El Slider: El beisbol no es de 'groupies', es de aficionados de verdad
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El Slider: El beisbol no es de 'groupies', es de aficionados de verdad

Ella es Daniela, la autodenominada aficionada más grande de los Diablos Rojos del México. Una seguidora real, y no una groupie de ocasión.

Mientras subíamos por las escaleras eléctricas de una plaza comercial ubicada al poniente de la Ciudad, le pregunté si ella era la más grande fanática de los Diablos Rojos del México. Ya sabía la respuesta, sólo quería escucharlo de su boca. Naturalmente me respondió con un sí, tan contundente que resultaría difícil que alguien lo refutara.

A Daniela me la encontré en Instagram. Las fotos de algunos jugadores escarlatas me llevaron hacia ella, y hacia su apasionada afición por el beisbol.

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La leyenda de su perfil ya vaticinaba lo que encontraría en sus publicaciones. Fotos con los jugadores y con casi cualquier cosa referente al Rey de los Deportes. Sus redes sociales guardan infinidad de imágenes que otorgan un sentido de pertenencia a la joven seguidora.

"Que culpa tengo yo de tener la sangre roja y el corazón escarlata"

Los lugares comunes han contaminado tanto mi cabeza que encontrar a Daniela me resultó un acto lleno de extrañeza. Entiendo el fanatismo que inunda nuestros todavía adolescentes cuerpos a los 18 años —a esa edad buscamos pertenecer y hacer nuestra casi cualquier cosa—pero no entendía su ferviente y convincente gusto por la pelota.

Llegué unos minutos tarde a la cita, temía que ya no estuviera , el acercamiento que tuve para contactarla fue tan abrupto como un batazo de jonrón al pitcher cerrador. Ahí estaba enfundada en una sudadera roja, gorra roja, labios rojos y una bolsa de mano que asemeja a la "blanquita", como algunos llamamos a la bola en esta guerra de sinónimos que no otorga repetición.

Estaba por demás preguntar si ella era Daniela, pero lo hice, por cortesía. Su atuendo no podía estar equivocado. Era ella, la autodenominada más grande fanática de los Pingos. Ya lo dice una vieja frase: para ser, hay que parecer. Y ella parecía, de pies a cabeza.

En el 2010, cuando ella tenía 12 años, vio por primera vez un juego de los Diablos en contra de los Pericos de Puebla en el Foro Sol. Mientras me cuenta, recuerda el éxtasis que le causó entrar por primera vez a ver a los que hoy son su más grande amor.

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Le pregunto si trajo algunos souvenirs u objetos que puedan ser fotografiados para poder reafirmar su querencia. De la pelota gigante que cuelga de su mano saca un cuaderno forrado con fotografías, estampas, recortes y todo tipo de afiches que sirven para autentificar su frenesí. Todos tienen que saber sus sentimientos.

Mientras sigue extrayendo objetos de su bolsa le pregunto si recuerda alguna locura que haya hecho por conseguir una foto con algún jugador. Se ríe y mira a su hermano, quien ha fungido como una especie de escolta durante la charla, y que al escuchar la pregunta hace un gesto que pareciera de resignación.

"Corrí por todo el estacionamiento, donde nadie puede pasar y llegué a la puerta donde estaba la salida del estacionamiento y me paró un policía, me dijo 'tú quién eres', le dije que era prima de Figueroa."

Aquella noche vivió una especie de persecución policíaca en la que su delito fue tratar de conseguir una firma de Carlos Figueroa, su máximo ídolo y amor platónico. En aquella búsqueda no consiguió la firma del jardinero central de los Diablos, pero sí la del segunda base, Ramón Urias.

Dos horas después de terminado el juego es lo que ha esperado para conseguir una firma o una foto, ese sencillo detalle que toma segundos para realizarse, pero queda registrado para toda la vida y calma la ansiedad de quien ha encontrado su identidad y busca retenerla y recordarla con lo que sea necesario.

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"Yo soy así, yo formo parte de estos contra aquellos, somos iguales entre nosotros porque somos distintos de los otros."

Una frase de Martín Caparrós, un autor pambolero, pero que embona perfecto con una identidad beisbolera.

El sentido de pertenencia, hoy, es un bien escaso, es complicado encontrar algo o alguien que defina nuestros gustos y pasiones. Mientras caminamos por la plaza Daniela me cuenta que algunas personas confunden a José con Carlos, ambos diablos con apellido Figueroa. Cosa que jamás le pasaría a ella, lo de ella no es moda.

También es crítica con su equipo y acepta que dudó del 'Borrego' Sandoval, actual mánager de los capitalinos. Y que el mal inicio de la novena escarlata la llevó a extrañar a Miguel 'Negro' Ojeda, con quien consiguieran en 2014 el título 16 de la franquicia.

Daniela no quiere irse sin olvidar el más mínimo detalle. De su bolsa saca su teléfono y me muestra el case que mandó hacer con imágenes de Carlos Figueroa. El outfielder se adueñó de la simpatía de una joven seguidora que pintarrajea sus cuadernos con datos del jugador que fue nombrado novato del año por la Liga Mexicana de Beisbol en 2014.

Las críticas que salen de su boca la hacen parecer una persona mayor, pero los dibujos, los garabatos y la emoción que se manifiesta en su cara al hablar de los Diablos refleja que recién ha alcanzado la mayoría de edad.

No es una groupie, sólo es una joven aficionada que encontró la pasión en otro lado.