La guía al aficionado neutral para enamorarse del Chelsea FC

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La guía al aficionado neutral para enamorarse del Chelsea FC

Nos adentramos en la parte oeste de Londres para preguntarle a los fans del Chelsea qué se siente ser Blue, y por qué deberíamos apoyar a su equipo.

Apodo: The Blues, The Pensioners

Breve resumen: Fashionistas millonarios del oeste de Londres.

Fanáticos famosos: Gordon Ramsey, Matt Damon, Will Ferrrell, Billy Idol.

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Existe una corriente de pensamiento que considera al futbol –particularmente al futbol inglés– una especie de sufrimiento ritual. Uno apoya al club de la ciudad en casa y de visita impulsado por un sentido de deber. El lugar de preferencia para el precopeo de la jornada es una cantina de quinta donde te sirven cervezas del color y temperatura de orina fresca, y de la comida mejor ni hablamos después de los problemas que hubo con sanidad. Para completar tu miseria, tu equipo es una mierda, ya sea por su falta de interés y su nómina excesiva o por no pagarle suficiente a sus ineptos jugadores. No es divertido. Pero sigues ahí, porque se supone que así debe ser: apoyar a tu equipo en las malas y peores, de Plymouth a Carlisle, hasta que la muerte o la liquidación los separe. Es pasión en su sentido original: un tipo de sufrimiento perverso sin el cual no puedes vivir.

Hay lugares en toda Inglaterra donde este ritual es una experiencia estandarizada, pero el oeste de Londres no es uno de ellos. El Chelsea F.C., en su encarnación del Siglo XXI, engloba un forma fácil de apoyar a un equipo de futbol: bares coquetos, un panorama atractivo, y un equipo cuya habilidad para competir en torneos importantes es siempre garantía por la presencia de un oligarca ruso con uno de los presupuestos más holgados. Bajo el patronazgo de Roman Abramovich han sido campeones de la Premier League en cinco ocasiones, se coronaron reyes de Europa en 2012, y son ávidos coleccionistas de talento de clase mundial. El Chelsea tiene pocos rivales en el circuito inglés y, como es de esperarse, son detestados por ello.

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Por supuesto, no siempre fue así, y en ello yace la contradicción del Chelsea Football Club. Aunque sus fans la han tenido relativamente fácil en los últimos 15 años, lo que aconteció tiempo atrás fue muy diferente. El último descenso del Chelsea fue algo "reciente", en 1988, y apenas en 2003 pasó a ser propiedad legal de Ken Bates. Fuera de la cancha, el racismo endémico y los horrendos problemas con los hooligans asolaron Stamford Bridge; el equipo prometió mucho pero hizo poco. Aunque en la actualidad el Chelsea la pasa de lujo rodeado de riquezas, hubo una época en la que fue un desastre.

De hecho, en muchas ocasiones el club pareció coquetear con su extinción. Estuvieron muy cerca de hacerlo antes de que Bates rescatara al club en 1982, y una temporada después terminaron tres puntos por encima del descenso a la tercera división. El problema de los hooligans encabezado por el grupo Chelsea Headhunters fue uno de los peores en el futbol inglés; los grupos de extrema derecha como Combat 18 y el National Front convirtieron a Stamford Bridge en su cuartel de reclutamiento. Una sección de los fans del Chelsea cantaba "No necesitamos al negro", consignas dirigidas a Paul Canoville conforme se disponía a entrar como sustituto, mientras que otros más preferían quedarse en los bares cuando Canoville aparecía en la alineación titular. Un fanático de antaño con el que hablamos describió solemnemente este período como "el paréntesis". Si Chelsea hubiese desaparecido sin rastro, más de uno habría considerado el hecho una bendición.

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Violencia en Stamford Bridge en la década de los 80 // PA Images

Su no extinción le debe en parte a la suerte e intervención divina. Entre 1979 y 1984, el Chelsea era un conjunto de la Segunda División con un estadio en ruinas. El problema con los hooligans fue tal que, en 1985, Bates dio a conocer un plan para instalar rejas eléctricas en Stamford Bridge para reducir la violencia. Los mediados de los 80 fueron mejores, pero el equipo volvió a descender a segunda en 1988. El ambicioso proyecto para impulsar a Stamford Bridge casi los deja en la calle, y además merodeaba el espectro de perder su estadio, ya que los desarrolladores de la propiedad estaban dispuestos a hacer polvo el recinto y construir el tipo de apartamentos dirigidos a hombres como Roman Abramovich. A mediados de los 90, Matthew Harding tomo la vicepresidencia y se ganó rápidamente los corazones de los fans, todo para fallecer en un accidente aéreo mientras se dirigía a casa después de un partido del Chelsea. Para la mayoría de los fans al futbol esto es muy parecido al sufrimiento. El hecho que este dolor haya ocurrido en una parte "linda" de Londres es irrelevante.

Así que cuando el oligarca ruso mencionado con anterioridad llegó al club en 2003, ofreciendo compartir las riquezas que había amasado después del colapso de la Unión Soviética, a nadie le pareció injusto que el Chelsea fuese el destinatario. No se trataba de un equipo como el Manchester United o Arsenal –adinerados y exitosos– tomándose un descanso. Los millones del Chelsea hicieron que los equipos más grandes Inglaterra se volvieran más competitivos (similar al Man City casi una década después).

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Todo esto es importante para entender al Chelsea de 2017. A los fanáticos rivales se les ha hecho costumbre describir a los seguidores del Chelsea como engreídos. Desde luego, hay quienes lo son, pero quién no lo sería si tu exporquería de equipo se ganara la lotería del futbol y se convirtiera en el primer campeón europeo de Londres.

Pero la inyección de dinero y éxito ha tenido una consecuencia inevitable: el número de fans del Chelsea se ha hinchado por una ola de nuevos seguidores cuya relación con el club no incluye hooligans y problemas financieros. Nacieron en la época de Mourinho, Múnich, y Abramovich.

Esto no encaja del todo bien con los seguidores más conservadores para quienes su lema "nuestro pequeño club" está vinculado con haber experimentado momentos difíciles y oscuros en el futbol. Parte de lo que hace a un fan del Chelsea –lo que podría describirse como un fanático propio– es haber sufrido los malos momentos o, la menos, haber estado ahí antes de la llegada de Abramovich. En este sentido, existe una diferente inherente entre un fan del Chelsea que recuerda la década de los 90 y uno que no (recordar los 80, 70 o 60 es algo muy diferente). Hay que reconocer que hay una tendencia por idealizar el pasado cuando las cosas eran, citando a más de un veterano, "una mierda". Pero esto no representa una diferencia fundamental en la experiencia que la gente tiene del club. Las tribulaciones de la temporada pasada son un ejemplo perfecto: si hubieses visto al Chelsea jugar en la segunda división, te considerarías bendecido por terminar en el décimo lugar de la Premier League.

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Lo que nos recuerda que el Chelsea –como la mayoría de los clubes de la Premier– ha pasado por más de un cambio de identidad. Antes de la lujosa era corporativa y del infierno de los 80, era un conjunto glamuroso que atraía celebridades a Stamford Bridge. En ese entonces la calle King's Road era todo futbol, moda, y rock 'n roll. Esta fue la mística que se creyó Abramovich, no los skinheads que repartían panfletos de extrema derecha.

A pesar que los fans del Chelsea se han acostumbrado a su nueva vida más cambios les esperan. El estadio está a nada de recibir su remodelación más grande es un siglo. El nuevo desarrollo del recinto verá la construcción de un nuevo estadio en el mismo lugar; lo cual significa que los viejos rituales permanecerán. Sin embargo, esto significa que pasarán tres años en Wembley como intrusos.

Bruno, editor de la revista VICE en el Reino Unido, presume su playera del Chelsea.

¿Entonces qué es el Chelsea en 2017? ¿Qué hay debajo de las apariencias corporativas y valores de marca, los gigantescos acuerdos de patrocinio, el despilfarro de dinero en los fichajes y la acumulación de jóvenes futbolistas? En palabras simples es un club como cualquier otro. Quizá los fans no estén complacidos con esta descripción, pero del Chelsea de los 80 al de la actualidad es un gran salto. Aún tiene uno que otro imbécil en la grada –aquellos que cantan en las estaciones del metro de París, "Somos racistas, y así nos gusta ser"– pero el Chelsea, como cualquier equipo en Inglaterra, se esfuerza por erradicar este tipo de comportamiento. El Chelsea es un club conformado por diferentes etnias y credos. Podemos decir que este equipo fue el mayor beneficiado de la creación de la Premier League, ya que muchos de los fans de clase media se sintieron atraídos.

Es un equipo como cualquier otro, alentado por la misma mezcla de personas que apoyan a los demás clubes de la Premier en el 2017. No son extraordinarios: resulta que les tocó vivir en una área vistosa de Londres, y una de sus consecuencias fue llamar la atención de un cacique ruso. La mayoría de los seguidores del Chelsea son simples personas que aman a su club, y no hay razón para odiarlos.

Texto: @Jim_Weeks / Videos: @W_F_Magee