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nada nuevo bajo el sol

Los Cardenales de St. Louis hackearon su camino a la historia del espionaje deportivo

El escándalo de hacking de los St. Louis Cardinals es el capítulo más reciente de la larga y nada gloriosa historia del espionaje deportivo.
Photo by Jeff Curry-USA TODAY Sports

"Francamente no nos importa qué formaciones o jugadas preparadas Knox College planee usar. No tenemos la reputación de espiar a nuestros oponentes. Si no podemos ganarle a otro equipo en la duela, no nos interesa ganar."

Esto dijo el entrenador Schissler de Lombard College en Galesburg, Illinois, al responder a las acusaciones de que estudiantes de Lombard habían espiado los entrenamientos del rival Knox previo al partido anual de futbol americano en 1921. Cinco estudiantes con sudaderas amarillas características de Lombard habían sido vistos en una ventana de una casa mirando hacia el campo de prácticas de Knox. Cuando el entrenador de Knox, Justin Barry, dejó vigilando a unos cuantos jugadores afuera de la casa, un "Cadillac manejado por un estudiante vistiendo una chamarra de Lombard College" rescató a los espías, quienes atravesaron el jardín corriendo y se alejaron de los vigilantes de Knox.

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Schissler negó todo, pero la victoria de 14-0 de su equipo con récord previo de 1-7 dijo más que mil palabras. Después de que Lombard le ganara de nuevo en 1922 y 1923, Know terminó la serie molesto. No hubo reconciliación para cuando Lombard cerro sus puertas en 1930.

La historia deportiva es rica en relatos de espionaje, vigilancia y robo de señales. Lo que la dirigencia de los St. Louis Cardinals presuntamente hizo esta semana al ingresar a la base de datos de los Houston Astros —no, de hecho no los hackearon— no es más que una versión más tecnológica de lo que los espías con chamarras de Lombard hicieron hace 94 años, y lo que muchos otros han hecho desde entonces. Si no haces trampa, no lo estás intentando —y si lo estás intentando, es muy probable que estés haciendo trampa.

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Considera la última década. El futbol americano tuvo el caso Spygate, y no sólo los Patriots fueron los implicados. Newsday dijo en 2007 que los Jets habían sido descubiertos grabando una práctica de los Patriots (¿quién más?) la temporada pasada, y el antiguo entrenador Jimmy Johnson dijo en un programa de Fox previo a un juego, "Sé que hay varios equipos que hicieron lo mismo…No significa que sea correcto, pero muchos equipos lo están haciendo." Por otra parte, el béisbol siempre es acusado por robo de señales. El escándalo más reciente involucró a un misteriosos "hombre de blanco" en las gradas del campo central del Roger Centre de Toronto, quien presuntamente movió sus brazos para indicar tipos opuestos de pitcheo a los bateadores de los Blue Jays.

Una vez más, esto no es nuevo. Durante los preparativos de los New York Jets para el Super Bowl III de 1969, se discutió el miedo del equipo por los espías, después de que el secretario de los Jets descubrió a un hombre mirando las prácticas de New York en Denver y se lastimara mientras correteaba al espía escondido en un árbol. En 1976, la Universidad de Oklahoma fue descubierta espiando las prácticas de la Universidad de Texas. Un empresario de nombre Lonnie Williams —también amigo personal del asistente de Oklahoma— fingió ser un pintor y se escondió en los baños del Memorial Stadium para hacer apuntes. Darrel Royal, entrenador de los Longhorns, se sorprendió al ver que los jugadores de Oklahoma reconocieron una formación que el quipo no había usado en cuatro años. El entrenador Barry Switzer negó todo (¿suena familiar?), pero años después admitió su conocimiento del esquema.

Y también están los hombres con reputación. Al Davis levantó sospechas de que un paranoico entrenador de los Buffalo Bills corrió a una monja de un campamento de entrenamiento en Niagara University, una escuela católica. Un psicólogo que trabajó con los San Diego Chargers en 1971 recordó cómo el coach Harland Svare le gritó a una lámpara, "¡Maldito seas Al Davis!" Cuando Davis escuchó la historia respondió, "El bicho no estaba en la lámpara." También está el coach de Washington, George Allen, quien tiene un esquema más creativo en donde una madre pasea a su bebé en una carriola frente a un entrenamiento del equipo contrario —excepto que el espía no era la madre, sino una personita que Allen había metido ahí.

No nos debería sorprender. Los deportes estadounidenses fueron diseñados para recrear una atmósfera de guerra. Algunos hombres lo hicieron explícito, como los Muscular Christians de los 1800s, o como Max Rafferty, el Superintendente de Instrucción Pública del estado de California que dijo en 1970, "El futbol americano es guerra —sin matar. Los atletas poseen el espíritu de pelea de la nación misma." El vocabulario de Rafferty puede sonar algo absurdo para los oídos modernos, pero de nuevo, nuestro vocabulario deportivo está lleno de referencias implícitas y explícitas de guerra —"asalto", "batalla", "bombazo", "capitán", y muchos más.

Sería ingenuo pensar que el entendimiento metafórico de los deportes se limita a los días de competencia. Si se supone que nuestros atletas deben creer que hay una guerra allá afuera cuando salgan del túnel, ¿por qué la guerra debería terminar una vez que el juego concluyó y se han dado el saludo? Siempre hay otra batalla que pelear, siempre hay planes que hacer, más datos que juntar, por la vía legal o por medios más oscuros. Desde luego que los hombres a cargo de los equipos tienen que estar conscientes que no están en guerra, que sólo se trata de gente —muchas veces niños— jugando. Pero en Estados Unidos, los hombres a cargo de los equipos siempre se han visto a sí mismos como comandantes y generales, y en algún punto, tal vez desde el principio, se olvidaron que estaban fingiendo. Era sólo cuestión de tiempo para que el espionaje en el mundo deportivo se mudara a la era digital. Los Cardinals resultaron ser los primeros —los primeros en ser descubiertos, al menos.