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Jaque mate o nocaut: una noche de ajedrez y boxeo

Las piezas de ajedrez y los puños volaban por el aire en esta batalla de cerebros y puños.

Iepe Rubingh comprueba por última vez de que todo esté listo. En el centro del cuadrilátero hay una mesa pequeña con dos taburetes a cada lado. El público mira fijamente las puertas, esperando que aparezcan los púgiles. Esta noche, esperan poder ser testigos de un jaque mate, un nocaut o ambos; al fin y al cabo, esto es ajedrez-boxeo.

Como el balonkorf o el klootschieten (juego neerlandés que significa literalmente “lanzar la pelota”), el ajedrez-boxeo es uno de esos deportes tan peculiares que se inventan en los Países Bajos. Al exartista Iepe Rubingh se le ocurrió mezclar inteligencia y fuerza en un deporte que él mismo probó en primer partido mundial celebrado en 2003. Dieciséis años después, el Ignition Festival ha vuelto a traer este deporte al lugar que lo vio nacer: el icónico Paradiso, una antigua iglesia de Ámsterdam reconvertida en sala de conciertos.

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En el pasillo, el letón Olegs Petrovsky se prepara para entrar, colocándose el protector bucal. Las rondas empiezan con una jugada de ajedrez, seguida de un asalto de boxeo. Si tras cinco rondas no hay ningún nocaut o jaque mate, un panel de jueces elige al ganador.

“La primera vez fue sumamente estresante”, dice Rubingh. “No teníamos ni idea de cómo iba a salir. Habíamos estado todo el año preparándonos y entrenando exhaustivamente, pero no teníamos ninguna experiencia jugando al ajedrez o boxeando. Los púgiles de hoy en día son mil veces mejores”. Esto quizá se debe a que este deporte se ha popularizado por todo el mundo en los últimos años. Unas 3500 personas participan en combates organizados en Finlandia, India, Rusia y Alemania.

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Petrovsky se pone la capucha de la bata y entra en la sala. Daniil Soloviev, su oponente ruso, también entra y se sienta en uno de los taburetes. El presentador indica que la primera ronda empieza con una jugada de ajedrez. Los participantes llevan auriculares con cancelación de sonido para no perder la concentración. No oyen el grito de sorpresa que suelta el presentador cuando Soloviev hace una jugada arriesgada. La gente ve la partida en una pantalla enorme, mientras que los jugadores mueven las manos a toda velocidad, parando el temporizador en cuanto mueven pieza. El público se vuelve loco, pero ninguno de los púgiles lo oye.

La leyenda del kick boxing Rem Bonjasky se sienta al lado del presentador, esperando para comentar los asaltos de boxeo. “Es muy listo”, dice Rubingh. “Si fuera un jugador de ajedrez profesional, podría haber llegado a campeón del mundo”.

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Comienza el primer asalto. Quizás crees que la mayor parte de los jugadores de ajedrez evita la violencia a toda costa, pero en el ajedrez-boxeo es una parte vital en la que los jugadores se lanzan ganchos y golpes a la tripa. Para competir, se debe poseer un conocimiento, cuando menos, básico de ambos, dice Rubingh. “Si no, acabarás en el suelo en 12 segundos o en jaque mate en la primera ronda”.

Petrovsky vuelve a la partida de ajedrez con un corte en la cabeza que se acaba de hacer. Rubingh comenta que él estaría eufórico. “La sangre te corre por todo el cuerpo, así que no te queda mucho oxígeno en la cabeza. Tienes que pensar bajo mucha presión. Es como ser un astronauta o un soldado”. Con los oídos pitando y el corazón latiendo a 160 latidos por minuto, los jugadores se intentan concentrar en el tablero que tienen enfrente.

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Transcurren cinco rondas sin ningún nocaut o jaque mate. Pero el temporizador de Soloviev se para en la última jugada de ajedrez: se le ha acabado el tiempo, Petrovsky gana. El segundo encuentro de la tarde es entre Denis Gurba, de Rusia, y el finlandés Sakari Lähderinne. El ruso busca venganza tras la última derrota frente al finlandés.

Las piezas de ajedrez desaparecen de la tabla volando, a una velocidad vertiginosa. Los puñetazos se lanzan aún más rápido. Casi al final de la tercera ronda, Gurba consigue acorralar a su oponente en el tablero. Justo antes de cerrar la jugada, suena la campana; es hora de volver al cuadrilátero.

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Tras un par de ganchos a la mandíbula, Gurba se desploma. El árbitro cuenta hasta ocho, es como si los roles se hubieran invertido de repente. Tambaleándose, consigue mantenerse en pie. Logra aguantar hasta el final de la ronda y vuelve a su taburete, a tiempo para hacer un jaque mate a Lähderinne.

El ajedrez-boxeo puede parecer un chiste, pero la electricidad se siente en el ambiente y los deportistas son extraordinarios. Los ganchos y puñetazos también son muy reales: me destrozaron la cámara y me fui con una ceja ensangrentada cortesía de Petrovsky.

Más fotos de la velada aquí abajo:

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