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deporte y religión

De dioses, héroes y humanos: el deporte es una religión | ES | Translation

El deporte y la religión tienen un nexo muy antiguo que deriva de distintas etapas de la humanidad.
Foto: AP

Se puede ver en los hinchas, en los cantos que elevan el encuentro, en las calles antes de entrar a un partido, en el grito desenfrenado después de un home-run/touchdown/gol, se puede ver en los ojos lagrimosos de un aficionado decepcionado. ¿Qué se puede ver? una creencia, se puede palpar que se cree ciegamente, sin respuesta, en que el Cruz Azul llegará – y ganará – la final de este torneo. El deporte por sí solo, siempre tiene un tinte que deja una huella marcada en la parte más resolutiva del cuerpo, en la capacidad de dar fe de lo que me están diciendo. Ya sea como fanático o como practicante activo del deporte, se necesita poner un constante ejercicio de atención apuntado hacia el progreso. Tener una noción constante de que tu cuerpo puede fallar pero tu mente no, ella debe de adueñarse del cuerpo y decirle: no. Aún no hemos terminado.

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No es necesario hacer una investigación muy extensa para saber de lo que estoy hablando. Todos podemos ver el desenfreno y la pasión que se apodera de los amantes del deporte. Así, no es de sorprenderse cuando se reconocen los antiguos nexos que se dan entre la religión y el deporte. "El cuidado del alma y cuerpo" diría Platón. Sí, sin duda el alma es más importante que el cuerpo, ella es quien lo controla al final del día, pero lejos de estar cómodo por una limitación física, el deportista busca maneras de darle la vuelta, de superarla, de superarse y eso ¿no es una manera de complacer el alma también?

Pues buscando complacer al alma y al cuerpo, los griegos crearon las olimpiadas. Ellas, desde su inicio que data del año 776 a.C. Eran festejadas en el santuario de Zeus de la ciudad por la que lleva el nombre, Olimpia. Ahí se buscaba festejar a los dioses por medio de la excelencia humana o la excelencia del cuerpo disciplinado, y lejos de ser una escapada de lo habitual para ellos, las olimpiadas llegaron a ser tan famosas que se convirtieron en una medida de tiempo usual para los griegos. Los juegos olímpicos fueron una tradición que duró casi 1200 años, pero ¿Porqué fueron tan exitosas? Por que hicieron de la religión algo vivo, algo palpable, rendir culto a los dioses a través de la glorificación del cuerpo humano. Así, los dioses se identifican con los hombres y las relaciones divino-humanas tomaron un giro antropomórfico: el hombre encarna el ideal, se convierte en héroe.

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Foto: Wikicommons

Por consiguiente, se puede notar que en la historia del occidente la relación entre la misma mitología y las hazañas deportivas es bastante fuerte. De hecho, el mismo nombre "héroe" es comúnmente usado para describir a alguien que hizo un acto sobresaliente en el campo de juego. Ahora bien, en su raíz etimológica, la palabra ἥρως (heros) en griego, precisamente busca presentar dos cosas; primero, de raíz, el hecho de proteger o servir con una connotación que se puede emparentar con el sacrificio propio; y segundo, un personaje que es hijo de un mortal con un ser divino. El lazo entre lo mítico y el héroe se fortalece a través de un sacrificio que busque sublevar al pueblo por medio de una acción enteramente individual, desinteresada, "lo heroico consiste en hacer algo grande (o en no hacer algo de modo grande), sin sentirse compitiendo con otros, ante otros," diría cierto pensador alemán. Luego, no es de extrañarse cuando se nombran "heroicos" ciertos actos en el deporte, ya que fungen como motor de representación de un pueblo, país, institución o grupo privado, surgen actos heroicosporque encarnan los ideales, el modo de vida que presenta esa institución u organización, pero al final del día el héroe cuando lo hace, lo hace como individuo no como pueblo.

Un ejemplo que personifica claramente dicha relación se podría ver en las corridas de toros. Lejos de meterme en la discusión de categorías morales, o si es "bueno o malo," busco remitirme a un (posible) origen de las corridas. Un vistazo rápido: un hombre con un arma; una bestia con cuernos; el hombre con su astucia; la bestia con su fuerza. ¿Les suena familiar? Tal vez en algún momento han escuchado el mito de "Teseo y el Minotauro" es muy notable que en el mito ambos son semidioses e incluso ambos son hijos del mismo dios, Poseidón. Luego, se podría decir que la tradición deportiva que evocó también rinde culto a la bestia por su condición semidivina. La fiesta taurina se llama así porque el minotauro es el personaje principal y su verdugo lo posiciona como igual. Ambos son los héroes de las corridas, uno por valiente y el otro por luchador. Curiosamente, todavía 700 años antes de las olimpiadas, otra batalla entre dioses a través del deporte surgió del otro lado del mundo, en Mesoamérica se desarrolló el famoso "juego de pelota" o ulama.

Foto: Emaze

En él, dos equipos formados por dos o cuatro jugadores golpeaban una pelota maciza de caucho con la cadera o con palos hacia un aro por el cual debía de atravesar la pelota. Es bien conocida la historia de que el ganador sería sacrificado a los dioses como el máximo honor humano y, una vez más, surge la noción de héroe en relación del sacrificio que hace el sujeto o en este caso el deportista. Sin embargo, no hay mucha constatación arqueológica para apoyar eso sino que los perdedores eran los sacrificados (esto en el imperio azteca) y los ganadores agasajados, de igual manera, también es muy notable que dentro de la tradición de dicho deporte, éste seguido tenía fines diplomáticos y de poder entre tribus con el fin de evitar guerras o masacres. Ahora bien, en el libro Popol Vuh escrito originalmente en maya habla sobre la génesis y la naturaleza del mundo en el que habitamos, digamos que es como la Biblia de los mayas. Ahí, se habla extensamente de un juego de pelota que tiene que ser llevado a cabo por dos gemelos dioses (Hunapú e Ixbalanqué) como prueba para superar a los dioses malvados del inframundo, la representación más clara entre la batalla diaria entre la luz y la oscuridad, el día y la noche.

Entonces, el deporte ya desde tiempos inclusive anteriores a los griegos tenía una conexión distante de ser simple o irrelevante como a muchos les gustaría decir hoy en día. Los mismos dioses practicaban el deporte y se superaban a través de él, por lo que los humanos lo único que podrían hacer es imitarlos, buscar seguir su pauta divina y jugar el juego de pelota hasta que se hagan lo suficientemente buenos para superar al peor "demonio" de nuestro inframundo. Atacar la falta de motor por superar las barreras que se nos impongan y, claramente, glorificar a aquellos que lo logran. No es coincidencia que los deportistas sean admirados pues imitan un ideal, un arquetipo que se podría equiparar a lo divino, ellos dejan de ser personas y se convierten en modelos o, en otras palabras, en héroes.