Alcanzando el límite físico: ¿se puede jugar demasiado fútbol?
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fútbol y ciencia

Alcanzando el límite físico: ¿se puede jugar demasiado fútbol?

El fútbol profesional es cada vez más rápido y más exigente. Los expertos empiezan a preguntarse si el juego está empezando a alcanzar los límites de la capacidad humana.

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Cada temporada que sigue a un Mundial, una Eurocopa o una Copa América —torneos que implican que las vacaciones de verano de los futbolistas internacionales se reduzcan considerablemente— se convierte en un calvario para los equipos que ceden a muchos de sus jugadores a los combinados nacionales.

El seleccionador alemán Joachim Löw ya advirtió, como muchos otros entrenadores, que "la carga de los jugadores es muy alta". Los equipos en las ligas nacionales y, por supuesto, en la Champions League, exigen demasiado esfuerzo a los jugadores. "Sencillamente necesitan más descanso", apostilló Löw.

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La idea de que podría jugarse demasiado fútbol también se manifestó en octubre del año pasado, cuando el inglés Raheem Sterling, entonces de 19 años, se despidió de las eliminatorias de clasificación para la Eurocopa ante Estonia porque se sentía cansado. Fue duramente criticado por su falta de compromiso y por su aptitud física; sin embargo, no estuvo solo en su reclamación.

El ex internacional Frank Lampard, una leyenda que ha sumado más de cien apariciones con los 'tres leones' a lo largo de su carrera, fue una de las voces que salieron en defensa de Sterling. Tal vez esto se deba a que Lampard es consciente de algo que muchos aficionados y los expertos no suelen tener en cuenta: al máximo nivel, el fútbol está constantemente aumentando de velocidad y de intensidad. Lampard ya lleva 20 años como profesional, es una voz más que autorizada y ha vivido cambios ed todos los colores.

Frank Lampard acumuló hasta 106 apariciones con la selección inglesa de fútbol. Foto de Darren Staples, Reuters.

No tenéis que cavar demasiado hondo para encontrar gente que opina sin parar acerca de cómo ha cambiado el fútbol en los últimos años como consecuencia de los avances físicos. Muchos entrenadores y jugadores importantes, e incluso hasta algunos médicos, sugieren sin embargo que este aumento físico ha comportado un precio demasiado alto. La pregunta resultante es inevitable: ¿es posible que el fútbol haya atravesado una especie de umbral? ¿Aguantan demasiada carga física los futbolistas?

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Löw, como muchos otros, lo tiene claro. El Dr. Thorsten Rarreck, antiguo médico del Schalke 04 alemán, le da la razón: "Tenemos que hacer algo para aumentar el potencial regenerativo de los jugadores".

Rarreck trabajó como médico en el Schalke durante 13 años antes de dejarlo el pasado otoño. Cuando le pregunto qué se puede hacer, Rarreck me dice que él recomendaría reducir la duración de los partidos, o dividirlos en tres partes en lugar de dos, o bien aumentar de tamaño las plantillas: de unos 25 a unos 30. También propone permitir más sustituciones, aumentando su número de tres a cinco o seis. Pero lo dice con una sonrisa: sabe que nada de esto va a suceder. Al menos, no a corto plazo.

Luis Suárez es retirado del campo en camilla en un partido de la Copa del Mundo. Foto de Mark J. Rebilas, USA TODAY Sports.

Los avances en el entrenamiento físico (y, posiblemente, hasta cierto punto, en el dopaje) han creado una situación en la que el fútbol de élite es físicamente más exigente que nunca.

"El perfil de los partidos de fútbol ha cambiado", asegura Oliver Schmidtlein, ex fisioterapeuta del Bayern de Múnich y de la selección alemana. Según Schmidtlein, el tiempo desde que un jugador tiene la posesión de balón hasta que está presionado por un defensor se ha reducido considerablemente en los últimos 15 o 20 años. Antes eran varios segundos; ahora son menos de dos segundos, de promedio. "Ello implica que el contacto de cuerpo a cuerpo ha aumentado considerablemente" explica Schmidtlein.

"Los jugadores corren tres kilómetros más por partido y juegan diez partidos más por temporada", asegura el Dr. Rarreck al respecto. "Además, realizan un montón de movimientos rápidos y explosivos en cada partido, por lo que la carga de los jugadores es mucho mayor de lo que era hace diez años".

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El juego es más rápido y más intenso, pero… ¿qué significa exactamente eso para los jugadores? Es difícil de resumirlo brevemente. En algunos casos, esto podría incidir sobre la fatiga, como le pasó a Sterling. En la mayoría de casos, sin embargo, los jugadores preferirán seguir jugando a pesar del cansancio, ya que están incentivados a hacerlo tanto mediante sus contratos millonarios como a través de la competencia dentro del equipo para conseguir un lugar en el once titular.

Raheem Sterling es atendido durante un partido de la selección inglesa. Foto de Lee Smith, Reuters.

Una forma de juzgar objetivamente si el aumento de la carga física en el juego ha afectado a los jugadores es observar cómo las lesiones han cambiado con el tiempo. Si el fútbol es físicamente más exigente, uno pensaría que las lesiones también deberían haber aumentado.

(Nota: com aficionado, personalmente tengo la impresión que las lesiones han aumentado de manera continua en los últimos tiempos… pero tal vez veo demasiados partidos del Arsenal y del Borussia Dortmund).

Afortunadamente, los científicos llevan estudiando la cuestión durante más de una década. Los resultados, sin embargo, son decepcionantes: de acuerdo con las conclusiones de un estudio financiado por la UEFA, la tasa de lesiones entre los equipos de élite de Europa no ha cambiado significativamente desde que se comenzó a medir en 2001. Un vistazo más de cerca, sin embargo, revela que el tipo de lesiones que sufren los jugadores de élite ha cambiado drásticamente.

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Las lesiones de tobillo, por ejemplo, se han reducido significativamente. El Dr. Jan Ekstrand, un cirujano ortopédico sueco y profesor de medicina deportiva de la Universidad de Linköping que ejerce como investigador principal del estudio de la UEFA, explica que la tasa de lesiones de tobillo cayó un 50 por ciento desde la década de 1980 —un descenso que continuó a lo largo del periodo de estudio.

Esta caída podría tener varias explicaciones posibles, como el cambio de los zapatos y el arbitraje, pero según Ekstrand se debe principalmente a los avances en la medicina. "Gracias a los años de estudio y colaboración los médicos tienen un gran conocimiento de cómo diagnosticar, tratar, rehabilitar y prevenir los esguinces de tobillo", explica el investigador. "Los esguinces de tobillo ya no son un problema".

Leo Messi sufre una lesión en un partido del FC Barcelona en 2012. Foto de Sergio Carmona, Reuters.

Las lesiones musculares, en cambio, son una historia diferente: su frecuencia ha aumentado. "Las lesiones, especialmente en los isquiotibiales, han aumentado un tres por ciento cada año desde que empezamos en 2001", asegura Ekstrand. El tres por ciento puede no parecer mucho, pero si se acumula cada año termina dando una cifra más que respetable. De acuerdo con algunos de los puntos de la investigación publicada por el Dr. Ekstrand, en 2011 las lesiones en los isquios representaron casi "un tercio de todas las lesiones en el fútbol profesional".

La mayoría de las lesiones de isquios son debidas al uso excesivo y se presentan con mayor frecuencia en los finales de cada parte, cuando los jugadores están fatigados. La tasa de lesiones musculares también sube a medida que se reduce el tiempo de descanso entre partidos.

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¿Qué se puede hacer? Aparte de simplemente jugar menos a fútbol, tanto Rarreck y Schmidtlein abogan por individualizar los regímenes de prevención y están de acuerdo en que preparar entrenamientos físicos para todos por igual ya no debe ser una opción al más alto nivel. De hecho, los jugadores deberían ser controlados individualmente en diferentes ámbitos —flexibilidad, velocidad, resistencia, etcétera—, de modo que el personal de un club pueda establecer una línea de actuación desde la cual juzgar el progreso de un jugador y, si está lesionado, decidir cómo rehabilitarle.

"Creo que es realmente necesario contar con sistemas basados en los resultados que proporcionen información a los terapeutas y entrenadores: así pueden tener un perfil individual de cada jugador", dice Schmidtlein. "Los jugadores de los clubes de élite como el Bayern, el Barça o el Madrid deben ser observados individualmente y poder tener acceso a programas creados especialmente para ellos. Por supuesto, hay clubes como el Arsenal que ya los usan, pero todavía hay muchos otros clubes que no cuentan con ningún sistema como este en absoluto. Así que estos clubes solo tienen tratamientos reactivos".

El jugador francés Mathieu Debuchy se queja de una entrada en un partido del Arsenal en la Premier League. Foto de Andrew Couldridge, Reuters.

Un enfoque proactivo basado en la prevención y recuperación de lesiones sería un paso positivo. Pero establecer una línea de base para cada jugador no es lo mismo que medir la carga a la que están expuestos estos atletas. La medición de variables individuales, como la distancia total recorrida durante una temporada o el número de sprints, puede ser útil, pero estos números no lo cuentan todo, en absoluto. La carga física total que acumulan los jugadores es una combinación de todas estas variables, además de los controles sobre el corazón, el tiempo de formación, el tipo de formación… y muchas variables más.

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Encontrar la forma de medir la carga física acumulada por los jugadores a lo largo de una temporada, tanto en los entrenamientos como en los partidos, es un paso necesario para reducir la probabilidad de lesiones. Mediante la medición de dicha carga debería ser posible establecer un límite: si este se cruza, la probabilidad de lesión aumenta.

En el béisbol, este tipo de cosas ya están en práctica: desde los años 80, los equipos han mantenido un seguimiento del número de pelotas lanzadas por los jugadores, con el consenso general de que cuando alguien lanza más de 100 veces —un poco menos para los jugadores más jóvenes— el riesgo de lesión aumenta.

Todos los mejores clubes de Europa han recurrido a la tecnología portátil como un medio para medir la carga de entrenamiento. Esos pequeños y divertidos chalecos que llevan los jugadores cuando entrenan tienen sensores que pueden realizar un seguimiento de casi todas las métricas de rendimiento que se puedan imaginar: ritmo cardíaco, distancia recorrida, número y duración de la sprints y una larguísima lista de parámetros. La prevención de lesiones conllevarían un ahorro de costes importantes y el porcentaje de victorias aumentaría, cosa que atrae considerablemente los directivos de los clubes.

Pero hay algunos problemas.

El lateral madridista Marcelo Vieira se ve obligado a retirarse debido a una lesión a medio partido de Champions League frente al París Saint-Germain. Foto de Juan Medina, Reuters.

Todas las compañías de sensores venden sus productos como herramientas para la prevención de lesiones, pero están vendiendo a los clubes la posibilidad, más que la certeza, de que eso les sea útil. "Se suele decir que las mediciones que ofrece la tecnología portátil también ayudan a evitar lesiones", dice Ekstrand. "Pero no hay ninguna prueba en absoluto de ello. No hay estudios que lo demuestren. Y la razón es que no hay consenso sobre cómo medir la carga física" concluye.

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Los clubes recogen carpetas masivas de datos, pero nadie sabe cuáles de estos datos son los importantes. "Además", continúa Ekstrand, "no es posible que un club sea capaz de obtener suficientes datos como para establecer una correlación fiable entre la carga y las lesiones. Por ejemplo, si nos fijamos en las lesiones de isquios, el club puede esperar que en su primer trimestre —con 25 jugadores en plantilla— tenga entre seis y ocho lesionados de isquios. Para obtener datos creíbles, necesita 10 veces más lesiones y debe medirlo diez veces más. Así que los datos de un club no son suficiente".

Según Ekstrand, los clubes de fútbol todavía se niegan a compartir públicamente este tipo de datos, lo que significa que nadie, ni siquiera los propios clubes, dispone de información que realmente se pueda utilizar. También significa que la legión de aficionados que se creen estadistas y que matarían por una oportunidad para tratar de resolver el problema de la carga física no pueden ayudar.

La comunidad de análisis ha intentado mostrar que se puede entender el fútbol de la misma manera que se mide y entiende el béisbol, pero no ha sido posible. A pesar de esta imposibilidad comparativa entre deportes diferentes, sí que se puede analizar el fútbol a partir de las mediciones biométricas.

Jugadores del Atlético de Madrid en un entrenamiento de pretemporada el pasado verano. Foto de Aly Song, Reuters.

Hasta que los datos estén disponibles y los indicadores pertinentes se identifiquen, la línea entre lo que es físicamente posible y lo que es saludable seguirá siendo una incógnita. Lo que sí sabemos es que el juego no reducirá la velocidad por su cuenta: ¿podrán los atletas de élite altamente cualificados mantener ese nivel de intensidad con la energía que tienen ahora mismo? Es un misterio.

La solución tecnológica seguirá siendo un objetivo lejano, pero a día de hoy Ekstrand sigue confiando en que los equipos médicos puedan seguir encontrando mejores tratamientos para las lesiones en el fútbol. "El gran desarrollo en la medicina del fútbol y la investigación en los últimos 15 años se debe principalmente a que las organizaciones —FIFA y UEFA— realmente han pensado en la salud de los jugadores y han apoyado y financiado la investigación para evitar lesiones", me explica el doctor.

Ese detalle no me parece banal. Sin embargo, cuando le sugiero que aún queda mucho camino por recorrer, Ekstrand es tajante: "Sin duda", contesta. "Sin embargo, yo diría que el fútbol es el deporte más importante del mundo cuando se habla de investigación médica".