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Las Finales

Los Warriors y las teorías de la conspiración que rondaron el Oracle Arena

Mandamos a un corresponsal al Oracle Arena para el Juego 5 de las Finales. No le agradó todo lo que vio o escuchó de los fans de los Warriors que gastaron sumas increíbles de dinero para ver a su equipo ganar un campeonato.
Photo by Kelley L Cox-USA TODAY Sports

Conspiración.

Uno pensaría que una afición que ganó un campeonato de la NBA hace apenas dos años, apoyando a un grupo de superestrellas, y con una ventaja en la serie, jamás llegaría al partido decisivo como víctima.

Pero vaya que me cansé de escuchar la palabra "conspiración" en los alrededores del Área de la Bahía de San Francisco días antes de que las Finales de la NBA regresaran a Oakland el lunes por la noche. Conspiración. Fraude. Todo echado a perder por el dinero. La inocente Bahía, alejada del cinismo o la avaricia, o de la mano repugnante de los oligarcas del mundo, estaba "segura" que los Warriors perderían el Juego 5. Las fuerzas globales del capital exigían un partido adicional, y las ganancias que ese partido generaría. Serían los Warriors trabajadores y no culpables como Steve Kerr (con un salario promedio de 5 millones al año) y Kevin Durant (quien tiene garantizados 54 millones entre este año y el próximo) los que pagarían el precio.

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Estos fueron los rumores que escuché en el club Stella Artois del Oracle Arena, donde la gente se empinaba Bud Lites de 13 dólares y les cobraban 120 más por un jersey. La conversación en todos lados dejaba entrever un ambiente de miedo, pero no del tipo en que "los árbitros van a ensuciar el partido"; era claro que este equipo no querría postergar la serie ante LeBron James. Los hombres acaudalados y poderosos estaban convencidos de que sería un robo. Los fanáticos estaban paranoicos por los hilos de la globalización que usarían sus influencias para cambiar el destino de un equipo de Golden State valorado en 1,600 millones de dólares y que ganan cerca de 168 millones al año. O, ya mínimo, aplazar la serie a un sexto juego.

Moneyballs

Es momento de hablar sobre la teoría de juegos.

Mi amigo Colin es un cazador de boletos, y por lo general va a los partidos pagando unos cuantos dólares cuando los demás gastan miles. Lo logra engañando al sistema. Utiliza una serie de aplicaciones para jugar los mismos juegos mentales digitales que los revendedores usan con los fans. Me ha dicho muchas veces que el sistema funciona, por lo general, inflando los precios justo hasta el tip-off. A veces, los revendedores suben los precios a diferentes niveles de obscenidad por encima de los 2 mil dólares por un asiento donde apenas se puede reconocer a los jugadores, y hasta 5,432 para un asiento junto a la duela cerca de la canasta (precio por el que he escuchado que es una buena oferta), pero donde el juego no se puede apreciar cómodamente.

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Entendí rápidamente que el meollo del asunto era que necesitaría dejar de lado mi sentido preconcebido del valor de un boleto para un evento deportivo. Es ridículo, casi irrespetuoso para las comunidades que sufren en el Área de la Bahía que no son San Francisco, hablar de estos precios. Como sea, la conversación que surgía entre las personas que habían sido extorsionadas por estos precios para este partido tenía que ver con el fraude de los árbitros.

¿Pagarías 10 mil dólares para sentarte junto al conferencista del optimismo, Tony Robbins? Foto: Kelley L Cox-USA TODAY Sports

El Uber de la reventa

Casi siempre puedes darte cuenta de ese momento en que aquellos con un boleto comienzan a ponerse nerviosos, claro, si monitoreas las aplicaciones correctas. En ocasiones, justo antes del partido, la gente que compró boletos por adelantado con la intención de lucrar, se dan cuenta que cometieron un error. Se supone que los precios deben bajar, pero eso no ocurrió el lunes.

Antes del partido, Colin me mostró un lugar en la fila 10, ocho filas detrás de mí, a $3,400 con impuestos y cargos. Era mucho más de lo que yo había pagado; el asiento frente a mí se estaba vendiendo, o no, en $5,102.50. Mi favorito se encontraba en la sección 115 del lado de los Warriors, el cual valía $10,800 por un par de asientos. El precio era menor a un par de boletos "VIP" de $9 mil, los cuales ofrecían una vista del juego y celebridades revisando sus teléfonos, entre ellos Chris Rock.

A las 5:30 PM (tiempo local), aún había bastantes lugares con precios por las nubes.

A las 6 de la tarde estaba listo para ir al partido, pero los tickets no se movieron del mismo precio, no se vendieron o fueron retirados. Justo antes del tip-off, un comprador afortunado tal vez haya encontrado un boleto de $3,965 por un asiento de primera fila del lado de los Cavs, o uno por $3,108 en el costado de los Warriors. La disparidad no fue ningún accidente; la gente quería estar en el "lado correcto" del estadio, a pesar de haber pocos fans de los Cavs.

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Me mantuve al tanto durante una hora en la que aún se puede comprar boletos en la aplicación Gametime al arranque del partido. Con 15 minutos disputados todavía había al menos 25 asientos en venta, todos ellos con precios inimaginables.

Los precios siguieron subiendo, algunos aparecían y otros desaparecían, entonces alrededor de las 6:45 el mercado se descarriló. Los boletos bajaron rápidamente, algunos se retiraron y otros se vendieron. Vi cómo el asiento de $5,232 literalmente frente a mí (102, fila 1), el de $8,260 en la esquina de la cancha, y el de $2,238 sección 108 (lo suficientemente cerca para decir con algo de certeza "ahí va Steph Curry", mas no la acción de los hechos) permanecían inertes.

Para las 7:01 todo lo que quedaba eran dos asientos tristes y solos: uno de $1,127 con una vista de hormigas amarillas y rojas, y otros de $1,400 con una mejor vista. Nunca se vendieron.

Durante el partido, varios boletos costosos seguían sin venderse. Foto: Cary Edmondson-USA TODAY Sports

Infowarriors

Durante el partido, salí a comprar una cerveza y me encontré con una máquina de pantalla táctil. Tenías que deslizar una tarjeta, escogías tu cerveza, y después la máquina te la daba. Una mujer me tomó del brazo y me gritó que había "ignorado la cola". Para ser honesto, la cola era muy larga, pero no me había percatado de ella. El caso es que tenía que formarme detrás de 50 personas para obtener una tarjeta y poder comprar cerveza de una máquina automatizada.

Esa es la máquina:

La gente formada murmuraba que los árbitros tenían a sus favoritos. "Mamadas", dijo un tipo en la cola mientras tomaba una cerveza que terminó antes de llegar a la máquina. "Nos dejaron llegar hasta estas instancias para ganar más dinero, ahora se irán al Juego 7 por su avaricia". Le pregunté cómo creía que lo harían, qué "sistema" estaba en pie; me vio, y me dijo, "mira, tienen cámaras por todos lados. Saben cuándo marcar esa mierda". Aún sigo sin entender lo que significa.

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Cerca de mi asiento hablé con un tipo que ha comprado abonos para toda la temporada desde la década de los 90, y quien también creía en al conspiración. "¡Tres faltas invisibles!", gritó en el primer minuto cuando a los Warrriors les marcaron faltas "por tocar al jugador" o "distraer el juego por el sonido de los tenis".

"Está arreglado", me dijo.

Por supuesto, este comportamiento no es inusual en los deportes. Pero los fans de los Warriors no sólo hablaban de los árbitros. Decían que era la NBA la que tenía todo arreglado para ver un juego extra. Tal vez se debía a que los Warriors seguían intentando hacer pases vistosos y estaban siendo superados en triples por un porcentaje de 45.8. O tal vez existe una creencia generalizada de que la NBA sólo busca hacer dinero y debe conspirar para lograrlo. Como todas las teorías de conspiración, gritar la verdad es absurdo —los fans que cuestioné me dijeron que le habían "pateado el culo" a los Cavs en los primeros tres juegos, pero que el cuarto lo habían robado—. Para ellos, este también estaba arreglado.

Cuando David West y Tristan Thompson se molestaron después de que Kyrie Irving gritó (creo) "Westworld fucking sucked", alguien comenzó a pelear. La mujer detrás de mí gritó, en el mismo tono que todos los demás, "Son unos pinches animales" y "nuestros chicos tienen clase".

Snoop Dogg y Stephen A. Smith se saludan antes del Juego 5. Foto: Kyle Terada-USA TODAY Sports

Haya habido conspiración o no, los Warriors aguantaron la ventaja en contra de un rival exhausto. Mi sobrino y yo pudimos ver el cansancio en los ojos de LeBron —tenía garra, y se le notaba algo molesto por los errores de su equipo, pero casi no se entregó a las provocaciones de Golden State—. Los Warriors jugaron encantados, como si se estuvieran divirtiendo demasiado.

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Sin embargo, la gente seguía diciendo que había una conspiración. "La NBA se echó a los árbitros a la bolsa", se escuchaba en las gradas. "Está arreglado", gritaban en cada falta en contra, incluso con una ventaja de 10 puntos y los Cavs cada vez más cansados. Siempre que fallaban un tiro, un hombre cincuentón gritaba "Vete a la mierda, LeBron" hacia la banca de los Cavs. Sin importar qué tan arriba en el marcador estuvieran los Warriors, la cacofonía de quejas no cedía.

Fue un gran partido. Los dos equipos se dejaron el alma hasta el final, pero el dominio de los Warriors en la NBA es algo brutal y sorprendente de ver. Ningún rival pudo detener a Durant; la velocidad de Curry parecía de otro mundo. Vi a dos equipos enfocados en el partido, por más disparejo que haya sido, y dar un espectáculo.

En los últimos 58 segundos, aún pude escuchar a unos cuantos decir, "somos muy afortunados de haber ganado, porque los árbitros querían siete partidos. La NBA sólo quiere nuestro dinero". Con 20 segundos restantes en el reloj, un tipo gritó, "¿Qué demonios fue eso?", por alguna razón. Si tenían duda de quiénes abuchearon a Adam Silver cuando fue presentado para entregarle el trofeo de MVP a Kevin Durant, ahí tienen su respuesta.

Mi hermano y su novia me confirmaron, poco tiempo después, que lo mismo pasó en la zona donde estuvieron. La gente no paró de hablar de la conspiración a pesar del dominio evidente de los Warriors, "No importa que estemos arriba, nos van a arrebatar la victoria". Los fans de los Warriors —supongo que debo agregar que soy fan de Golden State y que vivo en Oakland— se comportaron peor que los perdedores ardidos.

Escuchar, "a pesar de todo, persistieron", conforme los Warriors acumulaban una ventaja de 10 a 14 puntos fue, sin duda, el segundo peor momento del partido para mí. El primero fue cuando el anunciador dijo "y gracias a los jugadores de los Cavaliers de Cleveland", y el estadio se llenó de abucheos. Desde luego, es algo normal en los deportes, en la naturaleza humana del nosotros contra ellos. Pero después de quejarse que la NBA había hecho todo lo posible para derrotar a su superequipo multimillonario y darle el pase Cleveland, me pareció patético.

¿Qué pasará si los Warriors bajan su nivel, como sin duda sucederá? ¿Seguirá habiendo una conspiración? ¿Le echarán la culpa al entrenador? ¿Steve Kerr tendrá que hacer sus maletas a pesar de ganar dos campeonatos en tres años? Este equipo tiene muchos aspectos positivos, pero resulta difícil imaginarse que sean suficientes para sus fans, quienes se quejaron hasta en la victoria. No sólo tenemos una burbuja tecnológica, también una de los Warriors. Y cuando se explote será doloroso.