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El número de las estafas

El deporte de reyes está lleno de escoria

Los mil chanchullos de las carreras de caballos.

El veterinario Dr. Mark Gerard (izquierda) entrando en los juzgados de Mineóla, Nueva York, con su abogado, F. Lee Bailey, septiembre de 1978. Gerard fue hallado culpable de cometer fraude suplantando a un purasangre por otro en las carreras de caballos. Foto cortesía de Associated Press.

Hacer trampas es algo muy arraigado en el mundo de las carreras hípicas. Este deporte es un imán para los personajes dudosos y los tratos a escondidas; tanto, que el Congreso de EE.UU. introdujo el pasado mes de mayo la Propuesta de Ley de Integridad y Seguridad en las Carreras de Caballos, con la intención de disminuir el rampante abuso de productos dopantes y "asegurar la integridad y seguridad" de las carreras. La propuesta tiene pocas probabilidades de convertirse en ley, pero la mera existencia de esta ya nos alerta del potencial de corrupción que tiene un deporte que, por otra parte, es percibido por el público en general como respetable y accesible para todas las clases sociales.

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Supe por primera vez de la falta de honradez en las carreras en 1966, cuando yo tenía 16 años. Mi padre, un ávido apostador, me llevaba a Vernon Downs, en el centro de Nueva York, para ver a los Standardbred, caballos que trotaban o marchaban tirando con un arnés de un calesín de dos ruedas, con su conductor. Mi padre siempre buscaba a un "tío" mío que, mágicamente, sabía qué caballos iban a ganar o perder; si no estaba ahí, mala suerte para nosotros.

Como periodista especializado en carreras hípicas durante casi 40 años, he informado de carreras celebra­das en todo el país. Durante este tiempo he presenciado infinidad de trampas, desde chanchullos ingeniosos a descerebrados desastres, y en los años 70, siendo repor­tero del New York Times, me convertí en un experto del análisis de carreras sospechosas.

A veces, si prestas atención, es evidente que un jinete está tirando de sus riendas para ralentizar a su montura; en otras ocasiones ves un tiempo de llegada peor de lo habitual y puedes deducir que los jinetes se habían con­chabado para permitir que un caballo inferior ganase la carrera. Sin embargo, el mejor indicativo de que una carrera ha sido saboteada es cuando apuestas exóticas en el orden de los primeros caballos en finalizar (exactas, triples o múltiples) producen pagos mucho menores de lo normal, debido a que todos aquellos que lo sabían habían apostado fuertes cantidades.

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En los años 70 frecuentaba los tres hipódromos de ca­rrerasde purasangres que había en Nueva York: Belmont, Aqueduct y Saratoga. Por aquel entonces, los mayores beneficios del día los daba la apuesta triple en la última carrera, y las carreras en sí desafiaban cualquier lógica de obstáculos. En Saratoga, durante el verano de 1974, era algo generalmente aceptado que los jinetes fueran unos avariciosos hombres de baja estatura confabulados para amañar las apuestas triples prácticamente a diario. Los favoritos, inexplicablemente, terminaban fuera de pago, y las apuestas triples con posibilidades remotas se pagaban mucho menos de lo que deberían.

Todo esto salió a la luz en 1974, cuando un popular jinete, Michael Hole, le dijo a su entrenador, John Cotter, que le ha­bían propuesto ralentizar uno de los caballos de John durante una carrera en Saratoga. John informó a los administradores y posteriormente fue interrogado por la Junta de Nueva York de Carreras y Apuestas acerca del presunto juego sucio en las carreras de purasangres en el Estado. En declaraciones que en 1978 se hicieron públicas en un artículo de Sports Illustrated, John implicó a Jacinto Vasquez, dos veces campeón del derby de Kentucky, en el intento de soborno a Michael Hole e identificó a uno de los jinetes, Angel Cordero Jr, como uno de los cabe­cillas. La Junta notificó los hechos a las autoridades estatales y federales, que ya estaban investigando, por amañar carreras, al hombre que en última instancia estaría detrás del intento de soborno, un hampón de Boston llamado "Fat" Tony Ciulla.

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Fat Tony, del que las autoridades tenían una grabación en la que se le oía sobornando a un jinete en Nueva Jersey y que fue más tarde condenado por amañar carreras en Massachussets y Rhode Island, accedió a testificar en contra de grandes figuras de las carreras de caballos, implicadas en cientos de carreras ama­ñadas. En su declaración explicó que pagaba a los jinetes para poder manipular las ganancias, como hizo en el Aqueduct el 2 de abril de 1975. Ese día sobornó a cuatro jinetes por separado para asegurarse de que sus corceles, por los que se habían hecho fuertes apuestas, terminaban en la novena carrera en puestos por los que no se cobraba nada. Según Fat Tony, el jinete Braulio Baeza frenó a Ham, el favorito, que acabó quinto, y Jorge Velasquez se aseguró de que Boston Boy terminaba sexto. Angel Cordero Jr, montado en Saratoga Prince, y Mike Venezia, sobre Sassy Prince, acabaron por detrás. Recuerdo bien la carrera, porque había apostado por Saratoga Prince y volví a casa arruinado.

Rags to Riches supera a Curlin para acabar venciendo en el 2007 Belmont Stakes, en Belmont Park, Elmont, Nueva York. Fotos cortesía de EPA/Justin Lane.

Pero no hace falta ser jinete para manipular lo que sucede en una pista de carreras. Mark Gerard, un veterinario de élite que trataba a, entre otros, míticos caballos como Secretariat y Kelso, fue el cerebro de uno de los más atrevidos intentos de jugar con el sistema que se hayan visto jamás. En 1976, Mark compró un par de caballos en Uruguay y los transportó hasta su granja en Long Island. Uno de ellos, Lebon, era un caballo barato, un corredor de bajo nivel. El otro, Cinzano, era un campeón. Al margen de algunas marcas sutiles, los dos caballos eran casi idénticos, y Mark preparó una estafa doble. Primero informó de que Cinzano había muerto en un accidente el día después de llegar a Estados Unidos, y se embolsó 150.000 dólares en dinero del seguro. Lo cierto era que había sido Lebon el que sufrió el "accidente", lo que dejaba a Cinzano libre para competir como Lebon. El 23 de septiembre de 1976, "Lebon" fue inscrito en una carrera en Belmont Park con un premio de 16.000 dólares. Sus modestos resultados en el pasado se reflejaron en las apuestas, que se pagaban a 57 dólares por cada uno apostado a su favor. La competición fue fácil para Cinzano, que ganó la carrera suplantando a Lebon. Mark patinó al hacer él mismo una gran apuesta por Lebon/Cinzano; obtuvo unas ganancias de 80.440 dólares, pero responsables de la pista le reconocieron cuando acudió a recoger su fraudulento premio. Mark fue descubierto y le retiraron la licencia de competición. Terminó en Florida, tratando a ponies de polo.

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En el caso de que pienses que los chanchullos de este tipo son reliquias de una era dorada de las apuestas amañadas, el pasado mes de abril, cuando miembros del cártel de los Zetas estaban siendo sometidos a juicio en Austin, Texas, por blanqueo de dinero, un componente de la banda mexicana, Gerardo Mata Morales, prestó declaración sobre contrabando de coches y dinero entre Texas y Nuevo México. Parte de los beneficios, aseguraron los fiscales, se destinaron a amañar una carrera de caballos Cuarto de Milla, la All American Futurity de 2010, en Ruidoso Downs, Nuevo México.

Miguel Treviño Morales, hermano de Gerardo y entonces líder de los Zetas, quería que la improbable apuesta de Gerardo, 22 a 1 por Mr Piloto, ganara sin importar cómo. Miguel sobornó a los asistentes de salida, los responsables de asegurarse de que los caballos arrancan limpiamente de las puertas de salida, para que sujetaran a los favoritos. Mr Piloto fue el primero en cruzar la línea de meta, llevándose la parte correspondiente del ganador, que ascendía a un millón de dólares.

Aunque lo que llega a los oídos del público en general son los escándalos de alto perfil en los que intervienen despiadados cárteles de la droga. Cualquier juego en el que se hagan apuestas es susceptible de inspirar intentos de controlar el resultado, pero las carreras de caballos tienen un elemento de dificultad extra: un animal salvaje de cuatro patas ajeno a todo y que puede echar al traste los planes mejor trazados.

Mi historia favorita de un tramposo tratando sin éxito de influir en el resultado de una carrera sucedió el 24 de febrero de 2007 en los Fair Grounds, Nueva Orleans. El encuentro estaba en sus últimas etapas, así que presté mucha atención a los entrenadores que todavía no habían ganado ninguna carrera; sabía, por ejemplo, que John Botty tenía un sólido plantel de caballos, pero había tenido una racha de mala suerte. John presentó en la siguiente carrera a un caballo llamado Ghostly Magick. Confiaba mucho en sus posibilidades. Yo también me sentía optimista, así que aposté por él. Más tarde John me contó el peculiar modo en que el jinete Donnie Meche estuvo preparando al animal.

"Se lo llevó aparte y empezó a hacerle calentamiento como si el caballo tuviera artritis", dijo John, añadiendo que aquello era señal de que había algo turbio en marcha. Donnie, que a lo largo de los años ha recibido varias suspensiones por hacer carreras sospechosas, trató de que retiraran a Ghostly Magick diciéndole al veterinario de pista que el caballo estaba cojo y no lo iba a montar. Después de que el veterinario no le encontrara nada, John solo tenía unos segundos para conseguir otro jinete, más honesto, antes de que la carrera comenzara. Fue rápidamenta a la sala de los jinetes y allí encontró a Ramsey Zimmerman, uno joven y en busca de montura. Unos minutos más tarde Ramsey subía a lomos de Ghostly Magick, superando contra todo pronóstico al favorito, Content Cot, ganando la carrera en los últimos metros.

Fui a mi ventanilla y cobré el dinero de mi apuesta. Me sentí bien ganando unos dólares de forma limpia.