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Zinedine Zidane y el cabezazo que el mundo sigue sin entender

¿Por qué en ese partido? ¿Por qué a esas alturas? ¿Por qué en ese torneo? ¿Por qué? ¿Por qué?

Ustedes ya conocen la historia. Estamos en la final de la Copa Mundial de 2006 en Alemania. Francia juega los tiempos extra empatando a un gol con el equipo italiano, y Zidane, entonces capitán de los franceses, está enojado sobre el campo. La mirada hacia el vacío, Zidane está físicamente exhausto. Está cerca de repetir la hazaña de 1998 y ser elevado nuevamente al rango de dios de los estadios, el eterno. Pero como en las mejores novelas, algo lo arruinará todo.

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Zidane es ciertamente un dios, pero un dios de mitologías paganas. Una deidad humana y encolerizada. Así que cuando Marco Materazzi se le acerca y le jala el jersey, Zidane bromea y le dice: "Tendrás que esperar hasta el final del partido". El defensor italiano respondió con un insulto, una provocación racista cuyo contenido exacto, tan sencillo pero brutal, no se ha llegado a conocer del todo. Pero al parecer es de esos que pueden llegar a sacar de quicio. Y fue uno que hizo que Zidane no tuviera que esperar hasta el final del partido. Zidane no esperó pacientemente a levantar su segunda Copa Mundial para atender a Materazzi, ese desconocido que entraría al terreno de la leyenda, gracias al propio Zidane. No, Zidane no hizo lo que el 99% de los campeones habrían hecho. No estaba contento.

Se volteó hacia el rival, inclinó su cabeza y le dio un fuerte impacto en el pecho con ella. Estamos en el minuto 107 del partido.

Ya pasaron poco más de 10 años.

Este es del tipo de eventos que escriben la historia. Diez años después, este guerrero y su estúpida reacción siguen embrujando cada partido del equipo francés. Pero no solo eso. Esta idea de golpear a un rival en ese preciso momento de ese partido y de esa competición, sigue siendo algo inexplicable para los mortales ordinarios. El incidente entró en los terrenos de lo que llamamos, un poco de manera estúpida, "leyenda".

Luego del colapso, la prensa mundial, y especialmente la francesa, no pararon de preguntar sobre la causa de la reacción: ¿Cómo pudo el capitán del equipo hundirse en la violencia en este momento tan decisivo? ¿En la Copa Mundial? ¿No sabía que tenía una responsabilidad hacia su equipo y su país? Todos intentaron encontrarle una razón, indignados por el contexto, pero también por el hecho de que el gran líder haya fallado a las reglas requeridas de buena conducta.

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Pero, honestamente, durante toda la Copa Mundial de 2006, Zidane dio un trato subilme a cada balón. El mundo entero se volvió un espectador, incluyendo sus compañeros. Tiene 34 años. Lo han sacado de un retiro prematuro con Francia. Todos saben que aquí juega sus últimos partidos de futbol. En realidad, Zidane juega por encima de las reglas. Está en la cúspide. Crea un misterio y una fascinación con cada uno de sus gestos con la pelota. "¿Cómo lo hizo? ¿Viste eso? Al inicio del partido, es él quien tira un penalty al estilo Panenka frente al arquero Gianluigi Buffon, un atrevimiento que pega en el travesaño y se mete, una locura para un partido de esta importancia. El número 10 del equipo francés arrasaba en el torneo.

Foto via Flickr.

De regreso al 9 de julio de 2006, en el minuto 107 del juego. Zinedine Zidane está a punto de ser echado del partido. Materazzi, que acaba de recibir el golpe, se retuerce de dolor sobre el césped. En la banca, el entrenador francés, Raymond Domenech arenga a sus futbolistas a "seguir jugando", como si nada malo hubiera pasado. El portero italiano Gianluigi Buffon aborda al árbitro para reclamar sobre lo que acaba de ver entre Zidane y Materazzi.

"La acción ni siquiera se debió al calor del momento", enfatiza el filósofo Ollivier Pourriol en su libro L'Eloge du bad geste. Es un gesto en frío, por increíble que aparezca. Si hubiera sido por rabia, Zidane se habría disculpado después. Tendría el pretexto de que la agresión "se le escapó". Pero fue una acción de la que nunca se arrepintió. De hecho, cuatro años después, en una entrevista concedida al presentador Michel Denisot, Zidane se sigue rehusando a mostrar algún tipo de arrepentimiento. "Porque hubo una provocación, y fue una provocación muy seria. Mi acción no es perdonable. Solo digo que debemos castigar al verdadero culpable, que es quien provoca", dijo Zidane.

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En Berlín, las pantallas gigantes del Estadio Olímpico revelan al cuerpo arbitral el cráneo de Zidane, impactando con fuerza el pecho de Materazzi. No hay duda: es una agresión, sin balón de por medio. Por primera vez en la historia de la Copa Mundial, un árbitro decide apoyándose en el video. Y esto, en la final del torneo. Zinedine Zidane recibe la tarjeta roja. Deja a sus compañeros solos para la tanda de tiros penales, que a la postre perderán. Italia es campeona del mundo. La imagen del cabezazo se vuelve cíclica, infinita, eterna.

No cabe duda que todos los aficionados al futbol, en cualquier parte del mundo, se quedaron perplejos atestigüando como Zidane pierde los estribos. Tanguy, que tenía nueve años en 2006, recuerda perfectamente el momento. "En mi opinión, era obvio que este maldito de Materazzi lo merecía", recuerda, "pero yo me preguntaba si Zizou había hecho bien o no. En ese momento estaba de viaje en Birmania con mis padres y aunque no tenía conexión a internet o acceso a la televisión internacional, las imagenes pasaban una y otra vez en el país. De hecho, todo el mundo tuvo que haberse preguntado sobre lo que habría hecho de haber estado en el lugar de Zidane".

Foto via Flickr.

En este sentido, uno podría decir que Zidane emergió de su rol como simple humano para tomar otro papel. "Él ha remplazado lo real con lo posible. Invirtió la relación entre lo real y lo posible. Él mismo silbó el final del partido, sugiriendo que con su presencia, Francia habría ganado su segunda Copa Mundial", asegura Ollivier Pourriol. Al hacer esto, Zidane se vestía con el hábito del genio. Pero genio no sólo como el estrella, y líder del equipo rumbo a la victoria, sino en el genio impredecible cuyas reacciones no pueden ser anticipadas.

A pesar de su apariencia casi franciscana, Zidane nunca fue del todo tranquilo o ecuánime. Patrick Juillard, periodista de Foot365 y consultor deportivo de RFI, me dijo que pocos jugadores en su posición han sido más amonestados. "Zidane era un jugador de sangre caliente, capaz de rebasar los límites. Recibió doce tarjetas rojas en su carrera, una cantidad enorme para un mediocampista ofensivo", me dijo. También insiste en que durante la Copa Mundial de 2006, para la cual Zidane aceptó regresar a jugar con el equipo francés luego de un primer retiro, el mundo vio las dos facetas en el carácter de Zidane. "Contemplamos su talento único, pero también las fallas recurrentes en el control de sus nervios. En la final, Zidane nos dejó ver ambas: el genio con el penal a la Panenka contra Buffon, y cómo perdió el control frente a Materazzi".

Además, no era la primera vez que Zidane perdía la cabeza en una Copa Mundial. En 1998 todos recuerdan que se encumbró como campeón mundial en su propia casa, pero no todos recuerdan que en el segundo partido de la primera ronda, Zidane fue expulsado por el árbitro mexicano Arturo Brizio luego de darle un pisotón a un jugador de Arabia Saudita en un partido que Francia ganó cuatro a cero. Fue una acción que mandó a Zidane suspendido por dos partidos, y que bien pudo costarle el título a su equipo.

Según Pourriol, Zidane es indudablemente uno de los últimos grandes jugadores en rechazar su sometimiento al auto control, tanto dentro como fuera de la cancha. "Zidane fue, en mi opinión, el último jugador de su tipo. Aunque habrá otros, nunca cedió a esta imagen de perfección que le demandaban sus patrocinadores. Como Eric Cantona, unos años antes, orgulloso y arrogante con la camiseta del Manchester United, levantándose el cuello frente a una sorprendida Premier League".

Zidane, y su cabezazo, ya pertenecen a otro tipo de historias: aquellas sobre las cuales se construyen los mitos. "El gran campeón no tiene nada ejemplar, solo su libertad", describe Pourriol. Zidane es un genio ambivalente. No era obediente. Era superior a su destino. Canceló su oportunidad en la copa, canceló su carrera, canceló su paso a ser el mejor del mundo, e inventó su propia temporalidad. Diez años después, Zinedine Zidane sigue siendo un misterio.