Bienvenidos al mercado de fichajes de verano, un maravilloso viaje hacia lo desconocido
Photo: EPA/Peter Powell

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Bienvenidos al mercado de fichajes de verano, un maravilloso viaje hacia lo desconocido

Lo mejor de los traspasos de verano no son las portadas... sino la excitante conciencia de que cada traspaso no es más que una apuesta tan salvaje como desesperada.

Hace 12 meses, a un histórico club europeo se le ocurrió una idea genial. El equipo se había quedado a un pasito de ganar su liga, pero la pifió justo justo al final, en las últimas jornadas. El mayor problema que tenía dicho club era la gran diferencia entre sus delanteros, de clase mundial, y sus zagueros, cuyo nivel dejaba mucho que desear.

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Todos, tanto en el equipo como en la directiva, estaban de acuerdo en que un club de esa talla requería futbolistas de primer nivel. Después de largas discusiones, los responsables llegaron a la conclusión que era el momento de fichar a aquel defensa que habían estado inspeccionando de cerca, metódicamente, durante muchos meses. El jugador había demostrado —según los informes— confianza en su fútbol, disciplina táctica, liderazgo y coraje. Todo aquello de lo que la zaga carecía.

El futbolista observado tenía experiencia en la competición y su temporada había sido impecable, así que su coste de mercado era bastante alto. No obstante, el jugador solo tenía 24 años: la inversión iba a poder amortizarse a lo largo de muchas temporadas.

Se tomó una decisión: el Liverpool FC iba a contratar a Dejan Lovren. El club 'red' invirtió 28 millones de euros en el prometedor internacional croata.

* * *

Esta última frase —escrita en junio de 2015— terminó convertida en un chiste. ¿Cómo no iba a ser así, después del terrible año de Lovren? Semana tras semana, el pobre Dejan sufrió los humillantes repasos de los delanteros de la Premier League. La temporada empezó con un terrible fallo en el lanzamiento de un penalti frente al Beşiktas en la Europa League y terminó con un vapuleo en toda regla a manos de Yannick Bolasie y Marouane Chamakh en un partido frente al Crystal Palace… en casa, frente a la grada de The Kop. Después de todo esto, el párrafo anterior se transforma inevitablemente en una broma muy cruel.

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Lovren vs. Bolasie. No fue un duelo: fue una demolición. Foto de Peter Powell, EPA.

La cosa interesante es que ese hipotético fichaje fue simplemente una broma en retrospectiva. Ahora es fácil pensar lo contrario, pero el fichaje a priori parecía un acierto. Posteriormente, la repentina decadencia del jugador —completamente inexplicable, por otro lado; eso seguramente es lo más destacado del caso— demuestra cómo fichar verano tras verano es poco menos que jugar a la ruleta (a menos que seas Monchi, claro).

El método para fichar que el Liverpool utiliza en la actualidad (basado en el 'scouting' y la observación de los jugadores) no es más que uno entre tantos. El propio conjunto 'red', de hecho, usó otro en el pasado: el 'moneyball'.

En el 2010, Damien Comolli fue contratado para revisar la estrategia de contratación del Liverpool. Comolli es un francés de aspecto austero cuyos trajes a medida y gafas sin montura sugieren un típico perfil de hombre de negocios en el límite entre la importancia real y el postureo.

La línea que separa la relevancia que uno tiene y la que uno cree tener es difícil de trazar. Comolli, que habla varios idiomas, se entusiasma puntualmente pero de forma visible en la infinidad de conferencias que hace por toda Europa. El galo regala los oídos de quien quiera escucharle con sus discursos de vanguardia sobre la forma y la posibilidad de cuantificar incluso los elementos más intangibles de un partido de fútbol.

En 2010, a Comolli se le consideró el líder de la revolución estadística del fútbol, un hombre la cuya misión era aportar inteligencia, investigación y ciencia dura al deporte nacional de Inglaterra.

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El bueno de Damien no duró ni dos años en el Liverpool. Tuvo que salir por la puerta de atrás con la mirada baja y humillada: en solo seis meses, el francés había logrado organizar un desastre de proporciones épicas.

Charlie Adam en un momento de máxima aceleración. Imagen vía WikiMedia Commons.

Poco después de que la directiva del Liverpool anunciara la intención del club de ser "audaz y innovador" en el mercado de los fichajes, gastó la nada despreciable cifra de 40 millones de euros para Andy Carroll —demostrando muy poca innovación y audacia por el camino. A pesar de que había una explicación racional detrás de fichajes como los de Charlie Adam y Stewart Downing (Comolli aseguró que había estado rastreando la Premier League en busca de los mejores "generadores de ocasiones"), esa misma explicación no puede justificar que para esos rolesel Liverpool ficharaprecisamente a Charlie Adam y Stewart Downing, cuyo rendimiento final fue… ehm, bueno, discutible.

La cuestión, sin embargo, no es reírnos de un hombre que en el fondo intenta hacer su trabajo lo mejor que puede. El punto es que ni los cerebros más brillantes del fútbol habrían sido capaces de predecir la mutación de Dejan Lovren, que pasó de ser un hombre-orquestra a poco menos que un payaso de circo. Tampoco es probable que predijeran que el rinoceronte que era Andy Carroll en 2010 se convertiría en la carroza sin ruedas que parecía el mismo Andy apenas un año más tarde.

La única regla segura que podemos extraer de un análisis profundo es que no tenemos aún información suficiente como para establecer reglas. Al final, el Liverpool demuestra una vez más que cualquier cálculo y previsión se puede ir al carajo por una razón muy simple: la falibilidad humana. Ningún club, por poderoso que sea, es inmune a la posibilidad del fracaso.

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El verano pasado, por ejemplo, un Manchester United en horas bajas decidió invertir en el mercado más productivo de todo el mundo: Sudamérica. Su idea genial consistía en tirar todo el dinero —cifras enormes— en brillantesjugadores sudamericanos… y ya está. La mayoría de los espectadores tuvieron la misma reacción: ¿cómo podría fallar algo así?

Falló, por supuesto. A cambio de los 50 millones de euros que el Manchester gastó en Angel Di Maria, el club recibió una elegante vaselina contra el Leicester. Y ya. El argentino desapareció en la sombra del dinero que se había gastado en él. Algo similar pasó con Radamel Falcao, a quien el Manchester pagó unos 350.000 euros a la semana durante toda la temporada 2014/15: empezó fuerte, se diluyó, y terminó desapareciendo en la nada más absoluta antes de ser traspasado al Chelsea.

Radamel Falaco o cómo ganar (muchísimo) dinero sin marcar ni un gol. Foto de Peter Powell, EPA.

Sin embargo, la palma en la Premier League se la lleva precisamente el Chelsea. Uno de sus últimos movimientos en el mercado fue épico: se gastaron más dinero en Juan Cuadrado que el FC Barcelona en Ronaldinho. El colombiano jugó exactamente cero partidos enteros, metió exactamente cero goles, y su relevancia a lo largo de la campaña fue exactamente… dejadme pensar… ah, sí: cero.

Ojo, podría ser que hubiéramos escogido ejemplos equivocados y no representativos: al fin y al cabo, el avance de los cazaestadísticas en el fútbol prosigue imparable, y esto no puede ser casual. Da la sensación, incluso, que los maletines que históricamente se usaban para adquirir los mejores talentos de Europa terminarán siendo sustituidos por ordenadores portátiles y discos duros externos llenos a rebosar de datos estadísticos.

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Todos los fracasos que acabamos de mencionar, pues, podrían no ser más que una parte necesaria del proceso de construcción de lo que algún día será el "algoritmo perfecto que nunca falla", la fórmula infalible para contratar al prodigio de turno. Un poco aquello que relataba el libro Moneyball de Michael Lewis y la película con Brad Pitt que inspiró.

Toca hacer un viaje a la península de Jutlandia para comprender mejor la dimensión de los datos en el fútbol. El mes pasado, el FC Midtjylland —uno de los clubes más pequeños de primera división de Dinamarca— ganó su primer gran trofeo, justo tres años después de que el empresario británico Matthew Benham adquiriera la entidad. Benham se embarcó en una revisión total de la institución, no solo desde el punto de vista financiero sino también deportivo: y lo hizo siguiendo métodos estadísticos para determinar altas y bajas.

Benham también es propietario de Brentford, un pequeño club de la League One que se quedó a las puertas de la Premier League gracias a los revolucionarios métodos de su dueño. Benham tiene dos clubs en sus manos que no deberían ser ignorados: tal vez la revolución de los datos esté ya en marcha.

De momento, sin embargo, todo parece seguir siendo vago. La época en la que los datos nos darán informaciones irrefutables parece aún lejana; los clubes aún tienen margen para seguir metiendo la pata con fichajes como los de Lovren, Carroll y Di María.

El guionista (y ganador de un Oscar) William Goldman dijo que "nadie sabía nada" cuando le preguntaron sobre el negocio del cine y la capacidad de predecir qué iba a ser un éxito y qué no. Sería una mentira trasponer esa frase al mundo del fútbol, por supuesto, porque allí hay un sinfín de analistas dedicados a sacar punta hasta al más mínimo dato. Aún así, no obstante, todos aquellos afortunados que hayan visto un mínimo de la horrorosa temporada del pobre Dejan Lovren podrían decir: "bueno, quizás no sea una mentira tan grande en realidad".