La ciencia es clara y contundente: por más que algunos charlatanes anden por la vida afirmando lo contrario, los terremotos en realidad no pueden predecirse. Es este carácter azaroso lo que los vuelve tan peligrosos: por más que estemos informados o preparados para una contingencia de este tipo, nunca sabremos si llegará en el momento más inoportuno. Y para muestra estos siete relatos, que nos muestran que un sismo puede sorprendernos en los momentos más inverosímiles.
Publicidad
Edd: cuando el temblor te agarra en el motel
Publicidad
Aline: "me van a encontrar así, qué oso: con la mano en el piso y el culo pa' arriba"
Publicidad
Paco Reyes: fuga travesti en tacones
Publicidad
Me duele todo, aún me duele todo. El sismo me hace pensar: ¿soy yo?, ¿soy yo el siguiente muerto entre los escombros? Siento miedo, mucho miedo. Estoy vivo. Estoy vivo.Ese día aprovechando el mega simulacro, mis amigos y yo decidimos dejar la clase e irnos al cine, porque no habíamos visto la película de Eso. Fuimos al Cinépolis de Parque Toreo, que es lo que nos quedaba más cerca, y entramos a la función de la una. Ya nos habían comentado que debido a que la sala de al lado era 4DX a veces se sentían los movimientos, así que de alguna manera estábamos preparados para las sacudidas.Entonces ya empezamos a ver la película y todo normal, e inicia la escena en la que Georgie tiene que bajar al sótano y está todo inundado: ahí donde Pennywise sale del agua y empieza a gritar. Justo en ese instante es que se empezó a mover la tierra. Pensamos que lo que estaba pasando era lo que ya nos habían advertido: que el movimiento de la sala 4DX de al lado nos podía afectar. No le tomamos mayor importancia, además de que estábamos espantados, pero por la película. En ese momento fue cuando abrieron las puertas, encendieron las luces, llegó Protección Civil y nos desalojaron. Fue hasta entonces que supimos lo que realmente estaba pasando".Vivo en Sidney, Australia, desde hace cinco años, donde en estas fechas apenas se está yendo el invierno. Por eso decidí pasar unos días más a gusto en la CDMX. Lo único malo es que el departamento de mi mamá está en cuarto piso y sin elevador, así que siempre llegaba sudando y ese día no fue la excepción. Subí esos cuatro pisos y de inmediato me deshice de la blusa negra de manga larga que traía. Como seguía muerta de calor, también decidí quitarme el brassiere. Tomé un par de vasos de agua y procedí a maquillarme, pues tenía una cita con el oftalmólogo a las 2 en la Colonia del Valle.Estaba en la parte del delineador cuando, ¡madres! La silla y la mesa brincaron de arriba abajo. "¡No mames, me voy a morir!" "¡ Fuck, estoy topless!" "¿Dónde está mi blusa?", "¡Ay cabrón, no puedo ni caminar y esto se va caer!", fueron los pensamientos que llegaron a mi cabeza. Tambaleando traté de abrir la puerta y el corazón se me quería salir. ¡Y para colmo la cochina alerta sísmica sonando sólo para agregar más neurosis! Y yo sin poder hacer un movimiento tan sencillo como girar la llave para poder salir.
Samuel: una película de terror en 4DX
Elena: "¡no traía blusa, ni brassiere, ni celular, ni las llaves de la casa!"
Publicidad
Al fin logré abrir la puerta y como pude, decidí que era mejor subir un piso hacia la azotea que bajar cuatro pisos hacia la calle. Me agarré de una reja tratando de mantener el equilibrio cuando subieron mis vecinos del 403. ¡Doña Lupe con el bebé en brazos se cayó al subir el último escalón! Obvio lo pesqué casi en el aire mientras el lelo de su yerno no parecía conectar sus dos neuronas.Por fin paró todo de moverse, Doña Lupe se puso de pie y me pidió al bebé y fue entonces cuando reaccioné: no traía blusa, ni brassiere, ni celular, ni las llaves de la casa.
Carlos: mierda de perro
Publicidad
Lo que seguía era ir por los sobrinos al colegio. Metimos a los perritos al auto, pero todos estábamos tan nerviosos que mi hermana al sacar la camioneta la chocó contra un camión de cloro "Los Patitos". Obviamente se dio a la fuga y desde ahora la apodamos #LadyCloro. Mi papá decidió manejar pero él también iba tan nervioso que casi atropella a una embarazada.Estaba en un estudio de tatuajes, en un octavo piso de un edificio viejísimo de la Colonia Roma. Decidí que era buena idea ponerme algo de tinta para celebrar mi cumpleaños. Quería hacerme un tattoo para cubrir una cicatriz del cráneo donde por causa de una hospitalización ya no me sale pelo. Rich, mi tatuador, ya me había rasurado la parte de la cabeza donde dejaría plasmada su obra. Estaba por ponerme la calca cuando otra chica que estaba en el estudio, dijo: ¡está temblando! Todos nos paralizamos un par de segundos. De inmediato el edificio comenzó agitarse de manera espantosa.Como pudimos nos acercamos al marco de la puerta y ahí todos, apiñados como un gran muégano humano, nos agazapamos. Estaba al borde de las lágrimas. Recordé el terremoto del 85, mi recuerdo más antiguo y el día que cumplí dos años. Recordé también la vez que casi me morí en un choque, cuando me plantaron el día de mi boda, cuando casi me morí en el puto hospital. Y ahora, cuando había conocido a un chico increíble que días antes me había dicho que quería casarse y tener hijos conmigo, el pinche edificio estaba por caernos encima."No ahora, por favor", dije, mientras me aferré al cuerpo de mi novio y él me protegía. Creíamos que el sismo se había detenido pero apenas era el comienzo. Se vino un segundo latigazo y entonces se empezaron a caer trozos del techo y de las paredes. En este punto ya estaba llorando a mares. Octavo piso, en un edificio viejísimo de la Colonia Roma, el resultado era más que previsible: nos íbamos a morir ahí.Pero no nos morimos. De pronto el movimiento se detuvo. Como pudimos, bajamos por las escaleras, tapándonos la nariz con las playeras para no inhalar el polvo del concreto desprendido. En la calle, gente convulsionando, tirados en el pavimento por el terror. Nos quedamos ahí por más de una hora, desorientados. Yo no tenía señal en el celular, sólo escuchábamos las sirenas que no dejaban de sonar. Solo cuando decidimos volver a caminar hacia donde habíamos estacionado el coche, vimos el edificio de San Luis Potosí totalmente colapsado. En el auto llegamos a casa sólo para enterarnos de que en mi colonia, a unas cuadras de mi departamento, se había caído una maquila. A esa esquina, la de Bolívar y Chimalpopoca, mi chico y yo llevamos lo que pudimos: botes y cubetas para acarrear escombro, material de curación, lámparas para agilizar las labores de rescate. Esa noche, totalmente agotados y frente un pastelito comprado en el Oxxo y unos pingüinos duros, mi novio me improvisó una pequeña celebración.Soplé las velas y pedí un deseo: un deseo que implicaba a la gente sepultada bajo las ruinas. Ese fue mi segundo cumpleaños en que se cimbró la tierra, y en el que más lágrimas he derramado en mis ahora 34 años de vida. Días después al fin pude hacerme el tatuaje y bajo él, decidí agregarle los números 19/09: el día en que la tierra y yo nos mostramos mutuamente nuestras cicatrices.@PaveloRockstar