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Más de dos meses después del 7-0, “El Tri” dará la cara en las eliminatorias

Esta noche, la selección mexicana tendrá que hacerle frente a sus sietes demonios en el Cuscatlán.
Foto: Troy Taormina-USA TODAY Sports

El regreso a las canchas no pudo ser más complicado para la selección mexicana de futbol. El rival en turno es bien conocido por el caluroso recibimiento que suele darle a los mexicanos y porque, casi siempre, el local depende de la victoria para poder acceder al hexagonal final de la CONCACAF. El Salvador, por más irónico que suene, no puede salvarse cuando se trata de calificar a la fiesta mundial del balompié, y mucho menos cuando se enfrenta a su detestable rival a quien sólo ha podido vencer en cuatro ocasiones en sus 32 enfrentamientos.

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Si de demonios hablamos, en esta ocasión El Salvador no le quitará tantas horas de sueño al conjunto mexicano por el simple hecho de que la escuadra azteca mantiene un paso perfecto en la eliminatoria con cuatro partidos invicta, 12 puntos, 10 goles a favor y, por lo tanto, líder del Grupo 1.

No, esta vez no se trata de los aficionados salvadoreños —es decir, aquellos desadaptados— y su hostil comportamiento, más bien se trata de demostrar que los siete demonios que se manifestaron hace más de dos meses en la cancha del Levi's Stadium de Santa Clara se han quedado en la mente de los jugadores para bien, porque creer que una humillación de tal magnitud puede borrarse con el tiempo no es sólo ingenuo, sino absurdo.

Cuando el seleccionado mexicano pise la cancha del Cuscatlán el viernes por la noche, todos y cada uno de ellos, empezando por los jugadores y terminando con los aficionados, tendrán que aprender a vivir con el trauma de haber concedido siete goles sin respuesta alguna.

¿Por qué? Porque sólo de esta forma tendrán muy presente que no están a la altura de las ficciones que se han creado alrededor de este equipo —y que abundan cada vez que se acerca un "nuevo proceso"— y por lo tanto evitan el riesgo de volver a caer en el sueño profundo en el que habitaban antes del cubetazo de agua fría propinado por chile.

Lo peor que se puede llegar a hacer en estas instancias es creer que el 18 de junio quedó enterrado en algún lugar de la memoria, al cual no sólo se tiene prohibido visitar, sino también hacerlo parte de uno mismo. Si "El Tri" llegase a negar su rotundo fracaso en la Copa América Centenario en repetidas ocasiones, entonces se estaría negando a sí mismo y truncando la posibilidad de mejorar.

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Y después tenemos la "nueva" lista de convocados que pasó por alto algunos jugadores que bien pudieron aportar algo nuevo a este conjunto que, por más que digan que ahora sí va en serio y que las "divas", caprichos y desdenes se acabaron, sigue contemplando a jugadores añejos —basta ver quién portará el número uno para darse cuenta de lo que hablo—.

Hirving Lozano podría darle una nueva cara al conjunto mexicano. Foto: Gary A. Vasquez-USA TODAY Sports

Miguel Layún manda centros precisos cuando quiere (y puede), Héctor Herrera y Andrés Guardado juegan cuando se les da la gana, y Raúl Jiménez sigue siendo un delantero promedio por más que intenten venderlo como un futbolista de élite por tener algunos minutos con el poderosísimo Benfica; esto por mencionar algunos. En fin, el cuento parece ser el mismo de siempre pero narrado por otra persona, y el espectador/lector el mismo ser crédulo, mitológico.

La cita es a las 9 de la noche, horario idóneo para poder presenciar una redención parcial o la continuación de un desastre que tuvo su punto más alto del año en verano. La experiencia me dicta ni siquiera molestarme en sintonizar el encuentro, no por miedo a regresar a la ira acostumbrada o a la inútil alegría, es más una cuestión de indiferencia dirigida hacia un equipo que siempre promete algo diferente pero que opta por hacer lo mismo —idéntico reflejo de su nación—.

Cuando se ondeen los símbolos patrios en el Cuscatlán y el escándalo se apropie del himno nacional mexicano, confío en que los demonios susurren a los oídos del seleccionado mexicano para que, empapados de temor y vergüenza, logren redimirse a través de ellos o fracasen una vez más.