolate" coincide en algunos pasajes con la de Nicolás Guillén. El poeta, al igual que el boxeador, tuvo que vivir desde temprana edad con la pérdida de su padre a manos de los soldados del régimen conservador durante la guerra civil cubana de 1917; el progenitor de Eligio Sardiñas murió a causa de la tuberculosis. Dos peleadores de la vida incluso desde antes que lo supieran.

Al principio, el boxeo para "Kid Chocolate" fue un medio más que le permitía llevar el pan a la mesa, pero conforme fue ganando reconocimiento en el mundo de los cuadriláteros su amor por esta disciplina creció. En el caso de Guillén, la poesía acudió a su ayuda y le ofreció el impulsó que necesitaba para enfrentarse a los caprichos de la vida.

El Norte es fiero y rudo, boxeador.
Ese mismo Broadway,
que en actitud de vena se desangra
para chillar junto a los rings
en que tú saltas como un moderno mono elástico,
sin el resorte de las sogas,
ni los almohadones del clinch;

Guillén, uno de los muchos afortunados que compartieron el mismo tiempo y espacio que el boxeador oriundo de El Cerro, nos platica dos cosas en esta estrofa. La primera es el desafío que surge al encontrarse en una tierra desconocida y ofuscada por el glamur, es decir, la ciudad de Nueva York, lugar donde "Kid Chocolate" forjó su nombre con letras de oro, pero también donde fue "noqueado" por su vida bohemia. El destino es un contrincante más al que no se puede subestimar.

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Sin embargo, Guillén también destaca el estilo por el que el "Kid Chocolate" se hizo tan famoso. Un peleador escurridizo, rápido e inteligente como un mono, pero nunca temeroso al intercambio.

La llegada de Eligio Sardiñas a Nueva York en 1928 marcó el inicio de una fructífera carrera que lo catapultó al estrellato. Desde niño su deseo siempre había sido pelear en el Madison Square Garden, o presenciar un partido de beisbol en el Yankee Stadium o en los Polo Grounds. Jamás imaginó que lograría cumplir ambos sueños. A pesar de a haberse deslumbrado con los reflectores que conlleva ser una estrella, el "Kid Chocolate" jamás olvidó su tierra natal. En palabras del periodista Víctor Joaquín Ortega, Eligio Sardiñas "fue capaz de triunfar en un ambiente difícil, en un oficio de gladiador…a veces tenía que combatir comiendo un pan y una guayaba".

[…] ese mismo Broadway,
es el que estira su hocico con una enorme lengua húmeda,
para lamer glotonamente
toda la sangre de nuestro cañaveral.

Una vez más, Guillén describe los riesgos y tentaciones de la fama que se alimenta hasta saciarse del sacrificio, en este caso, del boxeador.

Tu inglés,
un poco más precario que tu endeble español,
sólo te ha de servir para entender sobre la lona
cuánto en su verde slang
mascan las mandíbulas de los que tú derrumbas
jab a jab.

Guillén destaca el golpe mejor dado, y muy característico, de "Kid Chocolate": el jab de izquierda. Se dice que su jab arrancaba su recorrido no a la altura del hombro, como el "librito" lo indica, sino de abajo hacia arriba causando que sus contrincantes salieran gravemente heridos de la nariz. El carisma también formó parte del aclamado boxeador, pero lo que nos dice Guillén es que Eligio Sardiñas nació para los golpes y nada más.

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Cuba siempre se ha caracterizado por se una potencia en el boxeo amateur. Foto: EFE

La oda acaba poniendo en alto la figura de "Kid Chocolate" frente a los "blancos" que aplauden y que disfrutan de su fina técnica boxística, pero también pone el dedo en la llaga por los numerosos problemas que significaba ser una persona de raza negra a principios del siglo XX, y que desafortunadamente siguen existiendo.

[…] lucirse negro mientras aplaude el bulevar,
y frente a la envidia de los blancos
hablar en negro de verdad.

Durante los diez años que duró su carrera como boxeador, "Kid Chocolate" obtuvo una marca de 136 victorias, 51 nocauts, 10 derrotas y 6 empates. Murió en 1988 en su amada Cuba; Nicolás Guillén moriría un año después también en la isla. ¿Coincidencia? Tal vez. Lo que sabemos con certeza es que ambos titanes de sus respectivas profesiones lograron fusionar sus vivencias —Guillén con pluma en mano, Sardiñas con los guantes bien puestos— en favor del deporte y la literatura.

Si eres amante de los deportes como de las letras aquí tienes una razón más para seguir ampliando tu conocimiento. Si tu pasión es sólo una de las dos disciplinas, te diré que nunca es tarde para explorar terrenos desconocidos que poseen una relación más estrecha de lo que imaginas.