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Si bien cada vez hay más pornografía que huye del heteropatriarcado y los guiones de poca monta —con Erika Lust a la cabeza—, el consumo exacerbado de porno mainstream —el de mete-saca— es la principal fuente de información para nuestra educación sexual desde la adolescencia y ha hecho que cada vez más chicos y chicas —aunque sobre todo chicos— se saturen y pierdan las habilidades sociales y eróticas que envuelven el sexo. El porno genera unas expectativas que en la vida real se ven frustradas provocando abulia o disfunciones, y dan lugar a la falta de deseo aturdiendo la mente, que se conforma con los orgasmitos del porno junto a la soledad. Aunque parezca mentira, estamos en el momento de la historia del ser humano que menos sexo se tiene.La médica-sexóloga Francisca Molero, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, me contó que muchas parejas jóvenes acuden a terapia por falta de apetito sexual o disfunciones sexuales, y como primer paso a revertirlo se les suele prescribir literatura erótica. Gran parte de esos problemas suelen tener el origen por la alienación de fantasías por un consumo descontrolado de porno, por palabras de la especialista.
Después de informarme un poco e ir a la biblioteca, donde hay una amplísima oferta de literatura erótica sin coste alguno, escogí Espera, ponte así, de Andreu Martín, uno de los últimos ganadores de los premios de la Sonrisa Vertical, y Fanny Hill: memorias de una mujer galante, de John Cleland, considerada como “la primera prosa pornográfica inglesa y la primera que usa la forma de novela”. Me llevé los que más me llamaron la atención, así que va en función de los gustos de cada uno.Tengo que reconocer que me descolocó hasta incomodarme, porque ese inicio dejaba entrever la trama con pensamientos sexuales enfermizos que se repetían una y otra vez
Tengo que reconocer que me descolocó hasta incomodarme porque ese inicio dejaba entrever la trama con pensamientos sexuales enfermizos que se repetían una y otra vez a partir de la infidelidad del director de teatro —el protagonista— con una de las actrices principales de una obra de Henrik Ibsen en los ensayos previos a su estreno. Estaba muy lejos de excitarme. Quién me iba a decir que a las pocas páginas iba a cambiar de opinión.“La recuerdo hace un rato, en la cama, a horcajadas sobre mí, abriéndose la vulva con los dedos después de un par de infructuosas embestidas, la recuerdo haciendo una 'o' admirativa con los labios, ojialegre, dando a entender que el asta que debía empalarla era excesivamente grande, y que le hacía ilusión verse ensartada por ella”.
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El argumento se forja a partir de la obsesión casi patológica del desdichado director que ve como ese encuentro clandestino del principio con la actriz le trastoca toda su vida, así que después de mi aversión pueril del comienzo, los pensamientos delirantes y oscuros del libro azotaron mi sistema endocrino, que segregó hormonas de forma involuntaria.Hace un par de años hice un curso de literatura y neurociencia donde aprendí que los procesos cognitivos y las áreas cerebrales que estimula la literatura, no se experimenta con ningún otro arte. La imaginación construye literalmente un mundo interpretando únicamente letras y tu cerebro trabaja a destajo. El resto de disciplinas artísticas dan más pistas a nuestros sentidos para sentir y la mente, a priori, no se sumerge ni estimula tantas áreas, ya sea con un cuadro pictórico, una pieza musical, la forma de una escultura, etc.
Quizás por eso cuando estaba ejercitando esa maravillosa sensación de recrear un mundo nuevo lejos de mi actividad literaria corriente, me enganchó de sobremanera al ponerme en la piel de los pensamientos perturbadores del protagonista, que estaba continuamente excitado recordando a la señora Linde —papel que interpretaba en la obra teatral la amante que lo enloquece—.Tras gimoteos y delirios provocados por esta rocambolesca forma de dar y recibir sexo oral, nos descuartizamos el uno al otro sobre una mesa tirando al suelo vajillas y vasos
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Engullí el libro hasta que mi imaginación se puso a trabajar. De repente, me encontré en el salón de casa del director. De hecho, yo era él. Estaba sentado frente a Laura —la mujer del director— mientras pelaba gambas y las sumergía en un bol de mayonesa verde. De nuevo, el recuerdo lascivo de la amante avivó el deseo y me puse de rodillas, caminé a gatas por debajo de la mesa y abrí sus piernas, para comenzar a jugar con su entrepierna introduciendo en su vagina los crustáceos que previamente había descascarillado. Luego ella utilizaría los músculos del suelo pélvico para expulsar las gambas directas a mi boca, justo antes de tragármelos y descuartizarnos el uno al otro en un delirio sexual. Una salvajada literaria.
Y menudo viaje. Lo inquietante era que estaba tan excitado como el señor director. No voy a entrar en detalles, pero después de leer otro encuentro con otra actriz, tuve que saciarme porque el ardor que llevaba a cuestas después de todas esas descripciones, junto a la trama adictiva y alocada, me habían puesto más cachondo que cualquier vídeo porno que recuerde.En serio, terminé el libro en dos veces y me hizo innovar en la cama con mi novia cuando la vi, proponiendo situaciones nuevas y prestando más atención donde la monotonía había causado algún que otro estrago en forma de sosiego. El libro estimuló, no solo a mí, sino también mi relación sentimental.Después de otro encuentro literario con otra actriz, tuve que saciarme porque el ardor que llevaba a cuestas después de todas esas descripciones