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Cultură

Todo vale en las ferias de arte bogotanas

¿Qué opina un curador extranjero de las ferias de arte en Bogotá? ¿Qué hizo en ellas? ¿Cómo las vivió? ¿Pueden compararse con otras en las que él ha estado?

La mesa del curador en el segundo nivel de NEST-LAB.

Esta historia llegó a mí como un juego por parte de mis editores acá en VICE. La idea era hacer un artículo sobre ArtBo y las ferias paralelas, Odeón, BARCU y la Feria del Millón (donde 1.000 artistas presentaron su trabajo, pero sólo 15 fueron seleccionados), desde la perspectiva de un curador independiente extranjero, ajeno a la escena local, que nunca antes había visitado a ArtBo. Iba a ser articulo sobre lo que vi, y cómo lo que vi se compara con ferias de otros países en las que he estado.

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Primero lo primero: fui curador por más de 20 años en Holanda, antes de mudarme a Bogotá. He hecho parte de una prestigiosa galería en Amsterdam, la galería TORCH, por más de 15 años, y trabajé en el Museo de Groninger por cinco años, manejando la división de Moda contemporánea a mediados de los 90. Antes de eso estuve trabajando como curador independiente basado en Europa. Escuché muchas cosas sobre ArtBo desde que llegué a la capital de Colombia, pero quería saber cómo se vería la cosa frente a prestigiosas ferias, como ArtBasel en Suiza, que para mí, es la mamá de todas las ferias (su hijo es MIAMI BASEL) también la FIAC en París, Art Rotterdam y KUNSTRAI en Amsterdam.

Los artistas Juan Peláez y Adriana Martínez, los dos socios del espacio alternativo manejado por artistas MIAMI, me dijeron que me enloquecería con la cantidad de eventos alrededor de las ferias. (Coincidencialmente, el trabajo icónico de Peláez, unos espejos de carro actuando como cámaras de seguridad, llamado I knew you where trouble, estaría montado estratégicamente por toda la Feria). Ellos sabían que iba a ser una semana frenética e iba a ser una tarea difícil asistir a todos los brunch, las charlas, las inauguraciones, las fiestas, los estudios abiertos… Y más fiesta, 24/7, durante 5 días de locura colectiva. Ellos me expliocaron que era el festival de la escena arty contemporánea en Bogotá.

María Catalina Rodríguez, directora de NEST ART Center; Juan Peláez, artista y director de MIAMI, y Ricardo Perdomo director de NEST Art Center.

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Este sería el onceavo y más grande año para ArtBo, con más de ochenta galerías participantes (27% más que el año pasado) tanto nacionales como internacionales. BARCU, que estaba ubicada en la Candelaria, tenía una onda más alternativa, underground; Odeón sería abierto un día después de la fiesta "fanfarrística" de inauguración que me perdería (tenía que darle clase de inglés al otro día a un ejecutivo en Chapinero Alto y sabía que si iba a la fiesta me emborracharía y no sería capaz de enseñar presente perfecto continuo o cualquier otro tiempo verbal en inglés; y si eso pasaba, eventualmente tendría que dejar de lado al resto de mis estudiantes de inglés para poder asistir a algunas de las aperturas y eventos programados en ArtBo… mea culpa).

Como fuera, escuché por parte de todas mis fuentes en ArtBo que la fiesta de inauguración fue una bomba. Tan buena, que los coleccionistas que habían estado revoloteando en el evento se quejaron de que fluyera tanto alcohol de uno de los patrocinadores (eehhhhh ¿Grolsch? ¿Chandon), que la música estuviera tan alta y que no pudieran comprar ningún trabajo porque todo el mundo andaba ebrio. Tal es la vida artística, especialmente en una feria de arte. ¿Alguien quiere rumba?

Mi guía en BARCU había sido el artista español residente en Londres Diego Delas. Unos días antes me lo había presentado el súper curador Ramiro Camelo (ahora me odia, lo sé, ya que detesta que se refieran a él con superlativos) en la apertura de BARCU en la galería Hoffmann. Ramiro me había dicho que Delas sería uno de los artistas destacados: su trabajo se presentaría en uno de los espacios independientes de BARCUS, ubicado en una casa abandonada. De hecho, había sido Delas quien me había dicho que muchas de las casas habían sido evacuadas a tiempo para la instalación de los trabajos de algunos de los artistas invitados, entre los que estaba él. Cuando llegué, Delas aún estaba instalando su show sobre el tema de la religión, el encantamiento y la memoria en su esencia y esperando las luces y la iluminación (cosa que nunca se materializaría).

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Fotografía de la instalación Agüeros de los nuestros de Diego Degas en BARCU.

Ambos nos dimos una vuelta por la sede inacabada. Eran las 4:30 p.m. y se suponía que los visitantes llegarían pronto. Diego me decía que nadie se presentaría antes de las 11:00 p. m. Aunque aún faltaba trabajo por parte de las galerías participantes, estaba impresionado por lo que veía. Había una galería de Israel que, para mí, estaba mostrando un trabajo muy emocionante. Más tarde, Diego se acercaría a mí, diciéndome que no estaba impresionado por lo que veía, que mucho de lo había allí era "altamente mercantilizado". No estoy seguro de si se refería a todos los Jesús y Marilyn que parecían ocupar los muros de muchas galerías. Me fui luego de haberme bogado dos Poker con Diego y el artista brasilero-peruano Daniel Barclay, quien estaba exhibiendo justo al lado del trabajo de Diego, preguntándose si alguien pondría las luces.

La apertura a prensa para el ArtBo al otro día fue una locura. Me tomó una eternidad conseguir mi pase (pésima organización para esto, por cierto), pero, una vez dentro, valió la pena. No hablo sólo de la comida abundante y las bebidas alcohólicas que había en el evento, que también eran impresionantes, pero todo Corferias, que es como cualquier centro de convenciones del mundo, fue transformado en un laberinto del arte.

Los estantes-galerías y las cabinas ubicadas una al lado de otra. Arte en pie como un caminante callejero en una mañana de domingo. La oficina de prensa, que era patrocinada por la Cámara de Comercio de Bogotá, era un estado-del-arte, un centro multimedia de ordenadores de pantalla plana y periodistas conocedores de la tecnología, con smartphones atados a las extremidades y, con frecuencia, lleno de veinteañeros profesionales de película.

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Caminé por los alrededores, impresionado, coctel en mano (el tercero). Sabía que tendría que volver, porque el espacio estaba lleno de galerías y arte y si quería hacer justicia a ArtBo, debía hacerlo. No puedes conocer el Louvre en un día, siempre se lo digo a la gente (bueno, tú puedes, pero no serás capaz de digerirlo todo). Y no estaría para la fiesta de inauguración de esa noche.

Resumiendo, pasaría tres días en total en ArtBo y saldría con la sensación de que era como Art Basel o FIAC o cualquier otra feria de alta potencia, donde las ventas son el último objetivo. Esto no es algo malo: es lo que alimenta el mundo del arte y el mercado del arte. No dejes que nadie te diga lo contrario, el arte (y el mundo del arte) es un negocio. De hecho, es el único juego en la ciudad para alguno de nosotros. Aparte de esto, no me había sentido abrumado con lo que había visto en Artecámara, pero me conmovió el trabajo inspirador en los espacios Sitio, especialmente la instalación de Adriana Marmorek titulada "Máquinas Deseantes".

Tanto la Cámara de Comercio de Bogotá como de la organización de ArtBo tienen como política no divulgar cifras sobre cuánto trabajo se vende durante los cuatro días de la feria, pero me enteré por otros medios de que la Galería León Tovar terminó vendiendo más que cualquier otra galería en ArtBo, y que una pieza de la Galería Beatriz Esguerra, citada como la más cara de ArtBo, había sido vendida. Eso es lo que mis fuentes pudieron decirme. No hay cifras monetarias reales aquí, lo siento amigos.

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Y mientras ArtBo pudo haber ocupado la silla de papá oso y BARCU la de bebé oso, Odeón pudo haberse sentido justo como una feria intermedia. El espacio deconstruido de paredes expuestas se inclina muy bien por algunas galerías de tamaño medio y espacios culturales. Brasil fue el país invitado este año; y como era el quinto año de Odeón en la feria, escuché a muchos decir que había sido su mejor año hasta el momento. Como referencia, no podría estar o no de acuerdo, siendo este mi primer año, pero debo decir que, para mí, daba la sensación de una exposición alternativa ya constituida. Me recordó cuando la FRIEZE, en Londres, abrió sus puertas hace más de 15 años. Odeón parecía estarse posicionando.

Al final me perdí la Feria del Millón (donde uno puede comprar arte por debajo de un millón de pesos) y Art Chicó, que fue organizada y dirigida por mi amigo artista Maquiamelo y su compañera Reina. Había muchas cosas que ver y hacer. Me las arreglé para conocer al fotógrafo Jorge Panchoaga y Santiago Escobar-Jaramillo, cuya conferencia posterior en Casa Schaller tenía que ver más con la superación de los límites de la fotografía en Colombia en lugar del fin de la fotografía como la conocemos ahora (lo siento, aún tendremos que vivir con las selfies de Kim Kardashian por mucho tiempo).

I knew you were trouble, 2015. Espejo retrovisor robado de un Ford Fiesta. Instalación de Juan Sebastián Pelaez.

Ambos fotógrafos estarán lanzando la primera FEFEEST (Feria y Festial de Fotografía en Colombia) en Cartagena, en febrero de 2016. Sus trabajos, diferentes entre sí, se ocupan de cuestiones que tienen que ver con desplazamiento forzado producto del conflicto colombiano. Estos dos caballeros desinteresados están en la misión de empujar la fotografía colombiana más allá de sus límites y buscan llevar a otros fotógrafos compatriotas a su lado. La serie de Escobar-Jaramillo "Colombia Tierra de Luz" (www.colombiatierradeluz.org) ha sido exhibida tanto en el MIT como en Harvard, mientras que la serie de Panchoaga fue presentada en el New York Times en junio (http://lens.blogs.nytimes.com/2015/06/17/lost-at-home-in-colombia/).

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Tuve una experiencia explosiva y "ojo-mocionante" al conocer y comprender, en cierta medida, la escena de arte contemporáneo de Bogotá en un periodo previo y durante las ferias. Es un mundo apasionante, vibrante y fascinante, que compite con París, Londres, Nueva York, Amsterdam y Miami. Y mientras algunos mercados pueden subir y otros pueden bajar, el mercado del arte puede ser el único juego en este pueblo para aquellos que son aficionados a su volatilidad, incluso en Bogotá.

Y el apunte cultural: no te pierdas la exposición del Centro de Arte Nestcon los sublimes dibujos de Ivan Rickenmann junto a las obras de Carlos Montoya, Felipe Echeverry y la inquietante instalación de Diana Martínez en TEST, el espacio experimental de NEST donde se permite a los artistas a probar las obras antes de ser exhibidas. Los trabajos estarán expuestos hasta mediados de noviembre.

El autor, Jim Cook (a la izquierda), junto al artista colombiano Juan Uribe y Martijn van Nieuwenhuyzen, curador en el Stedelijk Museum, Amsterdam. Fotografía de Martijn van Nieuwenhuyzen.

* Jim Cook es curador y escritor originario de Amsterdam, actualmente reside en Bogotá. Fue colaborador en el la revista de arte bimensual de Paises Bajos, Flash Art, (publicada en Milán, Italia), de 1996 a 2001. Fue curador de arte contemporaneo en el Museo Groninger, de 1996 a 1999, y estuvo vinculado a la galería TORCH en Amsterdam por más de quince años. Ha trabajado con Dame Vivienne Westwood, Azzedine Alaia, Andres Serrano, Helena Christensen and John Galliano, entre otros. Actualmente es colaborador de VICE Colombia.