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Vida

El retiro y la doble muerte del atleta

No es secreto: cuando se retiran muchos ex atletas profesionales, de la disciplina que sea, pierden mucho de lo que les llevó a vivir en la intensidad de los reflectores.
Foto: Unsplash

Pierden eso que llega a ser ayuda para sobrellevar la pesada carga de una vida ordinaria, de los lapsos en los cuales no llegan los resultados. La vida les cambia para siempre el día que se retiran del deporte.

Comprobadísimo aquello de como siempre se debe tener algo qué hacer, por muchos millones que tengas guardados en el banco, en el sótano o en la cama -para poderte tirar a la hamaca-, el hecho de tener una falta de actividad cotidiana, con un orden de horarios al menos algo regulares, puede llevar a caer en depresión, en el abuso de bebidas o sustancias, incluso con los extremos casos de sentir que la vida pierde sentido.

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Declara el remero olímpico Gearoid Towey que actualmente, en su opinión, abarca alrededor de 10 años la vida 'útil' de un atleta, por lo cual, "está destruyendo (sic) el resto de su vida.
Towey menciona esta consideración, pues dedica sus esfuerzos a encaminar la vida de los atletas a la vida cotidiana, normal, de un ciudadano.

Las fuertes rutinas de entrenamientos a toda hora, en varias sesiones al día; la alimentación extremadamente cuidada; la atención psicológica especializada, la presión por lograr tiempos / resultados / premios, el alejamiento de los seres queridos, la relación con asistentes y entrenadores la cual se llega a tensar, el seguimiento por parte de las autoridades, la agenda mediática exigiendo logros, son algunos de los ingredientes que crean el coctel en ocasiones explosivo (emocionalmente) para que un atleta de repente llegue el día que diga "ya no puedo".

De hecho, la tendencia que referimos se da en Australia y tiene un énfasis en el trabajo preventivo, pues se pretende hacer conciencia desde los jóvenes para que no se "despeguen" de su vida "normal", por supuesto, con las limitaciones exigidas desde el sistema de alto rendimiento.

Vaya, ni muy muy, ni tan tan, si tomamos el extremo de algunos atletas chinos en su momento –motivo de llamados internacionales por parte de ONGs en materia de Derechos Humanos- quienes eran prácticamente desvinculados de su núcleo familiar, para formar parte de una maquinaria deportiva hecha estandarte propagandístico del gigante oriental.

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En países de mayor, digamos, "apertura", el caso de los jóvenes quienes empiezan a escaparse a fiestas y quienes comienzan a tener pareja(s) viene a ser otro escenario donde comienza a diluirse el talento juvenil. En el beisbol mexicano llegaron a abundar casos de jóvenes súper aptos (omitiremos nombres) quienes se perdieron en el laberinto del reventón y las chavas.

Lo que sí es notorio es que no es solo en el box (donde ah cómo les cuesta bajarse del encordado como campeones), sino en todos los deportes, anunciar el retiro cuesta mucho trabajo de aceptación en cuanto a las condiciones naturales decrecientes, sobre todo si sienten que "todavía traen gas en el tanque".

Por algo Usain Bolt en su momento anunciaba su retiro del atletismo "para tener una vida normal", eso sí, acercándose al juego del futbol.

En nuestro México, los ex deportistas más visibles, como Lorena Ochoa (golf), Ana Gabriela Guevara (atletismo), Julio César Chávez (boxeo), Hugo Sánchez (futbol) y varios ex beisbolistas de Grandes Ligas, salvo algunos episodios, no han dado mayores noticias en cuanto a la que su vida después del alto rendimiento haya sido complicada.

Quienes sí tuvieron un desenlace trágico fueron la laureada halterista Soraya Jiménez, quien falleciera a temprana edad, víctima de un infarto, al igual que el marchista Noé Hernández, quien previamente habría sufrido la pérdida de un ojo al estar cerca de una riña. Ninguno de ambos casos se ha acreditado como relacionado con la vida post alto rendimiento, aunque sea el factor principal de sospecha en muchos otros casos de muertes extrañas de jóvenes atletas.

Se dice que las figuras deportivas mueren dos veces, la primera de ellas, cuando se retiran.
El no saber bien a bien a qué se van a dedicar después, el estar desvinculados de su núcleo familiar / social, el no tener un grado académico obtenido, o el simple hecho de sentir que ya no estarán en nivel competitivo, generan una incertidumbre que se transforma en ansiedad al paso del tiempo.
La clave es aceptar la situación y aceptar un tratamiento profesional, para "la vida después del nivel TOP", si se tiene una buena ocupación (profesional o social), cuánto mejor.