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FIGHTLAND

Nate Diaz y sobrevivir en un mundo de "Todo o Nada"

Enfrentar a cualquier persona, en cualquier lugar a cualquier hora no te recompensa con amabilidad.

Ilustración por Grimoire

"Creo que deberías derrotar a todos en tu peor día, pero nunca puedes estar listo para una pelea de cualquier manera", le dijo Nate Diaz a TMZ sobre su pelea en peso wélter con poco tiempo de anticipación contra Conor McGregor en UFC 196 este sábado. "Podría terminar derrotado. Pero no me importa. Está bien. O él podría [ser derrotado]".

Creo que ese fatalismo, expresado con otro lenguaje, haría que Hemingway se sintiera orgulloso. Al acercarse a una pelea profesional con poco menos de dos semanas de preparación y sin ninguna otra consecuencia tangible en línea, además de las consecuencias humanas, no estar interesado por el resultado es una actitud válida. Y es una que Nate Diaz ha tenido durante más de una década.

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Es difícil creer que han pasado tanto tiempo desde que vimos a Diaz volviéndose loco y estar a punto de golpear a alguien en la casa de The Ultimate Fighter en la quinta temporada. El misticismo de su hermano Nick —puesto en la banca después de golpear y someter a Takanori Gomi en Pride, y luego dar positivo por mariguana— se le contagió a Nate, y parecía su doble en UFC, con habilidades de jiu-jitsu sobrenaturales más allá de cualquier cinturón que abrochara sobre su gi y manos que le ganaron el reconocimiento de Andre Ward. Después de mudarse entre las 155 y 170 libras, un trio de presentaciones contra Gomi, Donald Cerrone y Jim Miller llevaron a Nate a una pelea de título en 2012. En esa pelea perdió ante Benson Henderson y en los años posteriores ha mostrado vulnerabilidad contra luchadores fuertes y ha mostrado momentos brillantes en la pelea de pie, de manera más reciente contra Michael Johnson.

Gane o pierda, las peleas de Diaz frecuentemente se convierten concursos de hacer enojar al otro. Es mejor perder la pelea en las tarjetas de los jueces y hacer que todos sientan indignación o que hubo conspiración en lugar de echarse para atrás.

La última pelea contra Johnson puso a Diaz en línea para enfrentar a McGregor, pero es imposible hablar sobre Diaz solo por la manera en la que pelea, y es imposible hablar de su atractivo sin seguir invocando a su hermano mayor. Se entienden en parte porque son símbolos de una contracultura, o al menos si existe una en el MMA. Juegan a ser las víctimas de la estructura de poder: Más allá del gusto de Nick por la planta prohibida —una preocupación que, debido al poco tiempo de preparación para la pelea contra McGregor, también se extiende para Nate— Nate recibió una multa por usar sus pantalones de mezclilla en el pesaje en lugar de la ropa de Reebok antes de la pelea contra Johnson. Son leales a la gente que forma su campamento de entrenamiento, y mientras que las dietas pasan y los peleadores pasan de entrenar volteando llantas a hacer lagartijas, Nate sigue corriendo kilómetros preparándose para triatlones y maratones, el tipo de entrenamiento que los entrenadores de fuerza y acondicionamiento para el MMA aconsejan no llevar a cabo.

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Diaz también le da a los moralistas una gran razón para pensar que es lo peor que le ha pasado al MMA. Se ha hecho de una reputación por pelear fuera del octágono y es hostil contra sus oponentes —peleó contra Johnson en un lobby antes de que se enfrentaran en la jaula. Es vulgar, le enseña el dedo a sus oponentes tanto en la victoria o desafiando, y dice groserías antes de pensar en la siguiente sílaba. (Con menos gracia que en el episodio de los pantalones, en el 2013 Nate fue multado con 20 mil dólares por dedicarle un insulto homofobico al peleador Bryan Caraway en Twitter). Si te inclinas por ver a Nate como un abusón, o un mal embajador del deporte, puedes elegir varias evidencias.

Pero aquí hay una contradicción. Ayer, UFC estrenó un video promocional de dos minutos para el pago por evento de esta semana con el subtítulo: "UFC 196: Anybody, Anytime, Anyplace" (en cualquier lugar, en cualquier momento, a cualquier hora).

La frase habla de una filosofía de peleas que le gusta a una gran audiencia, una que dice: a la mierda los detalles, la presentación, los instintos de sobrevivencia y despiertan la violencia. Al mismo tiempo, otro contingente pide caballerosidad en los peleadores, una habilidad para tratar el MMA como una profesión, de darse la mano y decir "buen trabajo" antes y después.

Una disponibilidad de enfrentar a quien sea, en cualquier lugar a cualquier hora no recompensa y ser amable con la gente con la que peleas no significa que no eres honesto cuando expresas tus intenciones de hacerles daño.

Golpear, patear y estrangular no son cosas buenas por hacer, pero los arreglos que hacen que las peleas sean un deporte sustentable oscurece su verdadera naturaleza. Nate es lo que ocurre bajo esas decoraciones —cada pelea se vuelve muy personal y emocional porque las peleas en sí son emocionales y personales. "Entonces, ¿qué quieren que haga?" Le pregunta Diaz a la persona detrás de la cámara que está grabando otro video promocional que se estrenó ayer. "¿Qué sonría y lo abrace? No lo creo. Estamos en guerra aquí".

Jugar al tipo bueno parece como la cosa más tonta en un mundo en el que es todo o nada.