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Cultură

Así de fácil es hacer pacharán casero

Coge unas endrinas, las metes en anís y esperas unos meses. Un navarro nos cuenta los secretos del brebaje más traicionero de todos, gracias a su absurda cantidad de azúcar.

Como cualquier español medio, a lo largo de mi vida me he emborrachado en infinidad de ocasiones y de todas las maneras posibles: a base de minis de calimocho, de litros de cerveza, de copazos de garrafón o incluso de chupitos, ese repugnante formato que te permitía, cuando apenas eras un púber, salir haciendo eses de un antro infecto al que habías entrado sólo con las 500 pesetas de tu paga semanal en el bolsillo.

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A pesar de haber tenido resacas mastodónticas provocadas por el exceso de todas y cada una de esas bebidas, mi experiencia etílica me sitúa en condiciones de afirmar, a mis trentaitantos, que la peor de todas ellas es, y ha sido siempre, la que provoca el pacharán. El tradicional brebaje navarro es el más traicionero y cabezón de todos los licores, gracias a su absurda cantidad de azúcar y, sobre todo, a la facilidad con la que uno puede acabar pasándose de la cantidad recomendada tras una sobremesa que se prolonga más de la cuenta. Es la única bebida que me ha hecho ver doble, y hasta triple, y la que más veces me ha hecho prometerme a mí mismo aquello de 'de esta mierda no vuelvo a beber'. Y sin embargo, oh, paradoja, es la única que sigo consumiendo, más allá del vino y la cerveza. No sería capaz de beberme un chupito de tequila ni por todo el oro del mundo, casi no recuerdo a qué sabe el calimocho y hace años que no pido una copa. Pero amigos, si alguien saca un pacharán después de comer… no sé decir que no.

Hacer pacharán casero es tan fácil que hablar de receta da hasta un poco de risa. Sólo hacen falta dos ingredientes: anís y endrinas. Y aun así, la diferencia entre un pacharán casero y esa triste botella de Zoco que te compras en el ultramarinos es abismal. No hay color. Por eso, cuando un amigo navarro me propuso aprovechar un paseo por el monte para recoger endrinas y hacer pacharán, lo vi claro. Es fácil, es barato: hagámoslo. Y es que fabricar tu propio alcohol te proporciona una estúpida sensación de autosuficiencia. Como si realmente sirvieras para hacer algo que, en el fondo, sabes que no sirve absolutamente para nada, más allá de castigarte el hígado con un par de amigos. Incluso en un momento determinado llegas a fantasear con la posibilidad de venderlo a todos tus colegas y familiares. 'Joder, es que está muy bueno', piensas. Luego vuelves a la realidad y te das cuenta de que sólo eran delirios de grandeza provocados por el rojizo elixir. El cuento de la lechera en versión ebria y navarra.

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Endrinas, también conocidas como pacharán en potencia. Imagen vía.

A pesar de la sencillez, es importante tener en cuenta una serie de pequeños secretos para que el pacharán casero sea todo un éxito. Uno de mis amigos navarros os los cuenta amablemente, con la característica sequedad y ausencia total de gracejo de esa hermosa zona de España:

- Las endrinas. "¿Endrinas? Aquí en Navarra los llamamos 'pacharanes'. Lo más gracioso es que los que usamos a nivel industrial los importamos de los países del este y de Guadalajara. Tócate los cojones. Si vas a cogerlos tú, es importante que elijas los pacharanes más firmes, secos y brillantes, ya que si están arrugados se te van a estropear seguro. Y hay que esperar a la primera helada del otoño: no sé por qué hostias de proceso químico, pero hace que la endrina coja más azúcar".

- El anís. "No vale cualquier anís: tiene que ser anís especial para pacharán, de 24 o de 28 grados. Aquí en Navarra los encuentras fácil, aunque me imagino que lo podrás comprar en cualquier lado. La garrafa de tres litros cuesta unos 18 euros. Hay que echar 100 gramos de pacharanes por cada litro de anís, aproximadamente una tercera parte de la botella. Ni más, ni menos".

- Los extras. "Yo le echo un puñado de moras, que le dan color. Hay quien añade canela y granos de café, lo que me parece una puta cerdada, y alguno hasta le echa más azúcar para elevar aún más el grado de alcohol y hacerlo todavía más dulce. Cada navarro tiene su propia receta".

- La maduración. "Hay que moverlo de vez en cuando. Un golpe seco a la semana: plas, plas. Dándole una buena hostia en el culo de la botella. ¿Te mando un vídeo?".

- El bonus. "Pasados los seis meses, prueba a comerte un puñado de endrinas nada más sacarlas de la botella. Están ácidas y ásperas como su puta madre, pero te pillas un pedo que te jodes". Tomo nota.