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automovilismo

Willy T. Ribbs, el primer piloto afroamericano en correr en las 500 millas de Indianápolis

La barrera del color en el deporte del motor se rompió soprendentemente tarde, y este fue el pionero.
Foto: Stuart Seeger/Flickr

Gracias a las protestas en los partidos de NFL, vuelve a estar al frente de las discusiones el encuentro entre la política y los deportes. Para algunos cuantos ofuscados, el deporte es, y debería ser inmune a la política; muchos otros reconocen, por fortuna, que el espectáculo atlético incluye por ser social una dimensión política. En honor al momento de conciencia acrecentada, recordamos a un deportista poco atendido por la historia: el primer piloto de autos afroamericano en correr en la legendaria Indianapolis 500 y en Formula 1.

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Su nombre es Willy Theodore Ribbs Jr., y logró la hazaña de romper la barrera del color en el deporte motor, en la década de los ochenta. Sí, este nativo de San José, California, se convirtió en 1986 en el primer piloto de raza negra en conducir un monoplaza de Fórmula 1, aunque no lo hizo durante una carrera oficial. Ese honor —inconcebiblemente tardío, ya que hizo su debut oficial en 2005— lo lleva el actual campeón Lewis Hamilton. Ribbs, además, también logró atravesar el monopolio de los pilotos blancos en el óvalo de Indianápolis en 1991. Que su desempeño no haya sido tan dominante como el de Hamilton, por ejemplo, no merma el logro mayúsculo de transgredir para bien el sesgo racial.

Desde muy pequeño, los autos veloces acompañaron al joven Willy. Su padre era un piloto aficionado y lo llevaba con él a las pistas y a las competencias locales. Esta presencia constante en las pistas llevó a sus padres a plantearle una disyuntiva al más aventado de sus cinco hijos: ellos le cubrirían el costo de cuatro años de universidad o un año de escuela para pilotos de autos. Todos sabemos qué puerta eligió Willy T.

Viajó a Europa donde pudo competir en los circuitos ingleses, que utilizaban autos ligeros y más baratos que permitían adquirir mucha experiencia. Una empresa le rentaba autos usados por 500 dólares el fin de semana, y fue así que Ribbs, en su primera carrera llegara tercero y se llevara la bandera a cuadros en la siguiente. Ese año debut, 1977, ganó seis carreras de once y dejó sorprendidos tanto al público como a los especialistas, que jamás había visto a un piloto norteamericano ganar tanto en pistas británicas, y menos a uno afroamericano.

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Después de esa temporada ganadora en Europa, regresó invitado a correr en el Long Beach Grand Prix. Terminó en el lugar 10, pero lejos de ser visto como la gran promesa, fue castigado por su comportamiento fuera de la pista. Willy T. Ribbs tiene su carácter. Cuando era piloto le gustaba la fanfarronería y el autoelogio. Tuvo roces con la ley por su forma de conducir y algunos lo llamaban "el Muhammad Ali de las pistas". Él mismo lo consideraba una inspiración. Pero, a muchos de los miembros de la comunidad de entusiastas y especialistas del automovilismo —casi unánimemente blancos— ese tipo de actitudes les parecían inaceptables. Y esa desaprobación se transformaba, a fin de cuentas, en ostracismo y falta de oportunidades.

Aún así, durante su larga carrera, Willy T. Ribbs probó suerte en todos los seriales posibles: intentó correr en NASCAR, en Champ Car, en Formula Atlantic, en TransAm, y en Formula 1. En enero de 1986, en el circuito portugués de Estoril, Willy T. Ribbs empuñó el volante de un monoplaza de Formula 1. El equipo Brabham-BMW, propiedad en ese entonces de Bernie Ecclestone, le dio la oportunidad de hacer pruebas con ellos. La sesión produjo un contrato para él.

En 1990, su largo periplo lo llevó a la serie Champ Car. Ahí estaba más cerca de lo que el llamaba "la gran manzana", la carrera de las 500 millas de Indianápolis. Fue el comediante e infame abusador Bill Cosby quien le financió el equipo y Ribbs pudo finalmente pudo contender por un puesto en la carrera norteamericana por excelencia: las 500 millas en el óvalo de Indianápolis. Calificó por primera vez en 1991 y logró correr en la carrera de ese año. Sin embargo no terminó entre los destacados de esa competencia: se retiró a las cinco vueltas debido a un problema mecánico. Terminó en el lugar 32 de 33. Repitió la hazaña de calificar en 1993 y ahí completó 194 vueltas y terminó en el sitio 21 de 33.

No sabremos realmente hasta qué punto el calificativo de "problemático" se debió a una verdadera falencia de carácter y no a una manera de encubrir el racismo flagrante. El caso es que dado el modo en el que era caracterizado, Ribbs tuvo mucho menos oportunidades que sus pares, y cuando estas llegaban, lo hacían con mucho espacio, con poca frecuencia y mucho tiempo entre una y otra. Al final de su ilustre carrera como conductor, Willy T. Ribbs ha intentado dar el salto a ser dueño de un equipo que permita ensanchar un poco más el hueco que conquistó durante sus años como corredor de autos. El primer dueño afroamericano de un equipo ganador en alguno de los seriales importantes ha sido su aspiración.

Willy T. Ribbs no fue un fuera de serie: esta, pues, es la historia de un competidor empeñado y complejo, de un dedicado a su oficio. Logró triunfos importantes en la pista y fue gracias a ellos, y a su empeño, a la implacabale voluntad de hacerse presente en un deporte que no le daba la bienvenida a los practicantes afroamericanos, que por un rato por lo menos, durante la década de los ochentas y los noventas, el automovilismo fue un poco más diverso; por lo menos por una persona que no tuvo temor a circular a contramano.