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Usain Bolt: el pato, la gacela

Corre como pato, pero con la velocidad de una gacela. Es Usain Bolt, el corredor más grande todos los tiempos.
Foto de Alexander Hassenstein, Getty Images

Está a punto de empezar la carrera de los 100 metros lisos. Entre los competidores hay un tipo más alto que los demás, con los ojos saltones, que apenas ve pasar la cámara hace alguna bufonada. Su ritual de concentración es poco común; se mueve mucho, hace gestos, transpira un exceso de confianza. Se coloca en la línea de salida y suena el disparo: menos de 10 segundos después, el corredor cruza la meta, siempre antes que los demás.

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Hoy podemos asegurar ya que Usain Bolt es el mejor velocista de la historia. Sus marcas y sus palmarés así lo dicen. Su carisma es cosa aparte: es un espectáculo vaya donde vaya. Esos 9,58 segundos que hizo en el Campeonato Mundial de Berlín 2009 –el vigente récord mundial– nos provocó a todos, ipso facto, la sensación de estar presenciando algo histórico.

Ya no digamos cuando un año antes, en los Juegos Olímpicos de Beijing, Bolt se dio el lujo de celebrar con brazos abiertos desde 20 metros antes y aún así romper su propia marca mundial con 9,69 segundos. Por si eso fuera poco, su plusmarca de 19,19 segundos en los 200 metros —también de Berlín 2009— parece inalcanzable. Bolt es un adelantado a su época.

Pero volvamos a la línea de salida. ¿Por qué Bolt? ¿Por qué un tío tan alto que camina como un pato y corre como una gacela? ¿Por qué un tipo que públicamente se confiesa fiestero, un hombre que preferiría ser DJ y jugar para el Manchester United? ¿Por qué una persona que nació en uno de los países más pobres del mundo?

Además, a diferencia de Justin Gatlin —que ya ha cumplido con dos suspensiones por dopaje—, Bolt permanece limpio: no se le ha detectado jamás ningún consumo de potenciadores ilegales del rendimiento. A día de hoy no hay argumentos para negar que su poderío es natural.

Bolt rompe con muchos esquemas del velocista tradicional. Su estatura de 1,95 metros sobresale no solo frente a sus contemporáneos, sino frente al resto de los campeones olímpicos de los 100 metros lisos. Si hacemos un repaso de los medallistas de oro de Los Ángeles 1984 a Atenas 2004 (la era pre-Bolt), hay un rango que va de los 1,76 metros de Maurice Greene (Sydney 2000) a los 1,88 metros de Carl Lewis (Los Ángeles 1984 y Seúl 1988) y Linford Christie (Barcelona 1992).

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Y bueno, qué decir de las marcas. Lo más cercano a los tiempos de Bolt de 9,69 segundos en Beijing 2008 y 9,63 segundos —el vigente récord olímpico— en Londres 2012 fue el 9,84 de Donovan Bailey en Atlanta 1996. Para los 100 metros lisos a ese nivel, 21 centésimas es directamente una eternidad.

(Hago una pausa: como habrá puristas que dirán que la evolución de los atletas con el paso de los años blablablá, pues yo diré que quienes más se han acercado al 9,58 de Bolt en toda la historia son Yohan Blake y Tyson Gay con 9,69. Once centésimas siguen siendo una eternidad)

La velocidad no es un tema de estatura, sino de potencia; de lo contrario, Yao Ming (2,29 m) estaría entre los hombres más rápidos del mundo. Al ser más alto que sus rivales, Bolt se vuelve también más pesado, por lo que requiere más fuerza para levantarse y moverse. Es más, en prácticamente todas sus carreras es el más lento en el arranque, tanto en la reacción al disparo de salida como en los primeros pasos.

"Es el más lento en arrancar porque tiene que luchar contra el factor viento y la aceleración desde el suelo, pero en el momento en que coge velocidad es más mucho rápido que el resto. A partir de los 40 metros es donde empieza a acelerar", afirma Karina Salazar, especialista en nutrición deportiva y quien desde hace años estudia el perfil antropométrico —esto es, el físico ideal— de los deportistas de alto rendimiento.

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Lo que pasa en una carrera con Bolt es como poner un Ferrari contra una locomotora de AVE. Vale, la analogía es poco realista, pero ilustrativa: si un enorme tren es capaz de alcanzar la misma velocidad que un bólido mucho más pequeño es porque su motor es más potente.

Entre un Ferrari y una locomotora de AVE a máxima potencia, probablemente ganaría la segunda. En el mundo del atletismo, sin embargo, solo hay una locomotora así —y se llama Usain.

Cada pisada —un velocista normal cubre los 100 metros en 44 pasos; Bolt lo hace en 41— puede generar 453 kilogramos de fuerza, que a su vez genera una reacción opuesta que lo impulsa hacia delante. Solo basta que se ponga en marcha para que nada lo pare. En resumen: Usain Bolt tiene una potencia sobrehumana. Y como además es sencillito y carismático, no duda en proclamarse como "el atleta más dotado que el mundo haya visto jamás". La humildad al poder.

Ni siquiera Bolt, sin embargo, es una máquina perfecta.

El pasadofebrero, Bolt aseguró que se retirará después de los Campeonatos Mundiales de Londres 2017, es decir, dentro de dos años. Para entonces estará cerca de cumplir los 31. A medio camino están los Juegos Olímpicos de Río.

Si Justin Gatlin ha sido capaz de parar el cronómetro en 9,74 segundos este año a los 33, ¿por qué no quiere hacerlo Bolt? La interpretación fácil sería aludir a que ya lo ha ganado todo (¿qué le queda por demostrar, incluso si no iguala en Río lo que hizo en Beijing y Londres?) y que quiere salir de fiesta, ser DJ, probar suerte con el Manchester United y disfrutar de su fortuna… pero lo cierto es que el dios Bolt no es eterno, y no por un cliché, sino por un defecto físico.

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Así es, damas y caballeros: el hombre más rápido de la historia tiene una falla de fábrica. Su pierna derecha mide un centímetro y medio menos que la izquierda (ya hemos comentado que camina como un pato) debido a un problema en el desarrollo de su columna en la zona lumbar. Usain no lo supo hasta los 18 años, cuando ya había sido campeón mundial juvenil; lo fue a los 15, de hecho. Cumplió los 22 un día antes de ganar su tercera medalla de oro en Beijing.

La escoliosis —nombre con el que se conoce a la desviación de la columna— no tiene arreglo. Desde que Bolt tiene consciencia de ello se ha dedicado a compensar su debilidad. Su entrenador, Glen Mills, ha sido el cerebro para hacer que la locomotora de AVE funcione y corre pese a tener las ruedas de un lado ligeramente más pequeñas. Su estatura le permite tener zancada larga, pero sus fibras le permiten contraerse rápidamente para que el movimiento de las piernas sea tan rápido como el de un hombre pequeño.

De hecho, esto también puede explicar por qué a Bolt le va tan mal con las lesiones. Compite poco, pero siempre se las arregla para estar a tiempo en Mundiales y Olímpicos. Él sabe que la columna y la pierna pueden jugarle una mala pasada si no se cuida. Por eso dice que competirá hasta 2017: ¿para qué más allá? Este bendito accidente de la naturaleza ha ganado hasta hoy 10 títulos mundiales (el undécimo puede caer este fin de semana en el relevo 4x100) y seis oros olímpicos.

"Estamos hablando de un superhombre que va a dejar un legado hasta ahora nunca visto a la ciencia deportiva en el atletismo", concluye Salazar. "Los 28 años son la edad promedio de un atleta para decir que llegó a su etapa óptima; de ahí se va hacia abajo de manera fisiológica y natural".

El mundo se preguntará para entonces si un Bolt sin lesiones y que permaneciera en las pistas por más tiempo habría roto sus propias marcas. Puede que así fuera, pero a él no le va a importar: Usain solo quiere salir de fiesta.