El Hipódromo de las Américas, ubicado en el Distrito Federal, es un microcosmos fascinante. El olor es especial y los sonidos aún más. Llevó varios días viniendo a las siete de la mañana esperando conocer aquello que hace latir este recinto que ha visto correr a miles de caballos desde que se fundó en 1943. Desde temprano se aprecian siluetas de caballos que desprenden vapor corporal e inician un desfile. Son atletas que se dirigen a la pista para realizar su entrenamiento matutino. No sólo se trata de la domesticación de un animal, el entrenamiento de un atleta o un espectáculo, si no de lo que se genera a partir de la crianza de este animal y todo el potencial humano que hay detrás.
Publicidad
Algunos ya están trotando o galopando y como cualquier atleta de alto rendimiento mantienen dietas y trabajos especiales. Es cuestión de entrenar el poderío y fuerza de dicho animal, es como enseñarle a dirigir toda esa energía en una tarea específica: correr. En ese proceso muchos imprevistos pueden ocurrir, desde alguna patada al aire, hasta los que lanzan al suelo al jockey que los lleva.
Los caballos se pueden clasificar por ser de sangre fría, tibia o caliente. Entre las distintas razas, los protagonistas de esta pista de carreras son los caballos pura sangre y cuarto de milla. Los pura sangre son una raza de caballos desarrollada en el siglo 18 en Inglaterra, país que vio nacer dicho deporte, cuando yeguas madres inglesas fueron cruzadas con sementales árabes, importados para crear corredores de larga distancia. El prototipo de Cuarto de Milla es una cruza entre Thoroughbred (Pura Sangre) y Yeguas Americanas, esto le dio una forma significativa a la raza, caracterizados por ser compactos y poderosos, ideales para correr distancias cortas.
Estas yeguas americanas eran descendientes de aquellos primeros caballos con los que Hernán Cortés llegó a América en 1519. Algunas quedaron libres debido a las batallas, lograron aclimatarse al territorio y llegaron a manos de los nativos, quienes aprendieron a domesticarlos y cruzarlos para obtener mejores caballos para la guerra y el trabajo.
Publicidad
Debido a la falta de hipódromos, las carreras de caballos se instalaron en las calles de Estados Unidos. La distancia que se recorría era un cuarto de milla (400m) debido a que ésta era más o menos la medida común en la mayoría de las calles principales de los pueblos. No se requería nada más que acordar que se arrancaba al inicio de la calle y terminaba al final de ésta. Más tarde, los ingleses recién llegados a América, que ya en su país eran aficionados a las carreras, empezaron a criar caballos en la búsqueda de una mejor raza para las ya populares carreras cortas. Después comenzó la importación de sementales pura sangre, expertos en correr grandes distancias y con el tiempo se construirían hipódromos, retomando las carreras largas de hasta cuatro millas.
Me encuentro en la pista en donde los veo pasar mezclados, sin distinción de raza alguna y sin necesidad de identificar quién es ganador o perdedor. Finalmente me dirijo al comedor, en donde observo desayunar a caballistas, entrenadores, veterinarios, jockeys y caballerangos. Como en la pista, aquí en las mesas las conversaciones tendrán como protagonistas también a los caballos.