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Schumacher: El Cavallino Rampante

Recordamos la carrera de Michael Schumacher, a poco más de 25 años de sus inicios en las pistas.
Fotos vía PA Images

Desde el momento en que el Emperador Kangxi de China sintió una indescriptible euforia cuando vio en marcha el primer vehículo impulsado por vapor del que se tenga memoria —una miniatura de 68 cm— gracias al genio de su admirado amigo misionero jesuita Ferdinand Verbiest, el camino hacia la construcción de vehículos que no fuesen impulsados por seres vivos y alcanzasen alta velocidad fue una obsesión para el Ser Humano que finalmente comenzó a concretarse durante el siglo XX, tras la invención del motor de combustión interna de Siegfried Marcus. Fue en Karl Benz y en los próceres de la industria que dieron al desplazamiento y transporte en nuestras sociedades una nueva y desconocida dimensión, en los que probablemente pensó Rolf Schumacher cuando colocó un motor monocilíndrico de un ciclomotor a un kart a pedales, para poder iniciar el proceso que transformaría al pequeño Michael de 4 años y los automóviles en un solo ser.

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Michael Schumacher abordó la Fórmula 1 iniciados los años 90 absolutamente compenetrado con el funcionamiento y la mecánica de los automóviles de carrera, y concentró su energía vital en ser el hombre más rápido en acabar esos serpenteantes circuitos cuyo reto le provocaban un placer imposible de explicar. Su acabado conocimiento técnico de la conducción y su talento natural le permitieron ganarse el respeto de sus pares, quienes asombrados comenzaron a ser testigos en la pista misma del imparable avance de quien comenzaba a transformarse en el mejor de los mejores.

Ni la violenta e inesperada muerte de su ídolo, el eterno Ayrton Senna, amedrentó su espíritu, que seguía empujando desde otro plano de la existencia sus distintos automóviles, que fabricados por Jordan, Benetton, Ferrari o Mercedes, no dejaron nunca de ser empujados por la combustión de la adrenalina emanada desde los rincones más luminosos de su existencia. Esa misma búsqueda del peligro, se transformaría en un destino no tan remoto en un karma que desataría una tragedia que hizo que para él la fama y la fortuna se volvieran dos conceptos de significado vacío.

La silueta de su hijo Mike invertida entre la estela de nieve virgen fue su última imagen en esta dimensión. De pronto, todo se volvió un silencio acuoso para Michael Schumacher. Su cerebro presionaba furioso el hueso frontal de su cráneo y llevaba al equipo de especialistas a sumergirlo en un sueño del que la vuelta era incierta. En Italia, se desataba un melodrama y una multitud de tifosis agolpados en Maranello limpiaban sus lágrimas en pañuelos rojos. ¿Cómo podía derrumbarse así la vida de la máxima gloria de Ferrari? ¿Quién le había prestado a Dios una esponja para borrar el horizonte? ¿Qué clase de maldición era esa que se había cernido sobre la existencia del heptacampeón que múltiples veces había zafado de la muerte en una pista de cemento y ahora oscurecía sus días en una de ski? Y muchas otras preguntas inundaban las cabezas de los convulsionados hinchas que trataban de encontrar una explicación o aferrarse a alguna clase de consuelo que les permitiese sobrellevar la amargura de lo sucedido en Los Alpes, Méribel.

Bajo la insípida luz del hospital de Grenoble, mientras su esposa lo miraba como si estuviese muerto y sostenía su mano inerte, Michael se vio por primera vez en tercera persona. En otro plano, observaba su propia escena ¿Qué era al fin la conciencia? Claramente era algo mucho más vasto que esa dimensión que sostiene la función cerebral, cayó en cuenta. De pronto, se cortó el silencio acuoso y oyó con más intensidad que nunca los pasos de una bestia: se trataba de un corcel negro cuyo pelaje brillaba bajo la insípida luz del hospital de Grenoble como si estuviese bajo un sol ecuatorial. Mientras los tifosi lloraban en Italia y su esposa no presentía ni un atisbo de vida; mientras el mundo pensaba en su terrible destino de oscuridad, apareció el Cavallino Rampante y se lo llevó galopando en una carrera interminable.