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FIGHTLAND

​48 Horas de Viaje y recordando el Muay Thai en Bali

En camino a Indonesia para presentarse bajo la bandera de ONE Championship, Djatmiko Waluyo nos habla sobre su último viaje al país: el muay thai en Bali, los paseos en moto y el calor de lugar una semana antes de su pelea.
Fotos por Djatmiko Waluyo

El frío en los dedos hace que resbale mi intención mecanográfica y termine perdiendo letras de mis palabras. Regreso el cursor para completarlas. Estoy en el aeropuerto de Ámsterdam, Schiphol como le dicen. Hace un frío invernal como suceden los fríos invernales en Europa. No es que los conozca. De hecho ni el continente lo había pisado, pero ya asumo la realidad del frío europeo como si fuera un viejo conocido tras siete horas de estar en este aeropuerto. Marc Augé catalogó a los aeropuertos dentro de los espacios que denominaba como un "no-lugar", donde no se está en realidad, sino donde por ahí se pasa. Entonces no es así como que conozco Ámsterdam ni el Viejo Occidente, y mucho menos sus inviernos si simplemente no he estado, o sí, pero en un "no-lugar". Tras 26 horas desde que comencé este viaje en el aeropuerto de la Ciudad de México el viernes en la madrugada, intento acomodarme en una banca para recuperar el sueño, utilizando mi mochila como almohada, pero aún con la protección mural de este aeropuerto siento que hay un viento que no me deja descansar. El frío me pega. Pensar que apenas viene el tramo largo del viaje, un vuelo de más de catorce horas que termina en Jakarta—se escribe Yakarta, pero lo prefiero con jota. Ahí estaría llegando para debutar en One Championship, peleando por primera vez desde hace más de dos años, y revolviendo los nervios y la emoción que implica todo esto. Pero un debut sería una reaparición también, porque Indonesia es un país tan conocido para mí como México, aunque menos familiar. Pulang Kampoeng, escrito a la antigüita, es lo que los indonesios dicen cuando regresan a su pueblo. También soy de aquí, también soy indonesio.

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La última vez que había estado en Indonesia fue hace alrededor de tres años, creo, más bien cuatro. Estuve tres meses, de nuevo visitando mi familia, reforzando mis raíces javanesas y aunque ya había estado en Bali, fue en ese viaje donde conocí la isla un poco mejor. Viví un mes ahí. En ese tiempo escribía noticias genéricas para una agencia, pero sobretodo, en ese tiempo salía a correr en la playa, entrenaba muay thai con un holandés y rentaba una moto los fines de semana para conocer alguna esquina de la isla.

Bali sería un genuino lugar, a diferencia de un "no-lugar", pero también comparte ciertas características que Augé le acuñó a estos espacios. Principalmente el hecho de que sea un espacio transitorio. El turismo en Bali es brutal. Los australianos llegan a surfear, a enfiestar y también a agarrarse un poco de dengue, y luego se van. Mi vecino un día ya no lo vi más. Un australiano cuarentón forzando sus años mozos playeros que decían había sufrido de dengue repentinamente tras un piquete de mosquito y fue hospitalizado. No es que quiera asustar a alguien de este maravillosa isla, todo lo contrario, pero el dengue es parte del folclor.

Un europeo que ya no transitó más y se hizo de Bali su lugar ahí es Rich, un holandés que daba clases de muay thai en el gimnasio Mirah. Los holandeses han hecho algo increíble con el boxeo tailandés. Básicamente le despojaron de la tradición oriental y lo volvieron algo sorprendentemente más brutal. Digo sorprendente porque ya es bastante duro el muay thai. Y digo que hicieron algo increíble no porque despojar el tradicionalismo oriental del arte marcial es quitarle de un punto negativo, pero verdaderamente explotaron la parte técnica y la llevaron a una altura de agresión máxima en vez de mantener ese respeto mutuo que suele aparecer en las artes marciales tradicionales.

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Rich tenía su muay thai holandés y tenía su grupo de gente transitoria que entre el surf, la fiesta y el dengue de repente llegaba a echar golpe, y muy a la muay thai, echar codos, rodillas, puños y pateo. Un mes ahí tampoco me hacía una cosa permanente, así que me podría yo incluir en esa denominación de gente transitoria en un "no-lugar" aunque realmente Bali no lo sea. A diferencia de los australianos, franceses e ingleses que pasaban por ahí un par de días durante mi mes, había un ruso de 17 años, según recuerdo, que vivía en Bali, hablaba indonesio mejor que yo, y entrenaba muay thai permanentemente con Rich. Sería mi compañero de entrenamiento y me sentía una miniatura de individuo a lado de estos dos.

La combinación de entrenamiento intenso, humedad y calor tropical hacía de ese par de horas como un especie "Bikram" muay thai, como practicarlo en sauna. A los diez días, o por ahí, casi me desmayo en los primeros minutos del entrenamiento. Yo me terminaba un garrafón de agua cada cinco o siete días pero no era suficiente. Mi grado de deshidratación ya jugaba en mi contra y fue cuando Rich me ordenó a regresar a casa, o con más bien a la farmacia y comprarme unos sueros. El siguiente día ya me sentía mejor.

Más que muay thai, había boxeo. Chris John era el ídolo, el ex boxeador indonesio que fue uno de los campeones de peso pluma de la AMB más longevos. Conocí varios boxeadores también, entre ellos Ahmed con quien seguido terminábamos platicando del dueño del gimnasio, un millonario local con varios gallos de pelea, cada uno con un altísimo costo que seguramente terminaban ganando más que cualquier boxeador del gimnasio.

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El mes pasaría rápido, aunque también lento por diferentes razones. Vivía cerca de Kuta. Uno de los fines de semanas más planeados que tuve fue mi visita a Tenganan que se encuentra en el oriente de la isla, en el área de Karangasem. Antes de que empezaron a llegar los antropólogos ahí hace unos 40 o 50 años, se consideraba tener una de las comunidades más aisladas del mundo, conformando parte de Bali Aga. Hoy en día hay mucha conexión a la aldea y la verdad es que hay mucho turismo, aunque sí es un turismo muy particular y por lo general bastante respetuoso, especialmente si se compara con las masas que llegan a Kuta y las playas, y la fiesta occidental. De cualquier manera, la aldea aún mantiene muchas tradiciones y me tocó ir en una de las fechas coloridas. En ésta, se presentaban las jóvenes con los jóvenes, en un especie de desfile de adolescentes. Habían prendas tradicionales, bailes, sacrificio de animales y una gran fiesta al final.

Así, pasaba el tiempo entrenando muay thai y conociendo Bali mientras trabajaba a distancia. Nada mal, pero sí extrañaba México y todo lo que tenía allá, donde constantemente extraño Indonesia.

Han pasado unos años desde ese último viaje a Indonesia. Ahora no estaré tres meses. Y un poco más de una semana me parece tan breve. Tampoco estaré rentando una moto los fines de semana para rondar sin rumbo. One Championship es una cosa seria en el mundo del MMA. Es la promotora más importante de Asia, y opino yo la tercera más importante en el mundo. Soy uno de los cuatro peleadores indonesios que representarán el país en esta presentación de la promotora en Jakarta, pero cargo las dos banderas, y con mucho orgullo la mexicana también. Sigo en el aeropuerto, aunque al momento de esta publicación ya estarían pasando las 48 horas de mi viaje tras retrasos y cambios de ruta. No he dormido, no tengo mi báscula en la mano para saber si ya subí o ya bajé, un trauma que todo peleador entiende, generando la obsesión de revisar el peso por lo menos dos o tres veces al día. Si hay unos gramos de más hay que hacer algo al respecto. Ya quiero sentir el calor de Indonesia, en todos los sentidos. Todavía no quiero pensar en la pelea, pero tampoco me la puedo quitar de la cabeza.