Tengo un sentido de la vergüenza muy marcado. Si salgo de casa con un grano en la frente, por ejemplo, me da la sensación de que la gente con la que me cruzo no hace más que inventarse apodos raros para el grano, como "señor Volcán", que luego colgarán en un grupo de Facebook llamado "Actualizaciones de los granos de Michi Buchinger".Obviamente, en el fondo sé que mis preocupaciones no tienen justificación. A fin de cuentas, la mayoría de la gente solo se preocupa por sí misma, y generalmente suelo pasar bastante desapercibido. Sin embargo, para mí sigue siendo importante lo que los demás piensen de mí: es una debilidad de mi carácter de la que debería deshacerme. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que vistiendo zapatillas con dedos? Este tipo de calzado es tan horroroso como suena. Se trata de unas zapatillas con un compartimento para cada dedo que dan la impresión de que uno se haya puesto guantes en los pies, con las prisas por vestirse. Es como si gritaran "¡miradme todos y juzgadme porque soy un bicho raro y llevo unos zapatos loquísimos!". El verdadero propósito de llevar zapatillas con dedos es quizá el confort: en Amazon reciben valoraciones como la de "M. Schultz", que asegura que llevarlas es "el cielo en la tierra :-)" y que "no estresan nada" (lo que es genial, porque todos sabemos lo mucho que estresan los zapatos normales).
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Como creo que uno debe tener muchísima confianza en sí mismo y despojarse de toda vergüenza para llevarlas, me decidí a probarlas unos días para ver si puedo sacarles otro uso: ¿me volveré más confiado si solo llevo zapatillas con dedos al salir de casa? ¿Se dará cuenta alguien? ¡Debo descubrirlo!
Intentar meter los pies en zapatillas con dedos es tan difícil como intentar meter un cadáver con rigor mortis en el maletero de un coche pequeño. Mientras intento meter el pie derecho, me siento como una de las hermanastras desesperadas de Cenicienta.Por si fuera poco, ni se me pasó por la cabeza (puesto que hay un compartimento para cada dedo) que no debía llevar calcetines, o que tendría que comprarme calcetines de dedo, ya que no tengo muchas ganas de invertir demasiado en este sector. Así que la primera vez que salí a pasear con las zapatillas con dedos puestas, mi aspecto era patético.Debido a mi inseguridad, no podía evitar la sensación de que todo el que se cruzaba conmigo se fijaba en mi calzado y me veía como un engendro. No me sorprendería si los turistas empezaran a sacarme fotos para que al volver a su país de origen puedan mostrar orgullosos fotos del "señor Pie Loco".Me gustaría poder gritar "¡Eh, que los ojos están aquí arriba!", pero siento demasiada vergüenza como para hacerlo, así que dejo que la gente me mire los pies. Sin embargo, esto tiene una gran ventaja: ya nadie se da cuenta de mi grano.
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Día 2
Día 3
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Mis preocupaciones se desvanecen cuando veo el tipo de zapatos que el resto de invitados ha dejado en la entrada. ¡Perfecto! Haré lo mismo, me dirigiré al centro de la fiesta y después preguntaré astutamente cosas como, "¿De quién son las zapatillas de dedos que hay en el recibidor?" o "¿Un compartimento para cada dedo? La gente se gasta el dinero en cada locura…", para que nadie sospeche que son mías.Llegados a este punto, debo confesar que quitarse las zapatillas después de llevarlas puestas todo el día tiene sus inconvenientes: no solo caminas por el lugar descalzo como un hippie en un mercado de alimentación orgánica, sino que además hay un olor particular que te sigue y se parece a una despensa llena de especias.Para no levantar sospechas, me quedo enfurruñado cerca de la tabla de quesos. Mi amiga Barbara se da cuenta al momento: "Michi, ¿por qué pones esa cara?, pregunta, y como un delincuente novato, al momento le explico todo sobre las zapatillas de dedos, la vergüenza que me embarga y el fuerte olor del ambiente, que no es el Camembert sino mis pies.Barbara empieza a reír de una manera que entiendo como un "¡Ojalá tuviera tus problemas!" y me da un gran consejo: "¡Claro que la gente se quedará mirándote los pies y se reirá si te quedas ahí de mal humor como Kate Winslet al final de Titanic!". Probablemente tiene razón; cuando fui a dar un paseo por la calle parecía un emoticono triste de dos piernas. "¿Por qué no simplemente sales a caminar con tus zapatillas de dedos y actúas como si fuera lo más normal del mundo y todos los demás están locos porque todavía no se han sumado a la nueva moda en calzado?". Me gusta la lógica de mi amiga: después de todo, usé el mismo método de "hacer algo que está mal pero de una manera tan convincente que parezca que está bien" durante la mayoría de los exámenes finales de mis estudios. ¡Estoy impaciente por probarlo mañana!
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