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VICE Sports

Petardos: Maxi López, o el pretendido “Drogba blanco”

Maxi López prometió con River Plate, fichó con Barcelona y decepcionó en todos lados.

¿Qué puede¿Qué puede uno comprar con seis millones de euros? Para mayor precisión inflacionaria, con seis millones de euros de 2005. Es fácil pensar que con tal cantidad de efectivo sería difícil errarle a la inversión: hectáreas de viñedos, una cadena de salones de belleza, un ejército de repartidores de tacos de canasta. Fácil suponerlo pero equívoco. Los seis millones, por tomar un caso, que el Barcelona de Rijkaard pagó por los servicios deportivos de Maximiliano Gastón López habrían sido más rentables comprando videocaseteras.

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El blondo López jugó adelante desde chico. Entrenaba en inferiores de River y sin cumplir 18 todavía, Ramón Díaz decidió sumarlo al equipo de primera. Usar la de la franja en 2001 no era logro menor. Ahí estaban ya el "Burrito" Ortega, Daniel Ludeña, Federico Cavenaghi, Nelson Cuevas y al año siguiente llegaría el chileno Marcelo Salas. De López se esperaba cuerpo, zancada y definición, cumplió con dos de las tres en las primeras temporadas: facturó nada más un gol en cada año.

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Año del despunte, 2004. Pasó de López a ser Maxi en un partido contra Boca de visita. Entró de cambio, enloqueció defensas y, cancha injusta, celebró el gol que metió otro. Aún así, ya era nombre conocido. Entró gracias en la peligrosísima categoría de "joven promesa". Siete pepinos marcó ese año y seguía cumpliendo la encomienda: corría y metía el cuerpo. Ya se notaba que el metro ochenta y cinco no se amigaba con la gracia ni con la definición por alto. Cabecear no era lo suyo y el regate en frío tampoco. Lo suyo eran las diagonales dentro del área o la larga filtración que lo agarraba encaminado. Maxi, así parecía desde la tele, era más efectivo cuando corría. Y eso ya es decir bastante.

2005, año milagroso. Hay rumores de interés terruño afuera. Primero el Benfica, y quizá habría sido mejor y en ese universo Maximiliano López es un jugador ajustado a su talla, con una hoja de vida itinerante y modesta sin nada de la sorna, el remedo, la humillación que le vendrá años después. Pero ese pase no llegó. Anuncia entonces el Barcelona que entre su renovación de la plantilla —habían dejado ir a 16 jugadores— entraba un rubio que hacía de nueve correlón o de extremo un poco lento, venía de Buenos Aires recomendado nada más por su representante.

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Traicionado por un dedo fracturado en la pierna de la definición, Rijkaard se vio enfrentado a una disyuntiva: en esa misma promoción, la 2005, y más o menos para la misma zona de la cancha venía un camerunés de largo tranco. "¿Samuel Eto'o o Maxi López?" se habrá lamentado compungido el holandés en el banquillo antes de los partidos. Se decidió en casi todos por Eto'o con los resultados conocidos. Maxi entró un puñado de veces. Una de ellas Ronaldinho le cedió una en el área, en Champions y contra el Chelsea. Al año siguiente, aunque pisó el campo en nueve ocasiones y marcó una vez en la Copa —de penal y contra un equipo de segunda B—, Maxi López es campeón de Europa.

Maxi ya alzó una "orejona" Foto: Darz Mol/Wikimedia Commons

Entonces, aprovechando la buena voluntad y las ganas de persuadirse del Mallorca, Barcelona se los cede con opción a compra. La saeta blonda es recordado quizá por haberle pegado con el muslo en la quijada a Puyol en un partido contra el Barcelona (y por fallar con la cabeza en ese mismo partido)

Enardecidos en la isla con el desempeño errático, estéril del argentino, lo tildan de decepcionante. Ahí mismo hacen mención de lo que bien puede tomarse como una venganza fina, un regate léxico, una gambeta de la nomenclatura: revelan que "algunos" lo conocen como "el Drogba blanco". Esa facilidad tienen los apodos: la de fijar a una persona, contradictoria y llena de multitudes, a un rasgo definitivo. En este caso, Maxi más que goleador es sinónimo de sorna.

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Terminado el contrato con el club y sin oferta de permanencia en España comienza otra de las cosas por las que es famoso: su propensión al recorrido y el visado. Gracias a los buenos oficios de su agente —el verdadero crack en esta historia, que consigue hacer que el jugador siga registrado en equipos de primera división— para empezar la temporada 2007 el F.C. Moscú se declaró afortunado de contar con sus servicios. Tres años de dura competencia y nueve goles fue el saldo helado en Rusia. De ahí, amistad con Ronaldinho mediante, recibió una oferta del Gremio: venga a prueba y si convence le compramos la carta al club de Moscú. En Porto Alegre solo estuvo un año pero quizá debió quedarse más. Ahí su cuenta goleadora se elevó a 17, un hito en su carrera. Era querido por todos salvo por Elicarlos, mediocampista del Cruzeiro, pero es extraño el modo de operar de las expectativas personales. Diecisiete goles ese año y aún así había recelo, duda, no quedaba contento. Maxi estaba inquieto; su agente estaba inquieto. Y decidieron sellar de nuevo el pasaporte y viajar a Italia, a Sicilia, al Calcio Catania. En el equipo del elefante pasaría quizá sus tres años más soleados.

En Catania, diríamos, Maxi pasó sus años más soleados. Foto: Phil1m/Wikimedia Commons

Y entonces comienza para Maxi lo que continúa hasta ahora: una descarada campaña de desfalco a varios clubes del Calcio. Ocho partidos al Milán de Berlusconi, una temporada con la Sampdoria, de vuelta al Catania, de vuelta a la Sampdoria, un añito más con el Chievo Verona y finalmente, los dos últimos años con los granates del Torino. No le llevemos la cuenta de goles porque ese, desde hace tiempo, dejó de ser el propósito de Maxi López. Es decir, seguirá peleando los balones, exhibiendo su carencia de técnica y el paulatino pero ostensible declive de sus capacidades físicas. Seguirá reclamando las entradas, lamentando los errores y agradeciendo los pases más a modo. Pero ya no se trata de ser goleador sino de ser un sobreviviente.

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Y decíamos de la sorna: Maxi López, merced a la irrisión que provocan sus virtudes en el campo, tiene una iglesia. Maxi López, además, visita los talk shows. Se enamoró de Wanda Nara, ella sí una goleadora de la fama, y se casaron. Cosa normal en cualquier caso, salvo porque hace un par de años nos enteró de su divorcio, de la relación que tenían Wanda y Mauro Icardi, otrora amigo y ex compañero de Maxi en la Sampdoria. Para qué sirven las redes sino para humillar a un ex amigo. Tanta sorna y tanta injuria que en la cancha, cuando Mauro y Maxi se topan, hay siempre un pequeño drama.

Este fue en 2014:

Esta en 2016:

Nada de esto es tan importante para la carrera deportiva. Y sin embargo en el caso del petardo Maxi López parece serlo y con creces.