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El final de la historia: Julius Hirsch, futbolista de Auschwitz

Julius Hirsch ganó campeonatos mundiales antes de ser asesinado por su propio país. Hoy es un símbolo de tolerancia. Conoce el desenlace de esta historia.
Imagen via KFV

En diciembre, Ellen Hirsch finalmente recibió noticias sobre su esposo. Los nazis no lo habían asesinado ni lo habían encarcelado. No había estado en Alemania durante noviembre, sino que Hirsch estaba en una institución mental.

Mientras viajaba hacia Alemania después de su poco exitosa estadía en París, Hirsch había sufrido un colapso nervioso y estaba convencido de que Ellen y sus hijos habían fallecido. Cuando el tren llegó a Commercy, un pequeño pueblo al oeste de Nancy, Hirsch se desconectó, caminó por la estación de tren y se adentró en las calles del pueblo. Tiempo después fue encontrado con un cuchillo en la mano en un acantilado a las afueras de un pueblo, cubierto de sangre. Hirsch había intentado suicidarse al creer que ya no le esperaba su familia en casa.

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Ellen mandó a su hermano para que llevara a Hirsch de regreso a Karlsrhue, pero no se encontraba bien. El 5 de marzo de 1939, al igual que su madre, Hirsch fue llevado al Hospital Illenau. En el hospital, la fachada del edificio es fría y sencilla. Las instalaciones no estaban hechas para que los pacientes la pasaran bien.

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Hirsch entendió esto de una manera más intima. Quería irse casi desde el momento en que llegó. En las semanas siguientes, los doctores lo trataron con altas dosis de insulina hasta que dormía por horas, siendo una terapia anticuada que después fue reemplazada por tratamiento con choques eléctricos.

Para el 20 de junio, Hirsch había sido hospitalizado desde hacía meses y quería irse desesperadamente. Ese día, la lluvia cayó sobre el hospital y los pacientes se ejercitaron al interior, en uno de los pasillos. Según los registros del hospital obtenidos por Skrentny, Hirsch se separó del grupo y salió al patio. No tenía sombrero ni zapatos. Fue descubierto dos horas después en otra parte del pueblo, empapado intentando robar una bicicleta. Planeaba viajar al norte para encontrarse con su familia en Karlsrhue.

El primer día de septiembre, Alemania invadió Polonia. Hirsch fue liberado para ser cuidado por Ellen 20 días después. Había perdido diez kilos estando en el hospital. Los doctores no lo consideraban curado pero notaron que su estado no era crítico.

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Un par de meses después de su liberación, una fila de autobuses se estacionó frente a la puerta principal del hospital. Los enfermos mentales y discapacitados que estaban dentro fueron llevados al Centro de Eutanasia Grafeneck, donde fueron asesinados.

Castillo Grafeneck. Imagen vía WikiMedia Commons

El 21 de octubre de 1940, se escucharon silbatos de tren a través del helado viento de Karlsruhe. Dentro de la estación, oficiales de la SS gritaban órdenes a las personas asustadas y confundidas. Horas antes, esas personas —todos judíos— recibieron la orden de empacar una pequeña bolsa con pertenencias y no más de 100 Reichsmarks. En la estación, los oficiales llevaban largas listas Altmann, Dryfuss, Goldschmidt, y Rosenberger. Familias completas, de varias generaciones fueron enviadas fuera de la ciudad. Los trenes se dirigieron a Gurs —campo de concentración en Francia— una vez que estaban llenos, reduciendo la población de la ciudad a mil personas. En Baden y la región de Alsace, los nazis deportaron a 14 mil judíos, enviándolos a Gurs.

Ningún nombre de la familia inmediata de Hirsch apareció en la lista. Los hijos de Hirsch, de familia judía-cristiana, fueron considerados Mischling, subcategoría de la "raza judía" definida por el régimen nazi que se puede traducir como mestizo. La designación le dio a la familia ciertos privilegios y los excluyó de la lista de deportados. Siendo esposo de una mujer aria, Hirsch también disfrutaba de esos privilegios.

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Los Hirsch sabían que los beneficios no durarían. Los trenes regresarían. Con el tiempo, la familia se alejó de la población aria y las conversaciones ahora se trataban sobre cómo salvar a los niños.

Escapar era una opción. En un momento, el jefe de correos de Karlsruhe acordó que Hirsch encontrara un camión de correos una mañana. Lo llevaría a Basel en una bolsa de correspondencia. El tren llegó a las 4:00 a.m. esperó hasta las 5, pero Hirsch nunca apareció. No podía hacerlo sin su familia.

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Escapar con toda la familia era muy complicado, los Hirsch intentaron deshacerse de su herencia judía. Tenían un plan muy sencillo: Julius y Ellen se divorciarían, y los niños serían bautizados. Julius no aceptó la decisión fácilmente, pero después de noches de discusiones, eventualmente accedió. Julius y Ellen habían estado juntos por 22 años. Se conocieron en Karlsruhe antes de la Segunda Guerra Mundial, durante los días en los que Hirsch era una estrella en el futbol. Ella siempre lo esperó. Esperó cuando se mudó a Fürth para trabajar. Esperó cuando se fue a la guerra. Lo esperó cuando fue a París y desapareció. Pero el 22 de diciembre de 1942, la familia se separó de Hirsch: Ellen se cambió el nombre y Julius se mudó a la "casa judía" en Karlsruhe.

La hija de Hirsch estaba por cumplir 15 años, y no estaba bautizada cuando regresaron los trenes. Fue un 1 de mayo de 1943. Con su madre y su hermano en el trabajo, tuvo que acompañar a su padre. Se fue sola de casa y caminó al norte, cruzando las vías del tren. El aire estaba helado, aunque se acercaba la primavera. Su padre la esperaría en la casa judía.

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Su padre vestía la Estrella de David en el abrigo, al igual que ella. La gente los veía al caminar maldiciéndolos. No cruzaron las vías para regresar a la casa de la familia. En lugar de eso, se encontraron con un hombre en la estación llamado Philipp Hass. El hombre vestía el uniforme de la SS y llevaba otra lista con nombres judíos. Ahora uno de los nombres era el de Julius Hirsch.

Lloraron mientras Julius abordó el tren.

El cumpleaos de Esther pasó pronto, pero un día después recibió una postal. De alguna manera su padre se las había arreglado para enviársela por su cumpleaños, cuando el tren que lo llevaba a Auschwitz se detuvo en Dortmund.

Tenía 51 años de edad. Nadie volvió a saber de él.

La horca de Auschwitz. Imagen vía WikiMedia Commons

No es claro ahora si Hirsch llegó a Auschwitz. Su nombre no aparece en las listas del infame campamento. Fue declarado muerto después de la guerra, el 8 de mayo de 1943.

El divorcio y bautismo no salvó a los hijos de Hirsch de los nazis. Abordaron los últimos trenes el 14 de febrero de 1945. Las tropas francesas llegaron a Karlsruhe un mes después. Los hijos de Hirsch fueron llevados a Theresienstadt, un "campamento modelo" en lo que ahora es la República Checa. Theresienstadt era el campamento modelo para la propaganda Nazi, en el que mostraban la "nobleza" de su sistema de detenciones. Sin embargo, en ese lugar fallecieron más de 30 mil personas, y casi 10 mil fueron enviados a otros lugares como Auschwitz. Los hijos de Hirsch sobrevivieron gracias al tiempo más que nada. Las tropas rusas liberaron prisioneros en Theresienstadt dos meses después.

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Los nazis también deportaron a Max, hermano y socio de Hirsch, enviándolo a Theresienstadt. Al igual que Julius, Max estaba casado con una mujer cristiana, pero a diferencia de su hermano, Max no se divorció de su esposa y sobrevivió a la guerra.

Después de la guerra, Ellen Hauser cambió su nombre a Ellen Hirsch de nuevo. Murió el 1 de enero de 1966, 23 años después de la deportación de su esposo.

El buen amigo de Hirsch, compañero de equipo y veterano de la Gran Guerra, Gottfried Fuchs escapó al Holocausto. Llegó a Inglaterra y después se mudó a Canadá en 1940, donde se cambió el nombre a Godfrey Fochs. Falleció el 25 de febrero de 1972 a los 82 años de edad.

Fritz Förderer, el último miembro del legendario trio del KFV, llevó una vida muy diferente. Se mantuvo involucrado en el futbol después de sus días como jugador, viajando por el país y entrenando seis equipos diferentes. Uno de los equipos estaba en Buchenwald. Buchenwald fue hogar de uno de los campos de concentración más grandes de Alemania. Los jugadores de Förderer eran miembros de la Tercera Panzerdivision SS Totenkop. La unidad asesinó a más de 56 mil personas. Förderer se unió al Partido Nazi en 1942. Murió diez años después.

Hoy, el Holocausto es una parte integral del currículo escolar en Alemania. Muchos visitan Dachau y Buchenwald, entre otros campos de concentración com parte de sus estudios. Los alemanes comparten una gran pena, pero últimamente, en especial entre los jóvenes, ya se siente un cansancio por la pena. Hay un gran hueco generacional entre aquellos que vivieron la guerra y la juventud que no tiene conexión directa con esos acontecimientos. El sentimiento de responsabilidad ha comenzado a declinar.

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Alemania es diferente a lo que era en la época nazi. Hoy es una sociedad llena de inmigrantes, con una tasa de nacimientos en declive, y el futuro económico del país depende en los migrantes hasta cierto punto. Gran parte de la discusión hoy en día gira en cómo integrarlos y por ende, en cómo definir "alemán".

El futbol juega un papel interesante, tal vez integral, en la discusión. Alemania tiene la asociación de futbol más grande del mundo. La DFB tiene cerca de siete millones de integrantes. La mayoría de ellos no juegan en la Bundesliga, sino en las demás divisiones alemanas. Y es en las divisiones menores donde el juego se vuelve algo más que sólo patear un balón, se convierte en una manera de definir la identidad de un grupo. En 2013, el Berliner AK 07, acaparó titulares al derrotar al Hoffenheim, un club más profesional en la copa Alemana. La historia fue notable porque el Berliner AK se identifica como un club turco-alemán. El KFV juega en la onceava división del país, y el año pasado enfrentó a un equipo llamado Croatia Karlsruhe.

Podrías considerar que las divisiones menores son una caldera de diferentes etnias. O verlas como una gran oportunidad. Es ahí donde encaja el recuerdo de Hirsch. Fue casi olvidado hace 60 años después de su muerte, pero se ha convertido en un símbolo importante de la monstruosidad del régimen nazi, y el poder de una sociedad diversa e integrada.

Desde 2005, la DFB otorga el premio Julius Hirsch a grupos y personas en el futbol alemán que representan "la santidad de la dignidad humana y la oposición al antisemitismo y racismo", a aquellos que se oponen a la exclusión, y a quienes promueven la diversidad ante la discriminación y xenofobia. Andreas Hirsch, nieto de Julius, es miembro del jurado.

Hace un par de años el premio se presentó en Gelsenkirchen, cerca de Dortmund, desde donde Hirsch envió la postal a Esther. La ceremonia se llevó a cabo en un edificio recién remodelado que mostraba carteles con un mapa del último viaje de Hirsch, de Karlsruhe a Auschwitz. Un grupo de fans del Bayern Munich llamado Schickeria ganó el premio por su esfuerzo al dar a conocer la historia de Kurt Landauer, el antiguo presidente del club que pasó la guerra en el exilio, regresando al club para encaminarlo al éxito.

El presidente del club, Karlheinz Rummenigge, le agradeció al grupo. Rummenigge mencionó que cuando jugó para el Bayern en los 70 y 80, la historia de Landauer no era desconocida. Simon Muller, representante del Schickeria aceptó el premio vistiendo una playera que decía: "No Mensch ist Illegal"—Ninguna persona es ilegal—. Cientos de personas le aplaudieron, mientras una banda escolar cantaba "Hallelujah," la canción de Leonard Cohen. Y mientras tanto, tras bambalinas una fotografía de Hirsch veía al público.

Reconocí la fotografía. Era un recorte de una fotografía del KFV de 1910. En ella. parece vestir anillos de campeonato, después de haber derrotado a Holstein Kiel por el título nacional. Hirsch está sentado de lado en una silla, con las piernas cruzadas y el antebrazo descansando en el respaldo. Está vestido con un traje de tres piezas, sintiéndose como un dios, con una sonrisa en el rostro. Es joven, está lleno de vida. Es un campeón alemán.