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Cultură

Tener a un nazi en la mesa

Una serie ambientada durante la Segunda Guerra Mundial desata la polémica en Alemania.

Importa menos que cero que hayan transcurrido 68 años de las atrocidades más celebres de la historia cuando los descendientes directos de los testigos se mantienen pavorosos en conocer los detalles familiares. Y es que debe ser jodido tener a un nazi en la mesa y ni siquiera estar seguro de ello. Por eso no extraña, que cada vez que se aborda el conflicto de la Segunda Guerra Mundial, y especialmente, el Holocausto, las cabelleras se encrespen y la tensión suba al nivel de Paco Umbral con su libro. El último caso se ha originado precisamente en el país que vio nacer a Göring, Eichmann, Goebbels y compañía. La televisión pública alemana ZDF ha petado audiencias con Our Mothers, Our Fathers (Unsere Mütter, Unsere Väter, aka Generation War), una mini serie de tres capítulos, que envalentonada por el espíritu Band of Brothers/The Pacific, resigue la sangrienta contienda desde el punto de vista de cuatro amigos alemanes, uno de ellos judío (elemento obligado para el drama), separados y enfrentados por la guerra.    La serie ha agitado de nuevo los fantasmas del pueblo alemán, enfrentando a las nuevas generaciones con el tabú más resguardado de la nación. La mera existencia de supervivientes de ese período lleva irremediablemente a la pregunta más incómoda y evitable en los hogares germanos: ¿Hasta que punto mis padres y abuelos se involucraron en los fatídicos acontecimientos? Sin tergiversar la historia, ni suavizar el grado de culpa del ejército y el pueblo alemán, la peor parte se la llevan los polacos, incluyendo los partisanos, a los que se tacha de antisemitas, y se deja como calaña deplorable en una polémica escena en la que un tren de la muerte lleno de judíos es intervenido por ellos, quienes en lugar de destacarse como salvadores se ponen a la altura de los ideólogos de la “La solución final”. Tras obtener también excelentes audiencias en Polonia, con una cuota de pantalla del 20%, las reacciones airadas no se han hecho esperar. Una de las más “quoteadas” fue la del embajador polaco en Alemania, Jerzy Maganski. “La imagen de Polonia y de la resistencia polaca ante la invasión alemana que dibuja esta serie ha sido percibida por la mayor parte de la población polaca como injusta y ofensiva”. Lo mismo que debieron pensar del aterrador dibujo que pintó Claude Lanzmann en el “monumentary” Shoah, donde algunos de los polacos que desfilaban por la cámara se presentaban como rocas más duras y frías que una perra islandesa.

Todo ello ha supuesto además carne de adobo para el semanario Uwazam Rze, quienes no titubearon en dibujar a una Angela Merkel como sufrida prisionera de un campo de concentración nazi (para regocijo de chipriotas y griegos ahogados en la mierda) , mientras sobre su arrogante cabeza rezaba el títular: “Falsificación de la historia: Cómo los alemanas hacen de sí mismos las víctimas de la Segunda Guerra Mundial”. Agrio debate que en nuestro país resulta inconcebible. No solo por la escasez de capital actual para afrontar una serie de tales dimensiones, ni la intransigencia en desenterrar el pasado tumultuoso (aquí directamente el borrón y café para la peña), sino especialmente por la falta de valentía de unos canales de televisión apegados a la formula de éxito exportable de tierras yanquis, o al culebrón casposo con ínfulas de drama histórico y de duración eterna. De hecho, hay que partir con que el referente más cercano de una serie ambientada en la guerra civil es Amar en tiempos revueltos….sin comentarios.     Mientras rezamos al dios Gandolfini para que ejecute al típico directivo español iluminado que le da por comprar Generation War para terminar ubicándola un domingo cualquiera del 2016 a las 3 de la madrugada, cabe la posibilidad de preguntarse sobre lo oportuno de remover estos asuntos o de la utilidad de estos debates, o simplemente, poner a descargar el primer torrent que se ponga a tiro, y que permita disfrutar de esta majestuosa y notoria mini serie bélica.