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Aaron Rodgers está irreconocible. ¿Qué le sucede?

Aaron Rodgers no anda bien y los Packers lo saben.
Brace Hemmelgarn-USA TODAY Sports

Para los mariscales de campo de la NFL de medio pelo para abajo, cualquier resultado por debajo de una producción asombrosa tiende a desatar una avalancha de análisis y comentarios como "Este tipo podría ser reemplazado por otra persona que trabaje por el mínimo y nadie se daría cuenta". Brock Osweiler de los Texans de Houston ha sido recriminado por dos malos partidos, y Sam Bradford apenas está saliendo del hoyo en que su reputación había caído. Por otra parte, el mundo del futbol americano parece inclinarse mucho más a perdonar cuando una mala jugada proviene de alguien con una reputación intachable.

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Digamos, alguien como Aaron Rodgers.

Los Packers de Green Bay tienen una marca de 3-1 previo a su partido de este domingo ante los Cowboys de Dallas, pero no todo marcha a la perfección en el Lambeau Field. La ofensiva la pasó mal la temporada pasada por las lesiones, y aquellos que no estaban lastimados se vieron muy mal; ni siquiera Rodgers pudo mantenerse a flote después de cerrar con estadísticas negativas. En aquel entonces escribí, "La balanza se inclinará para el otro lado en el 2016".

Hasta el momento, no ha pasado. "¿Qué le pasa a la ofensiva de Green Bay?" es una pregunta muy popular en estas últimas semanas. Existen todo tipo de teorías alrededor de la calidad de los equipos de receptores. Suelo estar de acuerdo con algunas —Davante Adams no fue un receptor abierto para el calibre de la NFL el año pasado y tal vez aún no lo sea—, sin embargo los Packers lo siguen buscando en el campo una y otra vez, a lo mejor porque no tienen una mejor opción.

La temporada pasada, la discusión se centró en la incompetencia de los Packers para buscar el reemplazo del receptor lesionado Jordy Nelson; en los últimos ocho partidos del 2015, Rodgers sobrepasó las 6.62 yardas por pase en sólo una ocasión. Esta temporada, Nelson regresó a los emparrillados, pero de todas formas Green Bay ha promediado sólo seis yardas por pase o menos en sus cuatro partidos. Estadísticamente, se ha convertido en un equipo luchón.

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Esto se debe, en parte, a la falta de talento en sus receptores de la que ya hablé, y también porque se han vuelto predecibles. Por ejemplo, Randall Cobb solía ser un receptor que trabajaba lo profundo del campo, en lugar de ser una amenaza meramente horizontal.

Los entrenadores en jefe a menudo tienen razones para cambiar el uso de patrones en sus jugadores drásticamente, y tal vez lo que los Packers vieron en los entrenamientos fue que Cobb ya no era capaz de abrir el campo como lo hacía años atrás. Todo apunta a que Cobb pudo haber bajado su rendimiento.

Pero tampoco nos parece una respuesta satisfactoria porque los Packers han aprovechado al máximo a receptores con menos cualidades y han hecho bien las cosas. Jugadores como James Jones han tenido rachas impresionantes con Green Bay por años, sólo para desaparecer en otros equipos. El mariscal de campo suele cargar con la responsabilidad del juego aéreo, y no al revés.

Whoa. McCarthy 'I don't know why the hell I have to come in here and answer questions about what you think went wrong on offense.'

— Aaron Nagler (@AaronNagler)October 12, 2016

McCarthy, "¿Por qué demonios tengo que contestar preguntas sobre lo que salió mal a la ofensiva?"

El entrenador en jefe de los Packers, Mike McCarthy, es otro blanco fácil de culpar por su forma casi robótica de entender el juego. Pero tampoco es una respuesta del todo convincente porque si la NFL fuese una liga que basara sus victorias en una gran estrategia en el campo, los Patriots lograrían una marca de 16-0 cada vez que Chip Kelly no estuviera presente en su agenda. A final de cuentas, el futbol americano se trata más de superar a tu enemigo físicamente, más que tácticamente.

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Esto nos trae de regreso a Rodgers. Se merece mayor atención y, francamente, más culpa. Nadie está diciendo que el dos veces MVP esté acabado o cerca del retiro, pero definitivamente no ha obligado a detenernos y reflexionar lo que sucede con él.

Tomemos de ejemplo el partido del domingo pasado contra los Giants de Nueva York. Pese a contar con Janoris Jenkis, los Giants no cuentan con un suplente de gran nivel, y el domingo tuvieron que apoyarse en el esquinero suplente Trevin Wade, porque Eli Apple, la selección de primera ronda, ha estado lesionado. En gran parte del partido, Rodgers se la pasó en la bolsa de protección. ¿Se supone que retrocediendo de esta forma seguro tenía pensado encontrar a alguien libre?

Esta es una de las muchas oportunidades que Green Bay le dio a Rodgers la noche del domingo, y de las cuales no sacó provecho. Los Packers deberían estar preocupados porque no están generando suficientes yardas de una de las jugadas más eficientes en el futbol americano, es decir pasar el balón.

En las últimas dos temporadas, Green Bay ha sido incapaz de sacar ventaja en sus lanzamientos profundos. Es complicado tener una gran ofensiva aérea sin pequeños avances de por medio.

¿Podríamos decir que este bache es un peligro para la carrera de Aaron Rodgers? Probablemente no. Nos viene a la mente el caso la temporada de Philip Rivers en 2012. Rivers era el arquetipo de la constancia de una sólida década. Pero en el 2012, simplemente no jugó bien. Lanzó menos de 4 mil yardas por primera vez desde el 2007. Recibió más capturas de lo acostumbrado, a pesar de que en sus mejores años siempre había sido capaz de descifrar movimientos y encontrar a un jugador sin marca rápidamente. Los Chargers no sufrieron una baja tan significativa. Simplemente fue un año extraño y loco en comparación con el resto de la carrera de Rivers.

Al parecer, Rodgers no sufre alguna dolencia física. Simplemente no está jugando bien. Esto podría cambiar en cualquier momento, pero hasta que el cambio se haga presente, los Packers harían mejor si dejaran a su defensiva y juego terrestre llevarlos hasta los playoffs.