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Sexo

Contraté a un entrenador sexual para que me viese follar

El entrenador sexual Kenneth Play es experto en conseguir que las mujeres eyaculen.

Arriba: La cara que pondría Mourinho si tuviese que ser entrenador sexual. Imagen vía: Wikimedia Commons

Este artículo se publicó originalmente en Tonic, nuestra plataforma dedicada a la salud y el bienestar.

Alex, mi novia desde hace 14 meses, pasa absolutamente de todas las fechas señaladas, pero la que le importa muchísimo menos que todas es San Valentín. Mientras yo me planteo entre llevarla a cenar a un buen restaurante o alguna otras de las actividades prefabricadas que nos conminan a hacer para conmemorar a un sacerdote romano disidente del siglo III d.C, siento que esa situación es en parte culpa mía por haber ignorado por completo ese día durante prácticamente toda mi vida.

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Desde que decidí que iba a celebrar el día de San Valentín, intentó que sea algo memorable, auténtico, práctico, irreverente e irónico. Por eso Kenneth Play se enfrentó al frío y vino hasta mi apartamento. A petición mía ha venido a enseñarnos a Alex y a mi como follarnos el uno al otro de la mejor manera posible. ¿Qué mejor manera que celebrar el día y que molestar un poco a la puritana y sexualmente iletrada América que con un poco de educación sexual avanzada?

Somos bastante suertudos, Alex y yo consideramos que ya hacemos un trabajo excepcional, pero parecía estúpido no aprovechar lo que un sobreestimulado educador sexual podía hacer por nosotros. He visto a Kenneth transformar una habitación llena de mujeres incapaces de eyacular en una habitación llena de mujeres eyaculando y a sus parejas en maestros de la eyaculación femenina en uno de sus "PlayLabs", un evento de educación sexual en grupo que organiza cada mes aproximadamente. Ese en particular se acabó convirtiendo en una suerte de fuente danzante de carne, fluídos y gemidos, con gente realmente entusiasmada por los trucos sexuales de ese excompetidor de fitness.

Lo que pedimos Alex y yo era un Private PlayLab, que normalmente vale unos mil dólares por unas tres horas de sesión. Kenneth nos ofreció sus consejos en casa, pero el nos los ofreció gratis: hay gente que tiene amigos que les reparan el coche o le hacen la declaración de Hacienda gratis, sobre todo cuando a quien se lo hacen va a escribir sobre ello. Así es la vida.

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"Ofrezco un reembolso completo si después de la sesión consideran de verdad que esta no les ha cambiado su vida sexual por completo" me dice, "pero nadie que me lo ha pedido de momento"

"Cuando quieres mejorar tus posiciones de yoga, vas a clases de yoga, cuando quieres aprender a cocinar, pasas tiempo en la cocina. Creo que si quieres cambiar en la cama, tienes que practicar en la cama".

Eso tenía todo el sentido del mundo para mí. Alex estuvo, como de costumbre, totalmente abierta a una nueva aventura y en un regalo de San Valentín que prometía valer la pena. Cuando Kenneth llegó a mi apartamento, llevaba una maleta. Me pidió un vaso de agua. Alex y yo bebíamos tequila con hielo, era lo que estaba bebiendo la primera vez que hizo un trío con dos tíos y desde entonces se convirtió en una especie de ritual, quizás un preludio pavloviano antes de sexo de alto rendimiento.

Kenneth empezó preguntándonos que pensábamos de nuestra vida sexual en general.

"Hay tres cosas que tienes que considerar aquí" me dijo. "La sexualidad de Alex, la sexualidad de Grant y vuestra sexualidad como pareja. Entendiéndoos más de manera individual, podemos empezar a entender como os complementáis mejor en la cama".

Alex habló de sus experiencias previas, de estar atada y suspendida, reiterando que el intercambio de poder era más su movida que la mía. Kenneth le preguntó porque creía que era más fácil para ella llegar al orgasmo por vía oral conmigo antes que con sus parejas previas.

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"Desde el principio siempre fue un gran entusiasta de ir abajo", dijo. "Eso me ayudó a dejar atrás el pensar que se estaba aburriendo o se estaba sintiendo obligado. Me pude relajar y me pude correr".

Para su horror, Kenneth aprendió que a Alex le encanta nada más y nada menos que nuestros pechos sudorosos se juntasen y produjesen sonoros pedos, haciéndola reír histéricamente hasta necesitar un break de cinco minutos.

"Bueno, no estoy seguro de lo que puedo hacer con ello", me dijo. "Pero lo que puedo ver es que a ti Grant, te encanta servir a Alex, y Alex, te encantar ser sumisa, así que empecemos a pensar en Grant como dominante en acto de servicio".

Dicho esto, Kenneth nos apresuró para que fuésemos hasta el dormitorio y nos siguió, sin separarse de su maletín. Nos dijo que nos desnudásemos. Desnudarse delante de Kenneth no fue particularmente incómodo, aunque tener a una tercera persona directamente involucrado en la acción era algo nuevo. Kenneth abrió el maletín, estaba lleno de cuerdas y de algunos flagelos. Con la habilidad y la velocidad de un marinero, empieza a atar al desnuda y cegado cuerpo de mi novia, la hace dirigirse a mi como "señor" y le empieza a dar instrucciones.

Tardé un tiempo en acostumbrarme, pero con el tiempo, dejé de recordarme a mí mismo que lo que estábamos haciendo podía parecer un poco tonto y me empecé a fijar en Alex dentro de ese nuevo contexto. Ella parecía estar entregada a ello, dedicada esas nuevas sensaciones y a las instrucciones, que la habían llevado a otro rol.

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"¿Ves lo relajada que está?", me preguntó Kenneth cuando Alex ya estaba atada. "Alex no es una persona sumisa en la vida real, pero que está completamente inmovilizada, no hay nada que pueda hacer excepto centrarse en las sensaciones".

Mientras estábamos teniendo relaciones sexuales, Kenneth nos instruía a ambos en recibir y dar "datos táctiles". Ya no era una simple y tonta puntuación del sexo, con Kenneth como guía, sentía que habíamos conseguido desbloquear y acceder a otro nivel.

Tras 90 minutos en estado alterado, Alex le pidió a Kenneth que nos refrescase el consejo sexual por el que se había hecho famoso: hacer que llueva. Kenneth sacó una toalla desechable y la puso debajo del culo de Alex, después me dio un guante de latex negro. Con la habilidad que había ganado durante años como entrenador personal, Kenneth le pidió a Alex que hiciese una conexión entre los músculos y la mente, usando los ejercicios de Kegel para cerrar la pelvis y presionarla contra mis dedos ya insertados en su vagina.

"Está apunto de correrse", dijo confiado, y a los pocos segundos así fue, cada chorrazo fue acompañado por un desconcertantemente sonoro grito.

A pesar de que Alex había eyaculado antes, no habíamos aprendido aún la forma para conseguirlo siempre que quisiésemos de forma segura. Después de una pausa, intentamos hacerlo otra vez sin la tutela de Kenneth, con tanto éxito que tuvimos que utilizar otra toalla desechable. Alex estaba aún acabando de recuperarse cuando Kenneth empezó a recoger su maleta para irse.

"Me gusta dejar a las parejas solas para que puedan reconectar después de la sesión", me dice antes de irse tan silenciosamente como puede.