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miedo y asco en cheste

Sí, el Mundial de MotoGP huele a podrido, pero... ¿lo está realmente?

Jorge Lorenzo ha ganado un Mundial de MotoGP que todo el mundo pone en tela de juicio. ¿Hasta qué punto es justo que dudemos tanto de su legitimidad?
Foto de Heino Kalis, Reuters

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Viendo el Gran Premio de Valencia el pasado domingo constaté una sensación muy rara y amarga. De algún modo me recordó a las típicas películas de terror en las que de repente descubres que a un protagonista se lo está comiendo por dentro un alien maligno de una forma terriblemente asquerosa.

En estos casos, suelo pensar que el director se pasa tres pueblos y cambio de canal sin más: las películas con un exceso de 'gore' no son mi estilo, honestamente. Por eso me dio tanta pena —y tanto asco— la carrera de Cheste del domingo. No cambié de canal principalmente por dos razones: una, porque me gusta el MotoGP; y dos, porque estaba en un bar lleno de aficionados, así que el mero hecho de intentarlo habría significado poner mi vida en serio peligro.

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Más motor: Por qué no debemos odiar a Valentino Rossi

Cuando Jorge Lorenzo entró en la última curva del circuito y encaró la recta definitiva tuve esa impresión. Sentí una felicidad amarga a punto de llegar, una explosión muda a punto de sonar: tuve la sensación de que la carrera se acabaría pero nadie iba a gritar, nadie iba a levantarse. Estuve seguro de que todo sería una fiesta silenciosa.

Quizás por deformación profesional —yo mismo soy de origen italiano, como habréis podido imaginar por mi nombre—, no pude evitar un cierto acercamiento emocional a los fans de Valentino Rossi. El vídeo que viene a continuación es bastante ilustrativo de lo que ocurrió en muchos bares y viviendas del país transalpino.

Evidentemente, los fans italianos se expresan con escaso tacto con Marc Márquez —podemos reconocer insultos como 'scemo', que significa algo así como 'gilipollas'—, pero el cuadro general es interesante: hay algunos que aplauden muy fuerte, otros que silban más o menos con la misma fuerza, y finalmente una mayoría que se queda callada.

¿Por qué pasa esto? Ojo porque la respuesta podría no ser tan banal como parece.

Tetap semangat bg @ValeYellow46 Lose the game, won our heart #MotoGPValencia pic.twitter.com/hxAOLDcrp3
— IG : Jomblofootball (@JombloFootballs) 8 Novembre 2015

"Nos han escondido algo", dijo el tío a mi lado, sentado en un bar lleno de amarillo el pasado domingo. "Parece que no nos hayan dicho la verdad", seguía. Al escuchar sus palabras empecé a ver en esos rostros dignos y heroicos algo feo y enfermo. Valentino Rossi parece un viejo que intenta quedarse más de lo que le corresponde con todo tipo de tretas —patadas, insultos justificados o injustificados, dudas sobre todos y todo—; Jorge Lorenzo parece un hijo de papá a quien el mundo se lo ha dejado muy fácil, pero en realidad quizás no sea más que un mártir con talento y sin culpa; Marc Márquez parece el típico personaje de quien aparentemente puedes fiarte hasta que de repente se convierte en una versión joven de Judas Iscariote y muestra su diabólico plan al mundo.

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Sentado en el bar tengo esta sensación. De repente quiero quitar el antiguo póster de Valentino de mi cuarto, tirar la pequeña maqueta de la Yamaha de Lorenzo que tengo sobre un estante, y dejar de pensar que Márquez será mi próximo héroe de las motos. De repente nadie me gusta y nadie me emociona. Algo ha pasado: es como si una gota de tinta negra hubiera manchado mi camiseta blanca favorita. Ya nada volverá a ser como antes.

Márquez podría haber hecho algo más y haberle ganado más carreras a Lorenzo; Rossi podría haberse controlado un poco más y correr sus GP con más tranquilidad; Lorenzo podría… bueno, Jorge podría haber hecho exactamente lo que ha hecho; y Andrea Iannone podría haber ido a por todas en Cheste y haber echado a Lorenzo de la pista de una forma absurdamente teatral, como si se tratara de la típica película de Antena 3 un domingo por la tarde.

O en realidad quizás no. Quizás todo tenía que ir exactamente como ha ido.

TU y solo TÚ @ValeYellow46 eres el culpable de esto #RossiPidePerdon pic.twitter.com/UBVzg9WeCr
— ximo juberias (@XimoJuberias) 30 Ottobre 2015

Lorenzo ganó su quinto mundial, Rossi no logró ganar su décimo y Max Biaggi perdió su dignidad. El histórico enemigo de Valentino se acercó a Jorge para sacarse una foto con él como si fuera su amigo del alma; de por sí, esto no tiene nada de malo, pero se nota en las sonrisas heladas que ahí de amistad había más bien poca. Como espectador ahí no vi a dos viejos amigos: vi complots, vi maquinaciones, vi el mal. Vi, en resumen, cosas que antes de Phillip Island no había percibido en el MotoGP.

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Antes de continuar quiero aclarar una cosa. No estoy acusando a nadie en concreto; no digo que nadie se haya comportado de una forma especialmente censurable. Lo que sí digo es que, por H o por B, a los aficionados se nos ha metido la sospecha en la cabeza. No sabemos qué mierda hay, ni siquiera si hay mierda en realidad: pero nos han hablado tanto de ella que creemos poder olerla. No tenemos pruebas ni siquiera de que exista y sin embargo estamos totalmente convencidos de que su fetidez nos llena las fosas nasales de una forma insoportable.

Confieso que me hizo feliz ver que algunos pilotos se lo ponían más fácil a otros; me molestó la caída de Iannone, porque —no sin cierta malicia— le vía como un peón muy importante en la guerra que se estaba disputando; y me hubiese gustado ver a Dani Pedrosa haciendo más cosas. Quería que Rossi ganara y a la vez que quedara último; quería que Lorenzo corriera más y a la vez que fuera más lento; quería un montón de cosas y no sabía qué quería en realidad.

Quería ver un Gran Premio pero solo pensaba en ver hostias.

"Márquez ha hecho de guardaespaldas de Lorenzo. Su comportamiento es malo para el deporte. Espero que dentro de unos meses se dé cuenta de lo que ha hecho", aseguró Rossi después de la carrera de Cheste. El italiano estaba triste y decepcionado, y a la vez convencido de que todos se darían cuenta de lo que había pasado, de que él tenía razón y que el mundo entero lo entendería pronto.

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"He oído lo que ha dicho Valentino, que ha puesto en duda mi carrera y la de Dani. Para mí, que soy un piloto que siempre da el cien por cien para ganar, es una falta de respeto y un insulto", respondió Márquez. El catalán parecía realmente decepcionado, pero quién sabe, a lo mejor en realidad era todo mentira y todo formaba parte de un plan muy bien pensado para quitarle el Mundial a Rossi.

The reason why they can never be in the level of Valentino Rossi. Because we stand on yellow side. #IostconVale pic.twitter.com/DBpYUGHsE3
— #IoStoConVale (@VR46_Vanguard) 4 Novembre 2015

'Confusion will be my epitaph', cantaban los King Crimson. 'Confusión' será la ultima palabra que usaremos para definir este Mundial: es el vocablo que mejor expresa lo que ha pasado, que mejor resume el proceso por el cual algo —una chispa que quizás saltó por primera vez en Phillip Island— ha logrado ponernos en un 'todos contra todos' tan absurdo como innecesario.

¿Puede que esto sea el principio del fin? ¿Que el final del Campeonato del Mundo de 2015 marque la llegada del olor pútrido a mierda —tan típico de otros deportes como el fútbol— al motociclismo? ¿O en realidad el problema somos los propios aficionados, que nos creemos todo lo que nos dicen sin cuestionarlo para poder así defender a nuestro ídolo sea como sea?

Nada más lejos de mi intención que tirar mierda sobre todos los pilotos de la parrilla. Menos aún pretendo sugerir que 'cualquier tiempo pasado fue mejor' y que la pureza y la castidad de otros tiempos se han perdido —sobre todo, porque no creo que hayan existido nunca en el deporte profesional.

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Sí que quiero, sin embargo, señalar a los medios y a nosotros mismos, los aficionados (yo aquí tengo doble culpa, puesto que formo parte de ambas categorías), porque hemos preferido el morbo a las motos y porque hemos elegido el 'mal' sobre el 'bien'. Sí, tenemos que señalarnos a nosotros mismos, porque si somos sinceros aceptaremos que la carrera de Cheste fue la más vista de la historia más por el conflicto extradeportivo entre Rossi y Márquez que por amor al motociclismo.

.@marcmarquez93 rubbishes @ValeYellow46's "bodyguard" claims:https://t.co/NlQyGnvwSJ #MotoGP pic.twitter.com/zZhSXmK1dD
— Motorsport.com (@Motorsport) 8 Novembre 2015

Patrocinadores que abandonan a sus atletas porque no aceptan sus conductas, periodistas que aprovechan la circunstancia para ir más allá de los límites de su profesión, antiguos pilotos que se posicionan en los medios con el único objetivo de joder a los demás… y leyendas que en los últimos años de carrera pierden el control, la razón y el entusiasmo que siempre han tenido. No tengo claro que el MotoGP necesite una limpieza muy profunda: pero la sensación —que al final es lo que queda, por desgracia— es que no hay otra opción, que es absolutamente vital para la supervivencia de la disciplina.

Al final, los aficionados nos movemos puramente por sentimentalismos absurdos. Somos humanos muy humanos. Uno no elige a su piloto favorito con la cabeza, sino con el corazón, y por consiguiente no le defiende con la cabeza, sino con el corazón. Nuestra percepción nos parece la única buena, la única verdadera, y no dudamos en apuntar a los demás con el dedo con la tranquilidad de quien lo sabe todo… o al menos así lo cree. La cara simpática de Valentino nos gusta y nos engaña; las expresiones de niño educado de Márquez nos hacen dudar y nos exaltan; la extrañamente callada profesionalidad de Lorenzo —al menos esta temporada— nos confunde.

¿Qué nos queda al final? Pues un montón de 'y si'… y un curso que se acaba con un gran campeón a quien no estamos respetando como se merecería.

¡Larga vida al MotoGP!

Sigue al autor en Twitter: @nicolerebo