Imagen de la Medusa de Caravaggio
Medusa, por Caravaggio, 1595. Vía Wikimedia Commons
Identidad

El mito atemporal de Medusa, una víctima de violación convertida en monstruo

Desde la Antigua Grecia, la gorgona de cabellos de serpiente ha sido un símbolo sexualizado de la ira de las mujeres.

Artículo publicado originalmente por VICE en inglés.

Colgada en las famosas paredes de la Galería de los Uffizi en Florencia, hay una pintura de Caravaggio que representa una criatura femenina con rizos serpenteantes. La figura representada es tan majestuosa y aterradora que el poeta del siglo XVI Gaspare Murtola escribió sobre ella: “Huye, porque si tu mirada se petrifica en asombro, te convertirá en piedra”. Con los dientes descubiertos, una melena de serpientes retorciéndose y una cabeza decapitada que aún derrama sangre, la criatura es capturada en el momento en que se da cuenta de su condición incorpórea. Por supuesto, se trata de Medusa.

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Desde los días de la civilización occidental temprana, cuando los mitos se forjaban en fuego y piedra, la sociedad ha estado fascinada con la imaginación griega antigua. Las historias sobre dioses, titanes y gigantes llenan los cuentos de hadas infantiles, mientras que una variedad de monstruos mitológicos ha cautivado a los espectadores en la pantalla grande. Sin embargo, ningún personaje femenino es tan popular como Medusa, el monstruo que podía convertir a los hombres en piedra con una sola mirada.

Desde un villano de traje ajustado en The Powerpuff Girls hasta una metáfora mordaz de la primera ministra británica Margaret Thatcher en la exitosa canción de UB40 “Madam Medusa”, el mito de Medusa perdura en la cultura pop contemporánea. Durante las últimas dos décadas, el personaje ha resurgido de forma continua en el cine, principalmente como una figura seductora: Natalia Vodianova prestó su talante de supermodelo al remake de 2010 de Clash of the Titans, mientras que Uma Thurman la interpretó de forma particularmente seductora en Percy Jackson and the Olympians: The Lightning Thief. Versace incluso se inspiró en la gorgona, colocándola en el corazón de su icónico logotipo, donde aparece con largos rizos rodeada por un anillo de grecas griegas.

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Uma Thurman como Medusa en 'Percy Jackson and the Olympians: The Lightning Thief'

A diferencia de otras figuras de la mitología griega, la mayoría de nosotros conocemos a Medusa, incluso si no podemos recordar los detalles de su mito. Un bosquejo rápido del personaje bien podría incluir serpientes, ojos letales y una inclinación por la destrucción. En su libro Literature and Fascination, Sibylle Baumbach sostiene que el mito ha perdurado gracias a nuestro creciente apetito por las grandes narrativas de fascinación, que a menudo giran en torno a la peligrosa seducción femenina. Medusa es ahora una “imagen multimodal de intoxicación, petrificación y una belleza seductora”. Una búsqueda rápida en Google confirma esta descripción, ya que la mayoría de las imágenes oscilan entre una mujer fatal con trenzas serpenteantes (como la portada de GQ de Rihanna) y una horrible cabeza decapitada, goteando sangre.

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En el mundo antiguo, Medusa era igualmente multidimensional. Los primeros jarrones y esculturas la representan como una gorgona, pero eso cambió de manera gradual. El primero en explorar adecuadamente el origen de su historia en la literatura fue el poeta romano Ovidio, quien detalló su transformación en las Metamorfosis alrededor del año 8 d.C. Según Ovidio, Medusa fue una doncella hermosa y joven, la única mortal de tres hermanas conocidas como las gorgonas. Su belleza llamó la atención del dios del mar Poseidón, quien procedió a violarla en el templo sagrado de Atenea. Furiosa por la profanación de su templo, Atenea transformó a Medusa en un monstruo con la capacidad de convertir en piedra a quienquiera que mirara su rostro.

Sin embargo, las versiones populares del mito se centran en lo que sucede a continuación, con Perseo en el papel de protagonista. El semidiós es enviado por Polidectes, el rey de Serifos, en una búsqueda para traer de vuelta la cabeza de Medusa. Usando un escudo de bronce reflectante para proteger sus ojos, Perseo decapita a Medusa, liberando un caballo alado, Pegaso, de su cuello cercenado. Después de usar la mirada petrificante para derrotar a sus enemigos en batalla, Perseo le da la cabeza de la gorgona a Atenea, quien la muestra en la égida de su escudo. Es a través de esta narrativa enfocada en un héroe masculino que Medusa se convirtió en sinónimo de monstruosidad.

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Mosaico de la cabeza de Medusa, aproximadamente 115-150 d.C., cortesía del Museo J. Paul Getty, Los Ángeles

Si nos remontamos a la antigüedad griega, Medusa era una fuerza poderosa dotada con el poder de matar y redimir. Los escultores y pintores utilizarían la cabeza de Medusa como símbolo apotropaico para alejar a los espíritus malignos. Pero su trágica belleza fue aún más inspiradora. Observen el piso de mosaicos romano que se exhibe en el Museo Getty, donde los mechones salvajes y serpenteantes de Medusa se representan como rizos agitados por el viento, su mirada petrificante como una cabeza elegantemente volteada. Su rostro se asoma desde el centro del mosaico, un talismán protector rodeado por un escudo de círculos concéntricos. También hay muchos otros ejemplos en los que definitivamente es más musa que monstruo.

En el Renacimiento, esa mística dio paso a una temible diferencia. La estatua de bronce de 1554 de Cellini representa a un Perseo triunfante de pie sobre su cuerpo, con la cabeza decapitada en alto. Había política en juego: Cellini debía cumplir la petición de usar la narrativa de héroe de Perseo, el hijo de Zeus encargado de matar a Medusa, como una forma de reflejar el poder de la familia Medici sobre el pueblo florentino. Otros artistas siguieron su ejemplo: en 1598, Caravaggio pintó su escudo ceremonial de pesadilla. Él también quería una pieza que se ganara la admiración de los Medici; así que representó a Medusa en el momento en que fue conquistada, transfiriendo su gran poder al espectador.

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Si avanzamos hasta la Revolución Francesa, durante un tiempo Medusa se convirtió en una fuerza de cambio. Los rebeldes jacobinos la mostraron como un emblema de la “libertad francesa”, subvirtiendo el símbolo demoníaco en un medio para socavar el poder de la clase dirigente. Mientras tanto, románticos como Percy Bysshe Shelley dieron un paso más allá, comparado con otras representaciones del siglo XIX. El poeta se sintió tan inspirado por su visita a la Galería de los Uffizi que escribió un homenaje, deshaciendo el marco patriarcal que había convertido a Medusa en un símbolo del horror. Una vez que se elimina la mirada masculina temerosa y vilipendiada, podemos recuperar la “gracia” y el “resplandor” de Medusa, lo que la vuelve humana una vez más.

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Shelley no fue el único que pensó en Medusa como una figura incomprendida. En su manifiesto de 1975 La risa de la medusa, la teórica feminista Hélène Cixous afirma que el hombre creó el monstruoso legado de Medusa a través del miedo al deseo femenino. Ella argumentó que si los hombres se atrevieran a “mirar a Medusa de frente”, verían que “no es letal, sino que es hermosa y se está riendo”. Al documentar sus experiencias, escribió Cixous, las mujeres pueden deconstruir los prejuicios sexistas que retratan el cuerpo femenino como una amenaza. Después de siglos de silencio, las conversaciones sobre la cultura de la violación comenzaron a restaurar la voz de Medusa.

Es fácil ver por qué el manifiesto de Cixous resonó con tanta fuerza. ¿La historia de una mujer poderosa violada, demonizada y luego asesinada por una sociedad patriarcal? Parece menos un mito antiguo que una realidad moderna. Como señaló la académica Elizabeth Johnston en su ensayo “The Original ‘Nasty Woman’”, publicado en Atlantic en noviembre de 2016, la forma en que Medusa ha resurgido en los ciclos electorales recientes también revela la omnipresencia de la misoginia: Angela Merkel, Theresa May y Hillary Clinton han recibido el tratamiento de Medusa en tiempos recientes, sus rostros superpuestos en cabezas ensangrentadas y decapitadas. Una caricatura popular incluso muestra a un Perseo-Trump blandiendo la cabeza de su adversario electoral.

Cuando se trata de silenciar a las mujeres, la cultura occidental ha tenido miles de años de práctica. Durante gran parte de ese tiempo, Medusa se ha utilizado constantemente para “demonizar” a las líderes femeninas, como escribe Johnston, “materializándose cada vez que la autoridad masculina se siente amenazada por las acciones de las mujeres”.

Lo que queda claro de los rostros cambiantes de Medusa es que no hay una verdad universal en su mito. Víctima hermosa, villana monstruosa, deidad poderosa: es todas esas cosas y más. Quizás sea esa naturaleza voluble lo que la convierte en una fuente inagotable de fascinación. Ella es, en cierto sentido, un recipiente para nuestras proyecciones colectivas tanto de miedo como de deseo: simultáneamente un símbolo de la ira de las mujeres y una figura sexualizada por las mismas fuerzas patriarcales contra las que busca venganza.