Les preguntamos a algunas personas por qué decidieron mantenerse sobrias

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Drogas

Les preguntamos a algunas personas por qué decidieron mantenerse sobrias

“Llegué a un punto en el que me di cuenta de que había abandonado mis esperanzas, sueños y metas”.

(Imagen principal enviada por Krissy Howard)

Las personas pueden tener experiencias genuinamente positivas o negativas cuando consumen alcohol o drogas, y eso dependerá del tipo de sustancia, estado de ánimo y el entorno que las rodean. Pero debido a las tendencias adictivas y los problemas de salud mental que aquejan a varios usuarios, el consumo puede salirse de control y afectar profundamente la conducta, las finanzas y la vida misma de quienes son adictos.

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En muchos casos, la mayoría de las historias de sobriedad se aprenden de los especiales que pasan por televisión o a través de reportajes sensacionalistas en las noticias de la tarde. Por ese motivo tuvimos conversaciones reales con distintas personas para averiguar los motivos de por qué dejaron de beber y drogarse.

Daniel Escamilla, Investigador

No tomo porque no me gusta para nada el sabor del alcohol, la primera vez que lo probé en la secundaria no me gustó y esto no cambió nunca con el paso de los años. Me da mucho asco el alcohol, tan sólo olerlo me da nauseas, incluso estar pedo no es una sensación que me guste. Tampoco uso drogas, me pongo muy nervioso y no me gusta usarlas.

Algo que no me gusta es cuando le digo a mis amigos o conocidos que no tomo alcohol y, me ofrecen un trago, yo lo niego, lo toman personal y se enojan. La típica invitación que siempre me hacen es ''te vas a tomar un shot conmigo o por mí'' y, apenas les digo que no tomo, se enojan y lo toman bien personal.

Varias veces me han dicho que no sea mamón, lo que no entiendo es que asocian el afecto con el alcohol, como si tomar fuera parte de la vida afectiva de las personas y, por lo tanto no tomar es una muestra de falta de afecto hacia la otra persona.


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Cuando me casé, el brindis fue todo un tema ya que mis papás y suegros querían que brindara con alguna bebida que fuese como vino, o vino sin alcohol. También es complicado cuando voy a un restaurant o bar, ya que pedir un menú de bebidas no alcohólicas es imposible, no existen casi. Sólo tienen naranjada, refresco o agua. Es muy complicado conseguir una cosa que esté chida y no tenga alcohol, como sodas artesanales o cosas así.

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No tomo porque no me gusta y punto, no lo sustituyo por alguna otra sustancia así exista una tremenda presión social sobre mí para que lo haga, pero no tengo la necesidad de sustituirlo.

Krissy Howard, escritora en The Hard Times

Desde la primera vez que me drogué sabía que quería sentirme así tantas veces como fuera posible. Fumé una pipa con algunos amigos y fuimos al centro comercial y sólo recuerdo haberme reído muchísimo. Siempre me he sentido incómoda conmigo misma, tanto a solas como cerca de la gente, por lo que ser capaz de apagar esa ansiedad se sentía como si hubiera descubierto una manera de ser mejor en la vida.

Mi consumo comenzó de una manera divertida y social. Al principio bebía y fumaba hierba más que otra cosa. De vez en cuando tomaba ácido o analgésicos. Cuando tenía diecinueve años me inyecté por primera vez. No me convertí en una adicta consumada de inmediato, pero sabía que en verdad me gustaba, y consumía tan a menudo como podía. Entonces le entré al Oxycontin y al Xanax. De alguna manera pude conseguir empleos durante esta etapa, pero cada vez se volvía más y más difícil presentarme a trabajar.

Después de una cierta cantidad de tiempo no podía funcionar sin drogarme o me enfermaba. Perdí mi trabajo. Luché por quedarme en mi apartamento. Comencé a fumar crack. Me quedaba encerrada en mi baño fumando durante días. Sólo salía para mirar a través de la mirilla de mi puerta. Muy rara vez me sentía bien conmigo misma, pero si me detenía me enfermaba y no sabía qué más hacer.

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Recuerdo que estaba en la entrada de mi apartamento en Austin, sólo pensando que esta era mi vida. Iba a morir como una adicta sin remedio y estaba extrañamente bien con eso. Racionalicé que mi vida era una expiación por el mal karma de otra persona. Alguien más debió haber hecho algo horrible hace cientos de años y su castigo había sido reencarnar en mí. En aquel momento sentía que realmente estaba pasando al otro lado de esa situación, como si estuviera realmente lista para consumir bastante y morirme.


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Mi cuerpo dejó de funcionar como el de una veinteañera. No tenía mi período durante meses a la vez. En algún momento pesaba 40 kilos. Tenía heridas abiertas en todo el cuerpo que nunca sanaban. Mi cuerpo simplemente no funcionaba. El resto de mi vida tampoco funcionaba. Mantener relaciones de cualquier tipo era absolutamente imposible. Sin amigos. Sin dinero. Sin metas. Me separé de mi familia por un tiempo.

Tuve sobredosis en tres ocasiones, la última de las cuales ocurrió en el baño de mi papá. Básicamente accedí a buscar ayuda porque quería hacer sentir mejor a mi papá. Me mudé de regreso a mi ciudad natal en el estado de Nueva York desde Texas. Tenía la intención de mantenerme sobria, pero no funcionó. Estaba en punto intermedio entre estar sobria y drogada, y me tomó mucho tiempo comprometerme de verdad. Finalmente limpié mi sistema el 19 de mayo de 2010. He estado en recuperación desde entonces.

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Creo que la parte más difícil de mantenerse limpia fue decidir hacer algo diferente en esos momentos en que el deseo de drogarme era demasiado. Recuerdo sentir que mis emociones iban a matarme. Recuerdo que me sentía como si estuviera a punto de estallar en fuego si no iba por una bolsita. Después de un rato de tomar esas decisiones, la obsesión de drogarme no era tan abrumadora. Pero estaba enojada porque no podía tomar un trago con mis amigos. Hubo muchas cosas que no pude hacer por un tiempo porque el alcohol y las drogas estaban por todas partes y era demasiado tentador, como ir a algún concierto o incluso conducir a través de ciertos barrios. No lo sentía en ese momento, pero en retrospectiva, puedo reconocer cómo se hizo más fácil cuanto más tiempo pasaba sobria, y encontré nuevas maneras de lidiar con las cosas.

Brian Finch, Activista

Tenía trece años y vivía en mi ciudad natal de Winnipeg cuando descubrí que mi hermana fumaba hierba. Inmediatamente le pregunté si podía darme un poco. La primera vez que fumamos, no sentí nada. Estaba decepcionado. Guardé un porro para después. Mis padres se divorciaron y a mi padre se le olvidó recogerme un fin de semana. Molesto y dolido, saqué ese otro toque. Lo fumé. Me drogué bastante. Quince minutos después oí que tocaban la puerta y era él. Me llevó a una exposición de perros y yo estaba súper paranoico. Se me bajó mientras veía la interminable competencia de obediencia. Cuando volví a casa, fui con mi hermana y le pedí más mota. Nunca me detuve después de eso.

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Mi relación con las drogas continuó y se transformó con el tiempo. Entré a la escena de los clubes gay y empecé a tomar MDA, el precursor del MDMA. Mi consumo se hizo más intenso. Comencé a vender. Con el dinero me mudé al sur de Francia. Las cosas se mantuvieron tranquilas durante bastante tiempo. Pensé que había terminado con las drogas. Regresé a casa. Estuve bien durante varios años hasta que entré a una relación terriblemente abusiva con un adicto. Tiene el mismo apellido que el asesino serial. Manson. No sabía que era un adicto hasta que nuestra relación estaba muy avanzada. Murió recientemente. Ignoro si tuvo que ver con alguna droga.

Mi incapacidad para decir que no me llevó a aguas muy peligrosas. Las drogas escalaron a GHB, y gastaba cerca de 1,000 dólares al mes. Luego pasé a la metanfetamina. Luego al éxtasis. Cualquier cosa que pudiera conseguir. Llegué a tal punto que dejé de preocuparme y tuve una sobredosis por primera vez. Dejé de respirar. Me di cuenta de lo fácil que era morir y tenía pensamientos suicidas. La presión para ganar dinero y mantener nuestro consumo —que costaba miles de dólares— era alta. Entré a la industria del sexo. Puse un anuncio y empecé desde allí. Estaba ganando mucho dinero y viajaba mucho. Nueva York y Ámsterdam se convirtieron en mi segundo hogar.

La cuestión con volverse adicto es que había una voz ruidosa que me decía que no tenía un problema. No era un adicto. Era fácil creerlo.

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Tengo recuerdos nebulosos de ese momento de mi vida. Me reuní con otro escort en Manhattan y pronto nos convertimos en los dos prostitutos del estado de Nueva Jersey. Sin pensarlo mucho, terminé de bartender en White Party en South Beach. Drogado con metanfetamina, me encontré en un bar de cuero llamado Chains. Me estaba metiendo coca con el gerente en la oficina. Sólo llevaba puestas unas botas y un anillo de pene. Conoces a mucha gente de esa manera. Conocí a una pareja de bikers musculosos y tatuados. Me quedé con ellos durante cuatro semanas después de haber platicado con ellos durante diez minutos. No sabía dónde iba a acabar.

Todo empezó muy bien pero después se convirtió en una muerte espiritual lenta. Con tanto viaje no me sentía parte de ningún lado. Me volví parte de una subcultura separada de la sociedad convencional. Llegué a un punto donde me di cuenta de que había abandonado mis esperanzas, sueños y metas.
 
La combinación de viajar y el uso excesivo de drogas estaba afectando severamente mi salud. Me regresé a Toronto para volver a empezar; todo para volver a viajar y hacerlo todo de nuevo. Era adicto a todo. Tuve muchas consecuencias graves de salud por mi uso de drogas que hasta el día de hoy me afectan. Son cosas con las que tengo que vivir por el resto de mi vida. 
 
El proceso para estar sobrio fue largo. El primer paso que di fue el de la reducción del daño. Lo primero que hice fue deshacerme de las metanfetaminas, de la coca, del GHB y del éxtasis. El problema fue que cuando dejé las drogas, también dejé de ver a mis amigos que consumían. Estaba solo y sin nadie que ocupara su lugar. Por un momento me sentí muy solo. Empecé a usar los doce pasos de los grupos de ayuda. Diez años después aquí estoy. Trabajo muy duro para mantenerme. No me perdí de mucho, excepto de la ilusión del escapismo. Si tan sólo fuera real. Me perdí de eso y de tener la energía para ir a antros o hacer cosas a altas horas de la noche, pero igual me estoy haciendo viejo.

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Aldo, músico

Decidí dejar de tomar en un momento de mi vida en el que me di cuenta de dos cosas: una es que me sobrepasaba demasiado, incluso me empezaron a doler los riñones, no me sentía para nada bien al día siguiente, y la otra es que me había dado cuenta de que estaba cometiendo una repetición, y que le atribuía al alcohol el sentimiento de pasarla bien, lo cual es falso. Yo la pasaba bien con mis amigos, viajando, y esto no era exclusivamente gracias al alcohol.

Físicamente ya mi cuerpo no aguantaba el ritmo, ya que tomé desde los 14 años hasta los 24 sin parar, entonces quise mejorar mi salud para poder sentirme mejor.

No hay forma de sustituir lo que te da el alcohol, esa liberación que te da no te la regala ninguna otra sustancia. Ya cuando salgo con mis amigos y no estoy tomando, me da sueño muy rápido debido a que ya no tengo la fuerza que antes me daba el alcohol. Ahora lo que hago es darme mis buenas dosis de cafeína cuando sé que la noche va para largo.

No extraño tomar alcohol, ya llevo cuatro años sin consumir una sola gota de alcohol y sostengo que es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Soy una mejor persona, más saludable, e incluso esta decisión ayudó a mi economía ya que gasto menos lana. Uno cuando toma tienda a gastar de más y tomar terribles decisiones.

Chris Popadak, baterista de Hawthorne Heights

En mi cumpleaños 19 uno de mis roomies me compró un LSD de regalo. Hasta ese momento de mi vida sólo había probado la mariguana, pero esa noche me la pasé increíble, y desde ahí empecé mi relación con las drogas que duró por mucho tiempo. Una vez que probé el LSD, probé otra droga y después otra, no me daba miedo. Si ya había probado el acido, por qué no probar algo más.

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Por esas épocas me hice amigo de un grupo en el que todos se metían heroína. Me dio curiosidad. Me acuerdo de una vez que le pedí a un tipo que me diera y me contestó que no. Me siguió diciendo que no por un tiempo. Me dijo que no quería ser el responsable de convertirme en un junkie. Eventualmente le dije que si me compraba una bolsa de heroína, le regalaría una. Malditos junkies. Estuvo de acuerdo y cada otra droga que probaba, me encantaba. 
 
Afortunada o desafortunadamente he estado rodeado de drogadictos toda mi vida. Desde el principio vi todas las cosas malas y eso me mantuvo alejado de meterme por completo en ese mundo. Sólo consumía los fines de semana. Así fue durante muchos años, estaba convencido de que tenía todo bajo control, pero ahora que recuerdo, casi me pierdo. No pagaba mis deudas ni mi renta, me corrieron de varios apartamentos. Aún así, de alguna manera siempre conseguía dinero para drogarme o para emborracharme. Me duele pensar en lo egoísta que era. 
 
Durante muchos años, lo que más me importaba en la vida era andar en patineta y drogarme. Tocaba con algunas bandas, y sabía que quería ser baterista, pero hubo momentos en los que estaba tan perdido que ni siquiera me podía comprar una batería. No tenía rumbo. Hay muchas historias que podría contar pero para ser honesto todo se resume a una gran pérdida de tiempo.


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Los cambios llegaron lentamente. Hay dos cosas que fueron una influencia para que esto pasara: me di cuenta de que estaba arruinando mi relación con mi hijo. Me acuerdo que era sólo un bebé, tenía dos años. Un día estaba llorando, como lo hace cualquier bebé, y yo estaba súper enojado con él porque no toleraba el ruido. No podía hacer que dejara de llorar y estaba furioso con él. Finalmente me di cuenta de que mi hijo no tenía nada que ver. Las drogas me estaban haciendo explosivo. Fue ahí cuando me empecé a dar cuenta de que realmente tenía un problema. En ese momento no las dejé, pero empecé a dejar ciertas sustancias, una por una. Poco después tuve un fin de semana muy pesado de fiesta, y desperté sintiéndome absolutamente mal. Me di cuenta de que en realidad pagaba dinero para despertarme sintiéndome mierda. Esa fue la gota que derramó el vaso, y tomé la decisión de dejar todo en ese momento, y desde entonces así me he mantenido.

 
Una vez que dejé de beber y de meterme drogas empecé a tomarme en serio lo de ser músico. Estuve en una banda con dos chicos que eranstraight edge (no consumían alcohol ni drogas). A pesar de que al principio no me convencían, por algunas experiencias del pasado, me mostraron el lado positivo de mantenerte abstemio. 
 
No me considero militante de ninguna forma, pero en este momento estoy muy en contra del uso de sustancias en casi cualquier forma. Y la comunidad straight edge ha sido muy positiva para mí y creo que lo sería para cualquiera que quiera dejar cualquier tipo de sustancia. Salir de las drogas no sólo se trata de dejar de hacerlo. También tienes que cortar lazos con la gente que considerabas tus amigos, y alejarte de verdad de esa energía negativa.

Marilla Wex, corresponsal extranjera de The Beaverton

Alcanzar la sobriedad puede parece ser muy difícil al principio. Antes de tomar la decisión, mi percepción era que me tenía que pasar algo horrible para que tocara fondo y decidiera dejar de tomar. Supongo que había visto demasiados episodios de Intervención. Entonces hablé con un amigo mío que me dijo que él acababa de darse cuenta de que después de cumplir 40, tomar lo deprimía. Me hizo pensar mucho en mi situación.

Me di cuenta de que la reacción de mi cuerpo con el alcohol había cambiado dramáticamente, parecía emborracharme mucho más rápido. Me volvía agresiva y me daban unas crudas mortales. Me tomó algún tiempo, pero finalmente me di cuenta de que la parte divertida de beber no superaba las horribles consecuencias físicas. Para mí, el proceso de lograr estar sobria se trataba de tomar la decisión y ya. No había AA, ni los 12 pasos, ni Jesús. Simplemente entendí que ya no quería sentir paranoia, depresión y la sensación de estar fuera de control.


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Dejar de tomar ha sido de las mejores cosas que he hecho por mí misma. Puedo despertar, reflexionar sobre las locuras de la noche anterior y no tener que lidiar con la paranoia de qué hice y qué no. Puedo saber todo lo que hice porque estaba sobria. 
 
Dicho esto, lo más difícil de estar sobrio son las reacciones de otras personas. Fui una persona muy insegura durante mucho tiempo, tenía veinte años y vivía en el Reino Unido y no soportaba que se burlaran de mí o que me hicieran bromas. Ahora vivo en Canadá y soy más grande pero aún me molestan comentarios como: "Si yo tomo, tú tomas" o "¿cómo te diviertes si no tomas?". No me considero una alcohólica, pero a veces me siento tentada a responder a la mierda que algunos te dicen, me dan ganas de decirles: es muy difícil resistirme al alcohol todos los días como para que imbéciles como tú se burlen de los alcohólicos.

Y si somos honestos por un minuto: ¿podemos hablar de la falta de opciones decentes de bebidas suaves en los bares? Sé que es un problema estúpido primermundista, pero cuando te cobran muchísimo dinero por una Coca-Cola de mierda, te pones a pensar en este tipo de cosas. Si voy a un bar decente pido un cóctel virgen improvisado, un buen bartender disfrutará del desafío y la oportunidad de hacer algo donde tienes que adivinar los ingredientes.