Ser joven en Linares, la ciudad con más paro de España
Todas las fotos por Alberto Olea

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Marca España

Ser joven en Linares, la ciudad con más paro de España

El futuro de estos jóvenes simplemente no existe. Su única salida: emigrar.

"Mi vida está lejos de aquí". Es la frase más repetida entre el 64 por ciento de jóvenes de Linares -Jaén- menores de 30 años que está sin trabajo. La que fuera una de las zonas industriales más importantes de Andalucía, gracias a las minas de plomo, a la siderurgia y a la fabricación de automóviles, en la extinta Santana Motor -la única de la comunidad autónoma-, se debate entre la vida y la muerte.

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Ser joven en el municipio con mayor tasa de paro de España, donde el 44,5 por ciento de su población está desempleada, es una "auténtica putada". No importa pertenecer a la generación más preparada de la historia, tener acceso a un mundo ilimitado de información, gozar de los mayores avances tecnológicos o disfrutar de libertades impensables para otras proles, cuando la incertidumbre dinamita tu existencia.

María tiene 30 años y está en el paro, como el 64 por ciento de los jóvenes de Linares

Del brillo y la vitalidad de antaño, solo queda el recuerdo y la nostalgia. La que es cuna del guitarrista Andrés Segovia, el cantante Raphael, la exministra socialista Rosa Conde, los toreros Palomo Linares y Curro Vázquez y el malogrado exbanquero Miguel Blesa, ya no es un buen sitio para echar raíces.

El 64 por ciento de jóvenes de Linares menores de 30 años no tienen trabajo

La segunda ciudad más importante de la provincia de Jaén en número de habitantes (58.859), es un lugar cerrado por derribo. La desesperanza se ha instalado entre sus vecinos. No hay ilusión en las calles, vacías cuando llega la tarde y los comercios cierran.

Los carteles de 'cerrado', 'en venta' o 'en alquiler' forman parte del paisaje urbanístico

Un grupo de jóvenes se reúne en torno a un litro de cerveza y unas bolsas de pipas en un parque. La conversación es monotemática. "¿Qué vas hacer este verano?", le pregunta Lolo a Pedro, su amigo de pandilla desde que eran críos. "Nada, quedarme en el pueblo. La cosa está muy mal, tío, no tengo pelas y mis viejos están fatal", le responde. No muy lejos de allí, la charla versa sobre los fichajes del equipo de fútbol y, cómo no, la falta de oportunidades. En esa cuadrilla está Estefanía Martos. Tiene 23 años y no sabe lo que es un empleo. "Por más que lo intento, no encuentro nada. Por unas cosas y por otras, es imposible", dice con desazón. Hace tres años acabó el Grado Superior de Secretariado y el próximo septiembre volverá a coger los libros para estudiar otro de Administración y Finanzas. "No me queda otra que formarme, de brazos cruzados no puedo estar", justifica.

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Estefanía tiene 23 años y nunca ha trabajado

El día a día de Estefanía es como la rueda del hamster, dar vueltas sin llegar a ningún destino. Esa monotonía martiriza su cabeza. "No sabes a dónde ir, ni qué hacer. Todos los días son iguales", comenta mientras fija la mirada en su novio, Juan Antonio Rodríguez, quien se echó la manta a la cabeza y se hizo fotógrafo de eventos. "Es mejor que no hacer nada", replica. Estefanía reside con sus padres. Los únicos ingresos que llegan a casa son los de la madre que trabaja en la empresa concesionaria del servicio de limpieza municipal que vive en un sempiterno conflicto laboral, como otras muchas de la ciudad.

"Por más que lo intento, no encuentro nada. Por unas cosas y por otras, es imposible"

El progenitor fue guardia de seguridad y trabajó en la construcción hasta que la burbuja estalló y se llevó por delante su empleo. Con 48 años, lleva más de un lustro en las listas del paro y ha perdido cualquier esperanza de encontrar un trabajo. La familia, compuesta por cuatro miembros, tiene que hacer juegos malabares para pagar las facturas y llegar a fin de mes, por lo que para Estefanía no queda prácticamente nada. "No tengo paga, me dan lo que pueden", subraya. Para ella, será el enésimo verano en una ciudad en la que los carteles de "cerrado", "en venta" o "en alquiler", colgados en decenas de locales comerciales vacíos, forman parte del paisaje urbanístico.

Rubén y Estefanía pasarán el verano en Linares

Estefanía es pesimista. Ve el futuro teñido de negro. Sabe que su única salida está fuera porque en Linares "no hay nada". "Pensar en seguir aquí es una tontería. Mis amigas se han marchado y tendré que seguir sus pasos, si no cambian mucho las cosas. No me quiero consumir entre cuatro paredes", lamenta.

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Estefanía ha quedado con Rubén Fernández de 25 años. Ha cursado estudios musicales en el Conservatorio Profesional de Linares, pero, desde que acabó, carece de un empleo estable. Trabaja por temporadas para una empresa de Sevilla que da clases de música a niños. Su empleabilidad depende de que haya alumnos suficientes. En caso contrario, de cabeza a la oficina de empleo. "No es fácil vivir de la música en ningún sitio y mucho menos aquí", reconoce. Sin embargo, no es tan agorero como Estefanía, quizá por su carácter afable y dicharachero.

"Pensar en seguir aquí es una tontería. Mis amigas se han marchado y tendré que seguir sus pasos. No me quiero consumir entre cuatro paredes"

"La cosa está muy mal, pero como en todos lados. Estamos en plena transición por la crisis y, en algún momento, saldremos de ella", profetiza, al tiempo que reclama de las administraciones "más facilidades" para los emprendedores. "Es de las pocas salidas que hay. Deberían ayudar a la gente joven que tiene buenas ideas y quiere desarrollarlas", reclama.

Estefanía y María siguen formándose mientras no encuentran trabajo

María Sánchez, de 30 años, atraviesa una situación similar. Ella perdió el empleo hace tres meses. Era dependienta en una tienda de ropa interior. Trabajaba de sol a sol e, incluso, los domingos, por un salario que no superaba los 800 euros. Cuando se marchó a León, nada más acabar el Bachillerato, ni en sus peores sueños imaginaba que acabaría despachando lencería.

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Porque María es una mente creativa, con un currículum brillante, que ha conseguido sacrificando hasta su herencia. "Cuando murió mi padre, decidí ganarme el dinero que me dejó en mis estudios", recuerda. María es graduada en Restauración y Bienes Culturales en la especialidad de Pintura y Escultura. Además, posee un postgrado en Restauración de Escultura Policromada que acabó en Ourense, a lo que hay que sumar la titulación de Técnico Superior en Interiorismo y un nivel medio-alto de inglés.

María pasa el tiempo en el piso que comparte con su pareja

Lleva desde los 16 años formándose, sin levantar la vista de los libros. "¿Para qué?", se pregunta ahora. "Mi formación, conforme están las cosas, ha quedado en papel mojado, en una simple afición", que cultiva en el piso que comparte con su novio. María volverá a hincar los codos una vez más, aunque, en esta ocasión, para prepararse unas oposiciones de administrativo en la Junta de Andalucía. "No me queda otra alternativa. De lo mío no voy a encontrar nada en Linares y yo no me quiero marchar de aquí", dice convencida, después de pasar media vida fuera de casa. Cree que existen soluciones y que estas pasan por los políticos.

"El Ayuntamiento debería ayudar a las empresas para que se instalaran aquí. Facilitar las cosas todo lo posible para que no se vayan a otro sitio"

"El Ayuntamiento debería ayudar a las empresas para que se instalaran aquí. Facilitarle todo lo posible las cosas para que no se vayan a otro sitio", sugiere María. De su anterior trabajo, prefiere no acordarse. "He estado un año en la tienda y, al final, me he ido a la calle sin nada. Lo poco que ganaba se me ha ido en los gastos propios de la casa y poco más. Tanto sacrificio para que no me quede nada", lamenta. María forma parte de ese 68 por ciento de jóvenes españoles, según el Barómetro 2017 elaborado por el Centro Reina Sofía de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), que cree bastante probable que tendrá que "trabajar de los que sea" para acceder al mercado laboral.

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Sin soluciones

La desaparición de Santana Motor -la única fábrica automovilística del país que cerró durante la crisis- y de la mayoría de sus empresas auxiliares dejaron todo el peso de la economía linarense en un esquelético tejido industrial, en el comercio y en una serie de promesas de la Junta de Andalucía que, seis años después, duermen el sueño de los justos.

Los ciudadanos han dicho basta con la constitución de una plataforma, cuya primera acción de protesta será una manifestación el 14 de septiembre

El Plan Linares Futuro, firmado por la Administración autonómica y ratificado por los sindicatos, era una batería de propuestas que tenían como objetivo amortiguar la caída por el cierre de la fábrica de coches, entre ellas, convertir sus instalaciones en un Parque Empresarial que permitiera la reindustrialización de la ciudad. Hoy en día, lo único que hay de aquel acuerdo presentado a bombo y platillo son naves abandonadas y destartaladas.

Rubén tiene 25 años y nunca ha tenido un empleo estable

La comisión de seguimiento del "Linares Futuro", creada para hacer cumplir los compromisos, no se reúne desde 2013 y los sindicatos piden, sin éxito y ya sin esperanza, que se retomen los contactos para abordar y analizar la situación actual de paro que sufre la ciudad. El Ayuntamiento trata a la desesperada de crear nichos de empleo a través del emprendimiento en el Campus Científico y Tecnológico, pero todo ello insuficiente para sacar a Linares del atolladero.

Son sus ciudadanos los que han dicho basta con la constitución de una plataforma, cuya primera acción de protesta será una manifestación el 14 de septiembre, que promete ser histórica, como aquellas multitudinarias de 1994, cuando la amenaza de cierre se cernía sobre Santana Motor, por la marcha de su principal inversor la multinacional japonesa Suzuki.

Estefanía, Rubén y María consideran que los jóvenes de Linares deben dar un paso al frente, promover movimientos reivindicativos y luchar por la supervivencia de la ciudad. En definitiva, recuperar aquel espíritu que mostró toda su fuerza en los años noventa, cuando empezó a peligrar la industria automovilística y con ella el motor económico del municipio. "Es nuestra obligación seguir el ejemplo de nuestros padres y luchar. No podemos quedarnos quietos mientras nuestro futuro se cae en pedazos", comentan.