Centinaia di persone durante una manifestazione a Berlino, il 30 luglio scorso. Sullo striscione, la scritta “Berlino! Meglio senza nazisti” [foto di Joerg Carstensen/EPA]
Síguenos en Facebook para saber qué pasa en el mundo.
Publicidad
"Al principio me dije, por supuesto, tenemos que ayudar a los refugiados", opina Rauber. "Claro que luego la gente empezó a entrar en el país descontroladamente. Nadie sabía cuántos eran exactamente ni si contaban con antecedentes peligrosos. Y la verdad es que esta falta de control da miedo".Según cuenta, la gente de Lahnau también está preocupada.'Es imposible encontrar el lenguaje político o un análisis lo suficientemente sobrio para explicarle a la gente lo que está sucediendo'
Publicidad
Publicidad
Publicidad
"Es imposible encontrar el lenguaje político o un análisis lo suficientemente sobrio para explicarle a la gente lo que está sucediendo", cuenta Mario Munster, un consultor de campañas políticas radicado en Berlín que ha trabajado recientemente con los socialdemócratas. "Un año después la situación ha dado un vuelco de 180 grados: hemos pasado de vivir el verano de la bienvenida al verano del miedo y la indignación".La sociedad germana está profundamente dividida sobre qué hacer con los refugiados, en ausencia de un plan nacional para la integración. La búsqueda de casas, de escuelas y de trabajo para los refugiados ha sido dejada en manos de las autoridades locales. "Si hablas con los alcaldes de las ciudades, verás que son ellos quienes tienen que lidiar con el problema", cuenta Munster. "No existe ningún plan. Los tienen en refugios, pero no existe ningún plan para encontrar soluciones a largo plazo".Incluso entre las mismas familias alemanas —como los Rauber— hay sentimientos encontrados."Yo apoyaba el plan de Merkel entonces y lo sigo apoyando ahora", comenta Hans, el marido de Inga, un policía jubilado. Hans asegura que no se siente más ansioso después de los últimos atentados. "Creo que se puede anticipar que va a haber atentados — es la reacción natural a la exclusión", explica en alusión a la falta de adaptación de algunos a la sociedad alemana. Mientras la hija de los Rauber, Mona, se ha interesado de tal manera en la causa de los refugiados, que ahora mismo les está dedicando la tesis de su maestría en Berlín.
Publicidad
"Llegaron demasiados. Uno de los problemas es que no podemos seguir financiándoles", explica Katrin, que dirige una agencia inmobiliaria en el Berlín Oriental y que habla a condición de que no empleemos su apellido. "Anunciamos vacantes laborales y nos mandan a turcos, a árabes. Pero no han venido a trabajar, solo han salido durante un par de horas porque les parece que trabajar es demasiado duro… o demasiado envilecedor para ellos"."Hay mucha gente muy asustada", cuenta en relación a sus compañeros alemanes. "Simplemente, todo esto es demasiado".Y mientras tanto, los refugiados se encuentran ante un amalgama de lo más diverso de actitudes. Algunos, de hecho, ya no saben si les conviene desvelar su procedencia cuando hablan con desconocidos."Cuando conozco a alguien procuro no contar que soy refugiado de buenas a primeras. Así se quedan más tranquilos. Si lo digo al principio, igual se asustan", cuenta Zain Hazzouri, un sirio de 22 años que migró a Berlín después de huir de Alepo hace 10 meses. "Los perpetradores hicieron lo que hicieron n porque sean refugiados, sino porque eran psicóticos".'Muchos están muy asustados porque esto les parece demasiado'
Publicidad