Absolución_Las_Cartas_del_perdón_@lenny_maya
Ilustración de portada por @lenny_maya.
Identidad

Las cartas del perdón: ¿reparación o miedo al escrache?

Se ha vuelto común que los hombres escriban a sus exparejas mensajes en los que piden disculpas por sus comportamientos del pasado. ¿Qué se puede leer en ellos? ¿Qué hay detrás de este gesto?

“En algún lugar debe haber un basural donde están amontonadas las explicaciones. Una sola cosa inquieta en este justo panorama: lo que pueda ocurrir el día en que alguien consiga explicar también el basural”.

—J. C.

I.

En 2017 escribí una carta pidiendo perdón.

Con Andressa nos habíamos conocido en un festival de teatro en Brasil. Durante tres meses fuimos y vinimos entre Buenos Aires y San Pablo. Y después, sin explicación, sin palabras, dejé de verla.

Publicidad

Un tiempo después, sentí que necesitaba escribirle a Andressa e intentar explicar algo; justificar mi crueldad, rellenar mis silencios, pedir perdón. La carta que escribí decía cosas como: En muchos sentidos fui cruel y me da vergüenza y dolor. Espero que puedas perdonarme —aún cuando no haga falta que me lo digas—, para poder sentir que todo lo que vivimos valió la pena; que son recuerdos que, ojalá, vuelvan a iluminar nuestras locuras, nuestras historias, nuestras travesías.

Andressa me contestó con un poema de Juarroz. Decía así: Crear un marco para cada cosa, para que cada cosa sepa por dónde entrar. Y después, romper con ella el marco, para que cada cosa sepa por dónde irse, sin romperse ella misma.

II.

—Qué bien que nos hizo el feminismo.

Estoy en una fiesta llena de actores y actrices, todes borraches. Es 2019, antes de que lo pandémico fuera siquiera imaginable. Desplomado, miro desde el futón una masa de treinta brazos y piernas que baila el último trap del Wos. Tengo al lado a Valentina, que le cuenta a Mailén lo que le pasó hace dos días: su exnovio Marcos le escribió para invitarla a tomar un café; se juntaron, tomaron café y Marcos le pidió perdón. Perdón por qué, pregunta Mailén. Por todo lo que hizo mal, dice Valentina. Sus aritos con plumas se agitan, casi vuelan. Hace cuatro años habían cortado con Marcos. Después de tanto tiempo, dice, ya no le pesaba el dolor, pero escuchar a Marcos hacerse preguntas y cuestionarse comportamientos la hizo sentirse tenida en cuenta. 

Publicidad

—Qué bien que nos hizo el feminismo —dice ahora Mailén, jugando con su ombligo, que asoma bajo una musculosa pupera.

Yo saco el celular. Busco en la bandeja de enviados los mails de abril de 2017. Quiero leerles, porque creo que es pertinente, mi intercambio con Andressa: mi carta pidiendo perdón y su respuesta con el poema de Juarroz. 

—¿Qué pasa? ¿Estás bien? —pregunta Mailén.

Me había olvidado. Pero las acabo de encontrar y de golpe me acuerdo. Con menos de un mes de diferencia respecto a la carta que le escribí a Andressa, envié dos cartas más, dirigidas a Ana y a Rocío. En ambas, utilizando palabras y razonamientos diferentes, repito el procedimiento: comparto que estuve pensando, que me di cuenta de cosas, que me sentía mal y necesitaba pedir perdón.

En el living suena Bohemian Rhapsody y el grupo de teatristas borraches hace pogo. En la cocina, dos chicos se besan entre el horno y la heladera. Mailén y Valentina repasan el texto de una escena que comparten en una versión contemporánea de la Ópera de dos centavos.

Entro a Facebook y escribo uno de esos carteles de colores donde la gente pide cosas. Casi ni lo pienso, escribo lo primero que se me ocurre. Y lo publico.

III.

Juli, que tal, como estas? 

Antes que nada, esto no es simplemente una respuesta a todo lo que está pasando, aunque si es parte y funciona como detonante. 

Vengo dandome, hace ya uno o dos años, un proceso de pensamiento que no me di nunca, y una de las cosas que siempre me quedo pendiente fue pedirte perdon, porque me porte de manera violenta con vos. No fui una buena persona, me mande muchas cagadas, te maltrate, trate de manipularte y de echarte la culpa de los problema que en definitiva, tengo yo y sigo teniendo, pero que al menos ahora me hago cargo: nunca supe como tratar con nadie, y a vos menos. Pero te trate muy mal. Fui un mal tipo. Fui violento y estupido. Realmente, perdoname. No te merecias absolutamente nada de lo que hice ni lo que dije.

Publicidad

Espero sinceramente que estes bien. Y que hoy estes en pie de guerra contra este sistema horrible que nos vuelve mas violentos de lo que por si ya somos.

Te mando un abrazo.

IV.

Espera él que esté ella en pie de guerra contra las violencias que ejercen ellos de las que son víctimas ellas. Desde la retaguardia, con los pies en alto y un habano humeante en la boca, ordena el mariscal a su subordinada que salga a luchar. Si nombra la lucha, evidencia el conocimiento que tiene de ella. ¿Por qué, entonces, deberían ser solamente las mujeres quienes luchen y no los hombres? Es como si en el mismo acto de escribir y enviar la carta, inaugurara y clausurara su participación en la lucha. Ya está, parece decir, estas palabras son todo lo que tengo para aportar. Ya cumplí. Hasta acá llego. El resto hacelo vos.

V.

Los testimonios, cartas, mails, mensajes de Whatsapp y audios empezaron a llegar, primero con la timidez de la espuma, después con la potencia de un mar. En un 95% me escribieron mujeres: me hacían llegar mensajes de sus ex y también textos escritos por ellas. A veces, me pareció ver algo de tristeza y dolor en algunos de los mensajes que ellas me escribían para introducirme al material. Pero también, sobre todo, alivio de compartirlo, entusiasmo por revisar desenlaces y mucho humor. 

VI.

Laura me envía una captura de pantalla. Es una conversación de Whatsapp. Abajo me escribe: “Mirá lo que me manda el salame de mi ex”. Transcribo la conversación tal como aparece en la captura:

Publicidad

Él: che te quería contar porque me nacio escribirte, vengo pensando desde hace un tiempo, que yo a vos te debo alguna que otra disculpa, no me porte lo que se dice muy bien. Desde hace un tiempo que empece a reveer ciertas normas, me ayudaron a tomar conciencia sobre mis modos de relacionarme. Hice lo que crei que era lo mejor, y ojala me hubiera sometido a una deconstrucción antes. Hoy solamente queria acercarte estas disculpas.

Laura: Te hago dos preguntas. ¿Por qué cosas te estás disculpando concretamente? ¿De qué hablas cuando decís "hice lo que creí que era lo mejor"?

Él: me disculpos, cuando recuerdo algunas pelea.

Él: y me recuerdo en posturas muy machistas como infundadno confucion

Él: o cosas como norespetar tus espacios

Él: me volvi medio persecuta, pero fue sin malas intenciones

Él: en el fondo de mi me enseñaron a perseverar antes que a escuchar

Él: cuando digo hice lo que mejor pude, quiero decir, en ese momento crei que estaba bien, que eso era parte de demostrar amor.

VII.

Estoy en medio de una mudanza. Libros por todas partes. Salgo de la cama intentando no hacer ruido y me pongo a clasificar los libros por autor, género y procedencia. Jazmín se despierta, se sienta en la cama. ¿Te ayudo?, ofrece, y agarra un pilón. Pero a los dos segundos se cuelga releyendo los inicios de los libros infantiles. Yo ordeno frenético, salto de un lado a otro de la habitación, tomo decisiones, cambio libros de lugar. De pronto, Jazmín pregunta:

Publicidad

—¿Quién te regaló este?

Señala una versión en portugués de El Principito que me regaló Andressa, la chica del poema de Juarroz. En la primera página hay una dedicatoria hermosa y una firma: “Andy”. Le miento: 

—Una amiga.

Y sigo ordenando. Me puse nervioso, me doy cuenta. Podría haberle dicho que era de un amigo, dice “Andy”, podría haber sido algún Andrés, pero no me acuerdo bien qué dice la dedicatoria, no estoy seguro de cuánto rastro devela de una relación amorosa. O pequeno Principe fue lo último que me regaló Andressa antes de separarnos. Advierto de pronto el rumbo que tomó mi pensamiento: estoy pensando en que podría haberle mentido mejor. ¿Por qué no pienso que podría haberle dicho la verdad?

Podría contarle la historia de Andressa, de nuestra relación y de cómo terminó de golpe y sin palabras. Podría compartirle mi sentimiento de culpa. Podría hasta hablarle de las Cartas del Perdón y cómo las estoy recopilando para escribir sobre eso. Cráneo adentro, me hundo en una laguna de angustia y preguntas sin respuesta.

¿Lastimaré a Jazmín como lastimé a Andressa, a Ana, a Rocío? ¿Le mentí sobre El Principito para cuidarla, para evitarle amargura? ¿O lo hice para cuidarme a mí, para que no sepa cuán cruel puedo llegar a ser? ¿Volveré a lastimar a otra gente? Las cartas que escribí, ¿me enseñaron algo? ¿Cómo puedo aprender a ser mejor persona, mejor compañero, a no ser cruel, a no dejar todo en la nada de la nada? ¿Dejaré todo en la nada de la nada con Jazmín? ¿Por qué me escapé tantas veces de tantas relaciones? ¿A qué le tengo miedo?

Publicidad

VIII.

Transcribo una carta que me comparte Vera. Se la había enviado un chico con el que venía saliendo:

Aprendemos continuamente acerca de las formas de relacionarnos y siempre hay errores, dudas y muchas cosas que no sabemos. Qué loco lo del sueño! Me encantaría poder analizarlos como vos! Grosa!

Sabía que venías de una relación, no sabía que habían terminado mal. Desde un principio propuse la relación relajada, con tiempo y lugar para estar solos. Estuve aprendiendo mucho acerca de las relaciones vinculares este tiempo, estoy mejorando muchísimo y lo que me dijiste de la responsabilidad afectiva estuvo buenísimo! Gracias!!

No hiciste nada mal vos Vera! Yo me fui al sur y me recontra desconecté, perdón por no contestarte, entre la cabeza en otro lado y el escaso wifi en la montaña no te escribí. Siento que vibrábamos pero tus ganas de profundizar en mis cosas y conocerme creo que me asustó y me alejé orgánicamente. Estuve pensando mucho y buscando la razón…. Me di cuenta que no hubo un hecho que marque un antes y un después. Es como que necesitaba cambiar de música, cambiar de ropa, elegir otro gusto de helado. No sé jaja. Me pasa seguido. Simplemente dejé de pensar en vos durante el viaje y cuando volví tampoco. Me desenganché absolutamente y desaparecí de una mala manera. Mil perdones por eso.

Sos una súper persona!!! tengo ganas de abrazarte… Pero nada más! Nuestro encuentro quizás no fue tan duradero pero para mí significó mucho y aprendí varias cosas!!! Siento que estoy avanzando y mucho. Y me estoy soltando un poco más en esto del amor. Soy muy principiante pero me siento seguro y muy bien en este período de mi vida. Se vienen cosas nuevas con la banda!!

Publicidad

Gracias por tu disposición para conversar. Seguro nos crucemos pronto! Besos Vera!!

Le pido a Vera que me cuente lo que sintió al recibir este mensaje. Me escribe: “Cuando vi la respuesta primero me sentí feliz de que finalmente decidió contestar porque no sabía si lo iba a hacer. Pero al leer el contenido me pareció armado o ensayado, no sé cuál sería la palabra. No me cerró. Viste cuando alguien habla mucho y dice poco? Entendí que esto era porque él no quiere decirmelo o no sabe lo que pasó, entonces ahí pensé qué tal vez yo estaba pretendiendo demasiado. Siento que de alguna manera atrás de todo ese palabrerío hay una cosa concreta atrás que no voy a saber”.

Y yo pienso que a él le pareció bien dejarla a ella como quien “cambia de ropa, de música o de gusto de helado”, y decido que en esa frase está todo dicho. 

IX.

Estaba intentando dormir, al día siguiente tenía un ensayo, ya no me acuerdo de qué. Acababa de enviarle a Ana una carta pidiendo perdón por la manera en que me evaporé de la relación sin explicaciones… cuatro años antes. Me acuerdo de pensar que a ella le haría bien leerme. Pensaba en la oscuridad sobre la honestidad de las palabras que había logrado escribir.

De pronto se iluminó la habitación: llamada de Ana.

Recibió mi carta, la acaba de leer, está furiosa. Quiere saber por qué le escribí esto ahora y no hace cuatro años. Quiere saber por qué pensé que ella necesitaba leer esto ahora y no hace cuatro años. Quiere saber si hace cuatro años me había dado cuenta de lo que le había hecho o recién ahora me lo puse a pensar. Quiere saber si creo que una carta puede justificar un comportamiento de mierda. 

Publicidad

Al final, no dormí nada.

X.

 ¿Hasta qué momento son válidas las disculpas? ¿En qué momento dejan de serlo?

XI.

De la primera carta que mandé —a Rocío— nunca recibí respuesta. La releo. Es hermosa. Es honesta, brutal y hermosa. En esta carta no solo pido perdón. También confieso cosas que me lastimaron, cosas que hizo ella, Rocío, mientras estábamos juntes, que me dolieron o alejaron. Es un intento de iluminar todas las oscuridades. Un intento de no dejar conjeturas posibles, de nombrarlo todo.

Con este mail, de alguna forma, la implico en el fin de la relación, le comparto algo de la responsabilidad de lo que pasó.

Escribo esto y descubro en mí la reiterada creencia de que soy el único responsable de mis relaciones. Como si no fueran construcciones de a dos. Como si el único escritor de la historia fuera yo.

XII.

Jazmín y yo tomamos vino tirades en la cama. Hace semanas estoy entusiasmado con la llegada de cartas y la lectura de historias. Ella sabe que estoy en medio de una investigación pero todavía no le leí nada del material.

Ahora quiero compartirle lo que escribí. Abro el archivo en el celular y se lo paso. Disfruta, se ríe, comenta las partes que le interesan. Entonces lee el fragmento en donde hablo de ella, la escena en la que encuentra El Principito con la dedicatoria de Andy y las preguntas que me hago respecto a cómo va a ser nuestra relación.

—¿Por qué te haces cargo de lo que no podés controlar?

Publicidad

Dice y aguanta la risa. O retiene la furia.

—Qué importa pensar en lo que va a pasar, si no tenemos forma de saberlo. Lo único que tenés que hacer es estar conectado con lo que te pasa hoy, lo que pensás, lo que sentís, hoy. Y poder compartirlo conmigo. No entiendo cómo te guardaste todo este tiempo la angustia por si me habías mentido, ¿y tenés miedo de lastimarme? Hay preguntas que no tienen respuesta.

Le pregunto si esas preguntas es mejor no hacérselas.

—Podés hacerlas, pero con alegría, con humor. Nunca con angustia, nunca con miedo. Podemos jugar a responderlas. Podemos inventar planes hermosos, desenlaces melodramáticos. Como un juego. Juntes. Pero vos, solo, con todas esas preguntas en la cabeza, es una bomba de tiempo. De esta manera, se vuelve algo que es solo tuyo, innombrable, pesado y real. Si me lo compartís es una nube, podemos pensarla entre les dos y soplarla o disfrutar la lluvia.

Se pone poética, Jazmín, a veces. Me gusta lo que propone como forma de encontrarnos, y de alguna manera siento que está totalmente conectado a mi investigación. Que si hubiera podido, de manera salvaje y honesta, enterarme de lo que me pasaba mientras me pasaba y compartirlo, mis relaciones no hubieran necesitado cartas con explicaciones. La brutalidad, a veces, es una caricia. Quizás no sea la única respuesta, pero es una respuesta. Es un camino, una prueba, un intento; un juego. Tomo una decisión. Mis cinco reglas a partir de ahora van a ser: no interpretar, no aislarme, no proyectar, no idealizar y no comer harinas.

Publicidad

Lo de comer harinas no tiene nada que ver.

Seguimos tomando vino en silencio. Acaricio la nuca de Jazmín. Ella tiene su mano en mi panza. 

—¿Vas a escribir esta escena también, no?

—Sí.

EPÍLOGO

“Y ahora, esta historia deja de ser mi historia. O mejor: ¿En qué medida esta historia deja de  ser mi historia?” 
R.P.

Empecé esta búsqueda con la curiosidad de entender si el desenlace de mi relación con Andressa podía reconocerse eco de la sociedad contemporánea. Traté de preguntarme si podía, a partir de mi historia, iluminar miedos y heridas recurrentes en otres. Descubrí, con el material de las cartas en la mano, que me mantuve siempre en el mismo terreno: una geografía minada de micromachismos, destiempos, malos manejos, interpretaciones forzadas, olvidos dolorosos, silencios crueles.

Si ese fue el campo minado, a mitad de este recorrido no pude evitar pensar en detonantes más potentes: agresiones físicas, abusos, violaciones. Las cartas que hasta aquí presenté, tal vez por haber sido recopiladas dentro de un círculo social estrecho, de alto grado de mismidad, tal vez porque cartas que hablan de violencias de ese otro calibre no son un material que se comparta con facilidad, no tocaron nunca temas de tal gravedad, nunca dieron cuenta de acciones sin retorno.

No puedo, sin embargo, concluir el trayecto sin pensar en esas otras cartas que sí reponen, reflexionan e intentan explicar comportamientos punibles judicialmente. Voy a recuperar para esta instancia dos declaraciones públicas: un fragmento del testimonio de Louis C.K. en 2017, después de haber sido acusado de abuso por cinco mujeres; y la transcripción de un audio de Marcos Lautaro Teruel, hijo del cantante de Los Nocheros, en comunicación con una joven de dieciséis años a quien había violado siete años antes.

Publicidad

Louis C.K. Noviembre de 2017.

“Quiero referirme a las historias contadas al  New York Times por cuatro mujeres llamadas Abbey, Rebecca, Dana, Julia, quienes se sintieron capaces de revelar sus nombres, y otra que no.

Estas historias son verdad. En su momento, me dije a mí mismo que lo que hice estaba bien, porque nunca le mostré el pene a una mujer sin preguntarle antes. Pero lo que aprendí más tarde en la vida, demasiado tarde, es que cuando tienes poder sobre otra persona, preguntarle si puedes mostrarle tu pene no es una pregunta. Es ponerla en aprietos. El poder que yo tenía sobre estas mujeres es que ellas me admiraban. Y yo ejercí ese poder irresponsablemente. Me arrepiento de mis acciones. Aprendí ayer sobre el punto al que logré que estas mujeres que me admiraban se sintieran mal consigo mismas y precavidas frente a otros hombres que jamás las hubieran puesto en esta posición. También tomé ventaja del hecho de que yo era admirado en mi comunidad y en la de ellas, lo cual las desalentó a que compartieran sus historias y les trajo dificultades cuando lo intentaron porque la gente que me admiraba no quería escucharlas. 

El peor arrepentimiento con el que lidiar es aquel que llega cuando sabes que has lastimado a alguien más. Y yo apenas puedo agarrarme la cabeza pensando el alcance del daño que he causado. He sido negligente en excluir a la gente con la que trabajé y aún trabajo y cuyas vidas personales y profesionales se vieron afectadas por esto. Le he causado dolor a mi familia, a mis amigos, a mis hijos y a su madre.

Publicidad

Me he pasado mi larga y afortunada carrera hablando y diciendo cualquier cosa que quería. Ahora daré un paso al costado y me tomaré un tiempo para escuchar.

Gracias por leer”.

Palabras de Marcos Lautaro Teruel. Mayo de 2019.

(Versión recortada del audio)

“Hace mucho tiempo, hace como tres, cuatro años, que vengo diciendo 'tengo que pedirle perdón a esa pendeja' porque sí, porque se lo merece. Fue una pendejada. No puedo sacar cálculos sobre qué edad teníamos los dos. Por eso te quería pedir disculpas.

El día que te pedí disculpas, dos días antes una amiga de añares nos escrachó en Face a dos amigos y a mí, diciendo que habíamos abusado de la mina, tenía carteles de mis amigos que decían violadores y yo tenía los huevos en la garganta. Fue una situación muy densa. Pero cuando me pasó eso, lo primero que pensé fue en vos, yo quería pedir disculpas hace ya rato y ahora era la oportunidad de hacerlo. Con la mina esta, estuvimos dos de los tres. El único que no estuvo fue el que más la pasó peor. Y la mina lo tiró, una amiga de toda la vida, pero podría haber levantado el tubo y decir 'che loco me quiero juntar porque tengo una versión de lo que pasó esa vez y capaz que ustedes tienen otra'. Gracias a Dios que no se viralizó fuerte. Más con mi apellido podría haber salido sin asco, pero gracias al cielo y la tierra no fue así. De todas maneras, lo poco que se viralizó fue suficiente como para hacernos pingo a nosotros.

Publicidad

La vida me dijo 'ahí está, vaya y pida disculpas'. Tenía la necesidad de hablarte. Yo te hablé súper tranquilo, dentro de todo, porque se me reventaba el corazón pero estaba dentro de todo tranquilo y ya venía de tres días llorando como una china. Antes había estado hecho pingo. Perdí una banda de peso, no comía nada, fumaba todo el día. Entonces, me di cuenta que no quiero que le pase a nadie, lo que me pasó a mí. Si la mina hubiese metido la denuncia, bueno, es denso pero se arregla ahí entre nosotros, viste. Pero ya que se meta un montón de gente a juzgarte sin tener la más puta idea de lo que pasó, fue como muy duro. 

Todo este tiempo que pasó me acordaba de tu cara cuando eras pendeja y para mí era un bajón porque no tenía otro recuerdo tuyo. El otro día que te vi ahí, dije 'está re grande', la puta madre. Pero a partir de ese día, me acuerdo de vos así como estás ahora y no esa sensación chota. Era una necesidad de sacarlo y de intentar escucharte también, fue una boludez. 

No sé, boluda, era muy pendejo, no sé realmente, no sé cuál es la respuesta a por qué lo hice. Sí sé que cuando lo hice en un momento no te gustó nada, porque sí me di cuenta, y nada y pasaba el tiempo y más me hacía la cabeza, que culiao que fui, eras re pendeja, habrá sido hace diez años. No saber las consecuencias que podían traer después o lo que te podía causar. No sé, capaz que fue tu primera experiencia.

Me encanta que estés ahora así, grandota, que se pueda hablar con vos, boluda, no siempre se puede, no siempre tenés la posibilidad de arreglar las cosas o de intentar arreglarlo. En ese momento no tuvo arreglo, pero ahora sos un poco más grande, podemos charlarlo, juntarnos, me podés tirar un mensaje o lo que sea. Como le dije a tu vieja: 'para vos y para ella yo estoy para cuando quieran hablar'. Para tu vieja también, ya sé que es mucho más difícil, pero nada, tampoco me gustaría verle la cara a tu vieja y que se entere que soy un hijo de mil puta. Porque soy moquero, soy mujeriego, pero tampoco siento que sea un abusador. Saber que sí lo fui, es un bajón”.

Absolución

Soy consciente de la distancia entre las primeras cartas y estas últimas dos. No fue mi intención en estas páginas igualar las violencias a las que me he referido. Pero quizás, encontrar cierta similitud, cierta cercanía, pueda poner en perspectiva lo irreversible de algunas violencias. 

Tampoco fue mi intención condenar la práctica de pedir perdón, pero sí, tal vez, plantear la pregunta: ¿todas las disculpas son válidas?

Etimológicamente, el perdón conlleva en sí mismo la posibilidad de sanar para el destinatario de la violencia: ellas. Les exige la capacidad de dejar atrás lo ocurrido y seguir viviendo como antes de la violencia recibida. El perdón propone incluso un crecimiento, mayor fortaleza, nuevas competencias. ¿Debería alguna de estas mujeres estar agradecida por la violencia recibida? ¿En qué posición ponen estas cartas a las personas violentadas? 

Parece que, en vez del perdón, estos tipos buscan la absolución. El olvido de todo, la redención del alma pública, la evasión del infierno, la exculpación del peso del escrache, el indulto eterno.

Yo quiero preguntar: ¿merecen estos hombres ser absueltos?