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llegar y besar el santo

Stephen Curry y la extraña historia del MVP favorito al título

Todos creíamos que los Golden State Warriors podían funcionar incluso sin Stephen Curry. Los play-offs demuestran hasta qué punto el jugador de Ohio es valioso.
Photo by Justin Ford-USA TODAY Sports

Quizás sea por el estilo 'machote' con el que la NBA vende sus Súper Importantes y Súper Masculinos play-offs, o quizás sea por la manera en la que LeBron James habla de ellos como si fuesen una especie de acto sexual solo conocido por semidioses. Sea cual sea el caso, el camino de los Golden State Warriors hacia el título ha adquirido ciertos tintes anticlimáticos. Su duelo con los Memphis Grizzlies se parece más a un mes de trabajo duro en la oficina que a un combate épico entre colosos: da la sensación de que los californianos se dedican a forcejear con cierto ímpetu, pero sin llegar nunca a invertir toda su energía, como si supieran que en realidad la pelea no entraña demasiado peligro y que la auténtica batalla les llegará en la siguiente ronda contra los Clippers de Los Angeles.

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Las Finales, si los Warriors las alcanzaran, parecerían un cómodo paseo por el parque en comparación con una serie contra los Clippers… especialmente si tenemos en cuenta que la mejor escuadra del Este parecían ser los Chicago Bulls, que sin embargo terminaron doblando la rodilla frente a un equipo formado por LeBron James, un Kyrie Irving cojo y una colección de jugadores de rotación de la NBA comprados a granel. Por decirlo en otras palabras, la sensación es que el título solo lo pueden perder los Warriors. Cualquier otra cosa seria tan sorprendente como decepcionante.

Y sin embargo, como deja clara la serie entre Golden State y Miami, el equipo de Oakland no es invencible. Los Warriors sencillamente necesitan que Steph Curry juegue siempre bien. Esto puede parecer obvio, pero el debate alrededor de James Harden y el MVP en realidad tenía mucho que ver con la forma en la que el base californiano se ponía al equipo a la espalda de una manera en la que Curry no demostraba saber hacer.

La cuestión en el fondo estriba en que si los Warriors no tuvieran a Curry seguirían siendo un gran equipo, mientras los Rockets seguramente no habrían alcanzado los play-offs de no ser por Harden. El base californiano fue indudablemente el salvador de unos Rockets maltratados por las lesiones; los Warriors, en cambio, tienen suficiente banquillo como para haber alcanzado la segunda ronda de los play-offs aunque Curry se hubiera perdido la temporada entera por una lesión en noviembre.

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Ello no implica que el mérito de Curry sea menor en absoluto, ni que Harden sea necesariamente mejor. Tanto Steph como James son esenciales para sus equipos, aunque de formas distintas. Hemos visto que Harden, incluso contando con un Dwight Howard sano, no dispone de un arsenal ofensivo suficiente como para superar a los Clippers. De una forma similar, los dos partidos en los que Curry no ha anotado con continuidad han terminado con sendas derrotas ante los Grizzlies —demostrando que sin él, Golden State seguramente ya no pueda llegar más lejos.

Es inusual, por otro lado, que un jugador que ostente el estatus de estrella como Curry sea a la vez un advenedizo y un potencial campeón. Lleva seis años en la NBA y es seis meses mayor que Kevin Durant (que sin embargo parece más viejo que él), pero Steph tuvo que esperar a la temporada pasada para explotar y demostrar que es mucho más que un gran tirador con los tobillos de porcelana. El ascenso de Curry ha sido veloz (o al menos, desde el punto de vista de los fans, ha ocurrido de repente) y, a diferencia de LeBron en 2009, Derrick Rose en 2011 o Durant en 2014, el base de Ohio lidera al claro favorito al título. Curry es una extraña mezcla entre MVP recién llegado y potencia hegemónica, un curioso híbrido entre rey del torneo y aspirante a conquistarlo.

Curry con su típico aspecto de imagen promocional del NBA Live. Foto de Kyle Terada, USA Today.

Esta circunstancia no suele darse. La NBA es una liga de veteranos: los equipos que han logrado llevarse el trofeo Larry O'Brien normalmente lo han hecho tras acumular varias cicatrices. Los jugadores que lideran los equipos campeones también suelen pasar por este proceso. Ello no significa forzosamente que los Michael Jordan, Isiah Thomas, LeBron y compañía necesitaran fracasar antes de tener éxito, pero sencillamente es lo que les ocurrió a todos ellos —y, en general, a cualquier Hall of Famer que se precie. Éste, en cambio, es el primer asalto serio de Curry al anillo, y sin embargo tiene muchas papeletas de conseguirlo.

De momento, el jugador de Ohio lo está haciendo bien. Curry destruyó a los New Orleans Pelicans en la primera ronda, y este pasado lunes recalentó su muñeca para empatar la serie entre Warriors y Grizzlies a dos victorias. Tenga o no experiencia, Curry es el mejor base de la liga: solo Chris Paul le puede discutir el privilegio. La forma en la que Steph baila con alegría entre los defensas, hace llegar la pelota a los compañeros de maneras inverosímiles y anota con una insultante facilidad deja claro que es un candidato indudable a lograr aquello que Rick Barry nunca logró hacer: llevarse el título a la Bahía de San Francisco.

Es sencillamente peculiar —y como relato, irresistible— que las circunstancias hayan conspirado para que el mejor y más nuevo de los jugadores de los jugadores de la NBA lleve la etiqueta de favorito. Se espera de él que gane a pesar de que jamás lo ha logrado antes (ni siquiera se ha acercado, de hecho). Curry tiene el talento suficiente (y el magnífico equipo detrás) como para conseguirlo, pero aún debe demostrarlo. Esta cuestión es a la vez simple y compleja, e innegablemente difícil más allá de la suerte de los Warriors con las lesiones y la desgracia sistemática de cada uno de sus rivales al respecto. Steph Curry, un jugador que ganó su primer MVP hace apenas una semana, será el encargado de decidir el rumbo de este título. Este es un territorio nuevo para él, pero no hay razón para pensar que no esté listo para explorarlo y salir de él con éxito.