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Uganda ama este número

La Guadalajara de los migrantes

Cuando te ves obligado a dejar tu hogar e ir a otro país, socializar puede salvarte la vida.

Fotos por Héctor Hernández.

Diez pesos le vale el chapulín hecho con hojas de palma, o bien, cinco la pequeña rosa del mismo material, ¿crees que es fácil hacerlas? Hace varios días Mario cortó algunas hojas de palma en un camellón en Guadalajara, Jalisco, y en menos de veinte minutos —con la habilidad de sus manos y la ayuda de una pequeña navaja— las transformó en artesanías. Con esos diez pesos debe comer y ahorrar para seguir su viaje. Mario es salvadoreño y busca llegar a Estados Unidos, al igual que miles de centroamericanos.

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"Mira, cuando se seca así queda para siempre, es un bonito regalo de por vida, llévatelo, ándale", le dice a un tapatío, que termina pagando el costo acordado.

Mario está desde hace tres meses en México buscando llegar a Tijuana para de ahí partir a Estados Unidos con la ayuda de un pollero. El "servicio" puede ir desde los tres mil hasta los veinte mil dólares. Aún no decide, todo dependerá de con cuánto dinero llegue.

"Yo no tengo contacto ahorita con nadie allá, me traje un dinero que ahorré y estos meses he estado vendiendo estas figuritas, ya había llegado más pa'rriba, pero me dijeron que acá en Guadalajara era más fácil conseguir apoyo y dinero. A mí no me ha pasado nada, gracias a dios; estas cortadas me las hicieron unos policías pero no me levantaron como a dos compañeros que detuvieron en Ocotlán [Jalisco, en la Ribera de Chapala]. Allá llegué hace una semana, me bajé del tren ahí porque me habían dicho que la gente era muy cálida, pero la policía detuvo a mis compañeros y a mí me querían quitar lo poco que traía, llegué a Guadalajara de allá en raite".

En 2014 la ONG FM4 Paso Libre, la organización más grande de apoyo a migrantes en Jalisco, realizó una visita a Ocotlán, guiada por un inmigrante hondureño que desde hace dos años reside en la ciudad que se encuentra a una hora de Guadalajara, ahí se encontraron con una situación difícil para los migrantes, que son criminalizados por las autoridades locales.

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La criminalización de la migración vuelve vulnerables a quienes buscan una mejor oportunidad de vida, como Mario. Muchos migrantes denuncian ante las ONGs haber sufrido agresiones por parte de autoridades municipales, estatales y federales, pero no pueden interponer una denuncia por el temor a que sean detenidos por el Instituto Nacional de Migración, en particular desde el endurecimiento de algunas de sus normas en los planes de acción.

Desde el 7 de julio de 2014 el gobierno federal puso en marcha el Programa Frontera Sur, con el cual se comenzaron a cercar las entradas al ferrocarril, con el pretexto de que no es un tren de pasajeros y que los migrantes ponen en riesgo su vida; sin embargo, esto ha perjudicado más a las personas en tránsito, y ha provocado que la afluencia a los albergues que se encuentran en el trayecto del tren baje, disminuyendo las cifras y haciendo parecer que el problema es menor. Además, se empezaron a hacer operativos del INM cerca de los albergues para migrantes.

FM4 Paso Libre afirma haber atendido en su albergue-comedor a 4,493 personas —en promedio 370 a 400 al mes— durante 2013, y en 2014 a 5,249 personas —en promedio de 400 a 450 por mes—. Sin embargo, este grupo estima que hay cincuenta por ciento más de migrantes que no atiende, por lo que el número podría calcularse en diez mil migrantes por año que pasan por Guadalajara, para tomar la ruta del Pacífico hacia el norte.

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Los alrededores del Centro Histórico, la Calzada Independencia, Chapultepec y las avenidas Niños Héroes, Federalismo y Washington, son algunas de las zonas por las que los migrantes en tránsito encuentran la oportunidad de pedir ayuda en los cruceros y vender sus artesanías sin que haya acoso de las autoridades. Estas zonas están en el punto medio entre las dos Guadalajaras: la rica de poniente y la pobre de oriente; ahí, donde confluyen esas dos realidades, los migrantes encuentran un refugio. Cerca de todos estos corredores, pasan las vías del tren.

Hay dos puntos importantes en donde se quedan: en Washington y 8 de julio, y Las Juntas, en el municipio de Tlaquepaque. Ahí viven. Hacen techitos de cartón junto a las vías, y a lo largo del corredor de avenida Inglaterra, muy cerca de donde se encuentra el comedor de FM4.

Emprender un viaje no siempre es algo emocionante, básicamente porque hay dos formas de salir de tu país: como turista que busca relajarse o como expulsado porque en tu país no existen condiciones para vivir. Cuando se trata de la segunda, ser sociable es casi imperativo, no hay de otra, porque aunque viajes con el compadre que te cae mal porque te robó hace cinco años, el apoyo es lo que te puede mantener con vida.

Históricamente México ha sido un país expulsor de migrantes y también de tránsito. En 1980, durante toda la década, pasaron por México más de dos millones de centroamericanos huyendo de las guerras civiles en Guatemala, El Salvador y Nicaragua.

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Cada año miles de centroamericanos —según la Secretaría de Gobernación poco más de 250 mil, o hasta 400 mil según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM)— pasan por tierras mexicanas escapando de las malas condiciones que privan en sus países. México es, en principio para ellos, un destino de tránsito, por el cual se puede pasar por diferentes vías, la más conocida es el tren, ya sea por el Pacífico —con Guadalajara como ciudad intermedia— o por el Golfo de México, con los peligrosos estados de Veracruz y Tamaulipas.

Los migrantes son marginados y acosados por la policía en las ciudades mexicanas a las que llegan.

La cosa no es tan simple como treparse al tren y avanzar, y en un día soleado llegar a la frontera con Estados Unidos y dar el paso decisivo. Esos miles de centroamericanos se enfrentan a muchas dificultades, de las cuales no están conscientes en el momento de tomar la decisión, pues aunque las historias de terror de lo que sucede en México les llegan y les siembran dudas, la situación en países como Honduras o El Salvador no es nada alentadora.

El migrante está solo y no. Generalmente desde el momento de decidir salir rumbo a México se acompañan de otras personas de la misma comunidad y a lo largo del camino va haciendo amistades y reforzando lazos que le ayudarán en el futuro más próximo.

Y esas amistades pueden hacer la diferencia, desde brindarles protección hasta apoyo emocional. Para las mujeres es más difícil, pues deben defenderse también de agresiones sexuales —Amnistía Internacional estima que sesenta por ciento de las mujeres migrantes han sufrido abuso sexual— incluso de sus propios compañeros de viaje.

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Adriana González Arias es académica del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) y ha estudiado el fenómeno de la migración y últimamente ha emprendido un estudio sobre el capital social que crean los migrantes durante su camino.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que no entendemos nada de la realidad de la migración, en resumen porque no hay cifras concretas sobre la cantidad de personas que están en tránsito por el país. Las autoridades reportan números basados en detenciones en México y Estados Unidos, y se estima que de cada cien migrantes sólo logran pasar diez. Hay todo un mundo que desconocemos.

Desde la matanza de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, en 2010, mucho se ha hablado de la disminución del flujo migratorio por la ruta del Golfo de México, pero es algo que no se puede comprobar, porque no existen los estudios que puedan abarcar la totalidad del fenómeno. No sabemos cuántos son ni a cuántos se les violentan día a día sus derechos humanos.

Adriana explica que durante el tiempo que duran los trayectos no todo es ir preocupado: platican, se cuentan historias familiares, ríen y van creando lazos, se enseñan cosas y se dan recomendaciones.

En una serie de entrevistas dentro de su investigación, Adriana González encontró que muchos migrantes llegan a Guadalajara después de haber llegado a Monterrey, por ejemplo, porque les llega la información de que esta ciudad es más segura o que pueden conseguir empleos.

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Con los diez pesos que cuesta este chapulín hecho con hojas de palma, Mario debe comer y ahorrar para seguir su viaje hacia EU.

"Ellos ya tienen una idea de qué va a pasar en México o qué tienen qué hacer, más o menos qué herramientas utilizar, pero lo que hemos observado es que la planeación es muy poca: no conocen el territorio mexicano, no cuentan con mapas, y más o menos saben si agarrar un camión, una combi o un tren de tal punto a tal punto. Saben de algunos albergues pero la información más fuerte la van a obtener en el momento pasan la frontera de Guatemala a México, si tienen la suerte de llegar a alguno de los albergues que hay en Chiapas o en Tabasco, ellos les proporcionan mucha información, incluso de cómo denunciar violaciones de derechos humanos, qué hacer en caso de alguna situación, del derecho que tienen para ser atendidos en los hospitales… La aventura del migrante empieza a la hora que conoce a la gente en el momento, hay mucha información que se saca de boca en boca ente los migrantes pero la información que ellos consideran más confiable es la que sacan de los albergues y de los comedores", explica.

Incluso, muchos toman la decisión de cómo llegar a la frontera con Estados Unidos en el momento de pisar suelo mexicano: "Estando en Tabasco lo más seguro es que decidan irse por todo el Golfo, llegar a Veracruz y de Veracruz a Tamaulipas. Si vienen por Chiapas es más posible que tengan la posibilidad de moverse porque la frontera es más grande y la gente ahí decide, pero eso va a depender mucho del albergue o de los otros migrantes que se encuentren en el camino y además que llegar a tomar cualquier de las rutas no es sencillo porque son kilómetros de caminata".

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Otros llegan a destinos por los que no pasa el tren, porque les avisan de un lugar en el que necesitan trabajo de mano de obra, en cultivos o en la construcción. Muchas veces son explotados, pero de eso no se tiene mayor información porque es peligroso.

Aprenden muchas cosas, algunos incluso van aprendiendo inglés. Las hojas de palma convertidas en chapulines son la imagen más palpable de la transmisión de conocimiento que se da en el trayecto.

"Estos me los enseñó a hacer mi primo, lo agarraron, lo deportaron y nos encontramos en Chiapas. Él ya no quiso intentarlo y va de regreso a El Salvador, yo creo que ya llegó. Pero mi familia está muy mal y debo hacer el esfuerzo", menciona Mario.

González Arias encontró que mucha de la comunicación que entablan quienes están en tránsito por México es a través de internet. Quienes ya tienen familiares en los Estados Unidos mantienen comunicación por este medio, o por teléfono, y ellos son una especie de faro para el resto, porque obtienen información que transmiten y que es vital para seguir el camino. Sin embargo, son minoría —menos del treinta por ciento, según los datos de la investigadora— quienes tienen apoyo de familiares en Estados Unidos.

"Los que vienen viajando solos van haciendo grupitos, que no son grupos que permanecerán mucho tiempo, hay unos que agarran la estrategia de seguir juntos y otros que no. Por ejemplo, aquí conocimos a un salvadoreño y cuando fuimos a Nogales nos lo encontramos de nuevo y vimos cómo fue haciendo equipo con otros dos, un guatemalteco y un hondureño, entre todos tenían comunicación y se iban pasando estrategias, qué alimentos llevarse, cómo ir vestidos, pero a la mera hora el guatemalteco se fue sólo porque lo engancharon para pasar droga, no sabemos qué pasó con él, precisamente era de los que nunca quería hablar con nadie y terminó pasando de una manera muy peligrosa; el hondureño se iba a regresar, él ya no iba a intentar cruzar, y el salvadoreño seguía en pie.

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"Sí podemos hablar de redes que apoyan, entre mayor fortaleza tenga la red el migrante tiene más posibilidades de tener un proyecto exitoso, sí es una realidad porque es una ruta donde se necesita dinero y apoyo, esta migración necesita de muchos recursos".

En México, el panorama para los migrantes es desolador. Se tienen datos de hasta setenta mil migrantes desaparecidos en México desde el año 2007, aunque en su comparecencia ante la Organización de las Naciones Unidas, el gobierno mexicano declaró no tener cifras confiables al respecto.

A esto se suman las extorsiones, asaltos y secuestros por parte del crimen organizado y las corporaciones policiacas; el asedio del Instituto Nacional de Migración, y el estigma social, sobre todo en las ciudades.

El 31 de agosto de 2013 el gobernador de Jalisco, Aristóteles Sandoval Díaz, solicitó a los habitantes de Guadalajara denunciar a "hondureños o gente, sobre todo de Centroamérica, que está en las esquinas", para, dijo, regresarlas a su país. Y continuó: "En algunas zonas hemos detectado, por ejemplo, quienes asaltan a casas que son de otra nacionalidad, sobre todo algunos centroamericanos o algunos sudamericanos".

Esto levantó la alarma en organizaciones civiles y en el propio Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred). Este tipo de estigma, favorecido desde las autoridades de primer nivel, pone en el camino más riesgos para los migrantes.

Ana es mexicana pero lleva 26 años en Estados Unidos, actualmente ya cuenta con una situación regular como residente en California, pero hace diez años visitó Guadalajara porque quería ver a su familia y el regreso como ilegal a EU fue un infierno.

"Es algo que no volveré a hacer; afortunadamente ya tengo papeles, pero estar diez horas en la cajuela del auto, sin poder moverme, con el miedo de que pasaría algo, cualquier paso que escuchaba afuera era morirme de nervios. No me quiero imaginar lo que tienen qué pasar los que vienen desde Centroamérica", cuenta.

Mientras las situaciones en nuestros países no mejoren, miles de mexicanos, salvadoreños, guatemaltecos, hondureños y de otros países seguirán arriesgando su integridad y su propia vida por buscar el "sueño americano". Seguirán aprendiendo cosas nuevas, y luchando por las oportunidades que no tienen, y puede ser que comprar un chapulín de palma que contiene millones de relaciones sociales, ayude a que lo logren o no.