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Marta Minujín nos cuenta sobre sus experiencias con Warhol y Dalí

Platicamos con la leyenda viviente y prodigio del arte, creadora del Partenón de Libros y amiga de grandes personajes.

Leyenda viviente de las artes plásticas latinoamericanas, a los 74 Marta Minujín sigue imparable: viene de levantar en Alemania un Partenón de tamaño natural hecho con 100 mil libros prohibidos, planea una idea gigante, provocadora y comestible en pleno Central Park e insiste: todo el tiempo el arte puede ser tu salida.

Nada como prender fuego todo para empezar otra vez. Y si tienes 20, años, vives la vida del artista latino en París, tus amigos sos Niki de Saint Palle y Christo y acabas de ganar una beca internacional… ¿Dónde está la gasolina?

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La historia de la artista plástica argentina Marta Minujín puede comenzar, para quienes gustan de los highlights, con La Destrucción (1963), un happening que realizó en París para manifestar cuánta madre le valía la conservación física de la obra y cuánto necesitaba quemar su identidad. Sacó sus exposiciones de los museos parisinos, las juntó en un terreno baldío, invitó a sus colegas a que intervinieran sus obras… y las roció con nafta, las incendió y soltó 500 pájaros y 100 conejos. La exposición terminó con el público entendiendo poco y huyendo mucho de esas sirenas que podían ser los bomberos o también la policía en busca de hippies quemando cosas en un lote parisino.

Aunque en rigor -si hay rigor posible para una acuariana del calibre de Marta- su historia artística inicia a sus 12 años cuando ingresa en la Escuela Nacional de Bellas Artes cuando empieza a estudiar grabado, pintura y dibujo y a codearse con artistas de todas los edades. O a los 16, cuando ganó una beca del Fondo Nacional de las Artes de Argentina. O a los 6, cuando, dice, se dio cuenta de que iba a ser artista.

Tomemos el momento que tomemos, el desenlace es el mismo: Marta Minujín es sinónimo de arte y extravagancia. Y de una profunda lucidez de concepto que replica la alienación del auditorio al cual se dirige. Porque lo que guardan los mamelucos pintados y los incendios de obras en público -como el Carlos Gardel de algodón que quemó en Medellín una vez- es una interpelación nacida de lo sensible y multitudinario.

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Así lo entendió el Ministerio de Cultura español que el año pasado le entregó el Premio Velázquez de Artes Plásticas por contribuir "a un desbordamiento de los marcos institucionales del arte y los medios". O las fundaciones Guggenheim y Rockefeller que la becaron antes de que cumpliera 25 años.

Y así entendió ella su personaje y el área donde mejor golpear el inconsciente colectivo. Como cuando en 1983, tras siete años de dictadura y represión en Argentina, no tuvo mejor idea que levantar un Partenón tamaño Grecia en el centro de Buenos Aires: era un esqueleto metálico cuya estructura estaba rellena por los libros que los militares habían prohibido. O como cuando en 1985 le pagó la deuda externa de América Latina a su amigo Andy Warhol con mazorcas de maíz. Un mensaje extravagante y profundo. Y si en vez de Marta Minujín tuviéramos que emplear otras dos palabras para nombrarlas, esas podrían hacerle buena justicia.

Aquí la charla con Marta, quien viene de replicar su Partenón en Documenta 14, una de las exposiciones artísticas más prestigiosas del mundo. Y ya prepara otra idea monumental que, desde aquí, le deseamos que se concrete…

¿Qué balance haces de El Partenón de Libros en Alemania?

¡El Partenón de Libros salió en todas partes! ¡En los medios del mundo! A la gente le interesó mucho el tema de los libros prohibidos y me mandaron libros de muchos lugares del mundo que fueron llevados por muchas otras personas de otros lugares del mundo. Un día antes del desarme de la estructura, se habían acabado los 6 mil libros. Esta fue la obra más importante de mi vida. La Menesunda y este. ¡Nunca sufrí tanto ni fui tan feliz! Estuve un año y medio sufriendo: que no tenía plata, que no conseguía el permiso…pero después salió todo increíble.

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Que digas que es la obra más importante es algo grande. Tú has trabajado junto a Andy Warhol, Christo, etc. ¿Cuál de los artistas que conociste te impactó o te influyó más?

Dalí. Dalí fue la persona más desmesurada y exagerada que conocí. Yo era muy chica cuando lo conocí y nos hicimos muy amigos. Íbamos a todos lados en limusina y él sí que era desmesurado. ¡En todo! Cómo se movía, lo que decía… En ese entonces yo vivía en Nueva York y nos divertíamos mucho yendo y viniendo del hotel St. Regis. También Andy Warhol, que para mí era un ángel total. Siempre me recibía en Nueva York y sabía qué hacer y dónde ir. Desde que no está dejó un vacío muy grande.

¿En el arte o en tu vida en particular?

En mi vida, en mi vida. El arte se va abriendo, regenerando. Aparecen nuevos artistas, corrientes y el arte queda. Aquí en Argentina soy como un mito y creo que voy a sobrevivir miles de años más cuando se piense en el arte efímero o comestible o consumido por el fuego. Yo lo siento así y siento que me quedé parada en los 25 años porque sigo viendo la vida desde esa manera. Soy exactamente igual.

¿Cómo piensa alguien que predica el "vivir en arte" ante problemas actuales tan marcados como, por ejemplo, el odio hacia los migrantes?

La política organiza las sociedades y en muchos casos está tomando la forma de una derecha neoliberal que vuelve atrás. Es muy tremendo lo que pasa y los países del mundo deberían ayudar a los migrantes a vivir la vida y a caminar. Creo que ahí también late un problema de revelarse contra lo establecido y ahí el arte puede ayudar a romper esas ideas establecidas y esas prohibiciones que al final son barreras. Y si el arte pudiera organizar algo de la sociedad y las personas pudieran expresar mejor su creatividad, posiblemente habría más paz en el mundo. Que las personas se pongan en contacto con su capacidad creadora nos volvería más humanos. ¡Todos somos creadores! Incluso los políticos podrían ser artistas, pero están metidos en tantas cosas sin sentido…

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¿Y puede una persona con un trabajo "corriente" y una vida "corriente" pensarse a sí mismo como artista o encontrar algún espacio para el arte en su vida?

Por supuesto, pero la gente no se lo permite. El arte está también en lo cotidiano y esta conversación también puede ser arte. Porque mientras hablamos no me siento a pensar lo que estoy diciendo y tú tampoco lo haces. Estás creando. Estamos creando y lo que creamos es una conversación. El sólo hecho
de manifestar el lenguaje ya es un hecho artístico si lo miramos de esa manera.

Si a tu último Partenón lo sientes como a tu obra máxima y como algo que nunca vas a superar. ¿Cómo sigue tu carrera?

Estoy pensando en un proyecto que se me ocurrió cuando estuve en Nueva York y veía cómo la gente iba a los McDonald's a comer y a comer y a comer hamburguesas. Hamburguesas, hamburguesas, hamburguesas todo el tiempo. Por algo hay un 40 por ciento de obesos en Estados Unidos. La empresa es más poderosa que todo. Que la política, ¡que todo! Quiero ir al Central Park a instalar una Estatua de la Libertad acostada y recubierta de hamburguesas falsas de plástico que la gente pueda tomarlas y cambiarlas después por hamburguesas de verdad. Eso, para mí, es el mito de la libertad.


Partenón en Buenos Aires.

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