FYI.

This story is over 5 years old.

nba

Oklahoma City es la mejor montaña rusa de la NBA

Hace cuatro años, Oklahoma City había llegado a las Finales de la NBA y era la franquicia modelo a seguir. Ahora es un equipo más desafiante, diferente e igual de bueno.
Photo by Jerome Miron-USA TODAY Sports

El equipo de Oklahoma City es un anacronismo testarudo y orgulloso. En las finales de la Conferencia Oeste ante los Warriors de Golden State, el equipo del Thunder se ha enfrentado con una actitud desafiante, consciente de que su juego es muy lento comparado con el basquetbol de banda ancha desplegado por Golden State. Sin embargo, saben que al jugar transmiten algo que los ultramodernos Warriors no tienen. Este tema está abierto a debate. Lo que es indiscutible es que este equipo nos lo ha hecho creer.

Publicidad

Todo es una apuesta. Mientras que los Warriors cumplen con todos los requisitos de la estética y análisis de un juego ofensivo, maximizando cada centímetro cuadrado de la duela con sus combinaciones de tiros y pases inteligentes, Oklahoma City responde apoderándose del papel de John Wayne. Russell Westbrook y Kevin Durant se toman turnos para obtener posesiones, creándose tiros auténticamente atléticos en contra de rudas coberturas y dejando a los grandulones como Steven Adams y Enes Kanter limpiar el abundante desastre en los tableros ofensivos. De cualquier forma, se trata de un juego heroico.

Leer más: Nos estamos perdiendo un concurso de clavadas en televisión

Hasta el momento ha funcionado mejor de lo que parece, ya que el Thunder se llevó el primero de los dos primeros juegos de la serie. Regresarán a Oklahoma City con un empate y con la ventaja de jugar en casa. El hecho que el Thunder resulte ser tan efectivo utilizando una estrategia tan simple —dos de nuestros jugadores son mejores que los tuyos, y otros dos más son más grandes y rudos que los tuyos— es, tal vez, lo que los convierte en el equipo más complicado y polarizado de la NBA hoy en día. El Thunder es uno de los mejores equipos impredecibles. Cada partido parece definirse por la pregunta de si cuentan, o no, con lo que se necesita para ganar. Son el mejor tipo de desastre.

Pero no siempre fue así. Hace apenas cuatro años, el joven equipo del Thunder llevó a Durant, Westbrook, Serge Ibaka, y James Harden a una sorpresiva aparición en las Finales. Parecía que sería la primera de muchas, y eran amados por la liga. Cayeron ante LeBron James y el Heat de Miami 4-1 pero sin nada qué perder.

Publicidad

En ese entonces, este equipo era igual de anticuado en su estilo al insistir que podrían ganar con el simple hecho de jugar con más intensidad y contar con mejores jugadores que el contrincante. En el 2012, esta filosofía no era más confiable que ahora, pero vaya que contaba con el empuje del público en general y era encantador. Parecía un método inocente en aquel tiempo, dado lo jóvenes que eran los jugadores centrales: algo ilusos, admirables y desafiantes.

Cuando todo sale mejor de lo que esperabas. Foto por Mark D. Smith-USA TODAY Sports

Lo que ha cambiado desde entonces refleja cómo la NBA ha mutado —desde el Rucker Park hasta Silicon Valley, versa la versión simplificada—, pero también es el resultado de una serie de crecimientos de franquicias que generalmente ocurre cuando algo es demasiado bueno para ser verdad. Era inconcebible en la NBA que una franquicia con un mercado extremadamente pequeño con varias jóvenes estrellas pudiera llegar, de manera prematura, a contender por el título.

El tope salarial incentiva a armar un equipo precisamente de la forma en que el Thunder lo hizo, pero también reduce sus posibilidades de durabilidad —los jugadores necesitarán su dinero y sólo hay una cantidad finita en efectivo—. Y así fue como Harden fue transferido a los Rockets de Houston unos meses después de la derrota en las Finales de 2012, tanto por problemas de dinero, como por el deseo de Harden de tener mayor protagonismo. Su ausencia, sumada a una serie de lesiones desafortunadas y movimientos en el plantel muchas veces criticados, hicieron del Thunder el equipo más golpeado de la liga. Aún no logran regresar a las Finales. Conforme el plazo de Durant y Westbrook parece acercarse a su fin para convertirse en agentes libres, esta temporada y la siguiente son catalogadas como las campañas de matar o morir ante los ojos de muchos. Conforme la presión aumenta, también la furia retórica lo hace. La que no hace mucho fuese la franquicia modelo de la NBA es ahora un ejemplo de disfunción y revancha pensada a la perfección.

Publicidad

Conforme el Thunder se convierte cada vez más en el equipo de Westbrook que en el de Durant, ya desde hace dos temporadas, los escépticos han arrojado más críticas de lo acostumbrado en contra del base. Sus detractores más ruidosos aseguran que no es un base nato —consigna que es verdadera en muchos aspectos—. Sin embargo, un vistazo más cercano revela que esta verdad es el mejor cumplido que uno puede dedicarle.

Westbrook no es un base en la medida en que no encaja en ninguna posición. Esto es porque nadie en la liga juega como él, y vale la pena reflexionar si ha sido el único que lo ha logrado. Su incesante presencia en cada jugada desafía al juego convencional en cuanto a orden y métrica. En cuanto a los análisis recientes, aquellos en los que los Warriors sacan diez, puede que no sean lo suficientemente avanzados para medir el impacto de Westbrook todavía.

Cuando no hay intentos de tiros fallidos. Foto por Terada-USA TODAY Sports

Cuando Westbrook acumula ocho robos de balón, como lo hizo en la victoria clave en segunda ronda frente a los Spurs de San Antonio, parecen contar menos que aquellos de otros jugadores por su participación en posesiones extra creadas por él mientras pelea balones sueltos, rebotes, y aumenta el ritmo con sus embestidas hacia el tablero. En su mejor nivel, Westbrook moldea el juego de una forma que las estadísticas no pueden registrar y, por definición, medir.

El Durant más relajado provee una forma menos turbulenta de excelencia cuando está en la duela, en esencia terminando con actuaciones de 40 puntos. Siempre fue el más tranquilo, pero en los últimos años ha adoptado la actitud de Westbrook. Mientras que Durant ha sido en gran parte el antídoto para la adrenalina de Westbrook, ambos se han combinado para jugar mejor en los últimos años. El estilo de Durant recae más en un control convencional que el de Westbrook, pero ambos vibran con la misma intensidad.

La simbiosis entre estos dos siempre ha definido al Thunder, y su pacto mutuo para seguir jugando de una forma tan hermosamente arrogante es lo que ha hecho a este equipo tan irritante y tóxico. Cuando eran un equipo mediocre, esto parecía un defecto mayor. Cuando acabaron con los Spurs y sorprendieron a los Warriors en el primer juego de las finales de Conferencia, de la nada todo indicó que se trataba de una respuesta desafiante ante el futuro predestinado del basquetbol.

Ya sea que derroten a los Warriors o no, o se trate del mejor equipo de la liga, o no, sin duda el Thunder seguirá siendo la montaña rusa más grande de la NBA. Puede que no sirva de mucho para el futuro, pero de todas formas hay honor en lo que han logrado.