Los veteranos que salvan vidas en la frontera mexicana

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Los veteranos que salvan vidas en la frontera mexicana

Instalan estaciones de agua y lápidas para la gente que trata de entrar a Estados Unidos ilegalmente a través del traicionero desierto de Sonora.

El desierto de Sonora está a 110 grados, mientras Álvaro Enciso cava un agujero en la tierra. Llena el agujero con agua y cemento, después coloca una cruz hecha a mano con cuidado. Al lado de la cruz, coloca varias botellas de agua para las futuras personas que crucen la frontera, "por si acaso", dice.

Durante los últimos 17 años, el Corredor de Tucson ha visto a miles de centroamericanos y mexicanos hacer el recorrido para cruzar la frontera a través del desierto. Enciso marca los lugares donde se han encontrado casi tres mil cuerpos en el desierto como parte de una obra de arte conceptual que abarca 20,000 millas cuadradas.

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El hombre de 71 años emigró a los Estados Unidos desde Colombia en los años 60. Fue reclutado en el ejército estadounidense y sirvió en la guerra de Vietnam. Posteriormente, regresó a Estados Unidos para estudiar antropología cultural y después el gobierno de Estados Unidos lo contrató como experto en cultura latinoamericana para trabajar con la creciente población de habla hispana. Después de retirarse, se mudó a Tucson en 2011 y se dedicó a la difícil situación de los inmigrantes. Primero exhibiendo su obra de arte de consciencia social en las galerías de Tucson, sobre los objetos que se encontraba en el desierto; finalmente comenzó a instalar tumbas en el desierto de Sonora para las personas que han muerto tratando de cruzar la frontera.

Álvaro coloca aproximadamente cuatro cruces de sepultura cada semana

"Yo soy uno de los que tuvo suerte", dice. "Soy un ejemplo de que existen personas que se ganan la vida por sí mismos y que participan en el sistema y contribuyen al estilo de vida estadounidense, no todos son 'bad hombres', por eso hago esto, por solidaridad, soy parte de la raza". Enciso ya ha puesto casi 500 cruces, pero su trabajo está lejos de terminarse ya que el número de muertos sigue aumentando.

"En lo que va del 2017, han habido 42", explica el Dr. Gregory Hess, jefe médico forense del Condado de Pima, ese es el destino final de la mayoría de los cuerpos de los inmigrantes no identificados. Nos reunimos con el Dr. Hess en su oficina de Tucson, donde examinamos los datos asociados con las muertes de los migrantes, que se muestran en un mapa llamado el "mapa de la muerte". Este mapa interactivo de código abierto utiliza los catálogos de los 2.802 lugares conocidos donde se han descubierto restos humanos desde 2001. "Antes de 2000, las muertes de los migrantes no estaban en nuestro radar. Se encontraban entre diez y 15 cuerpos al año en el desierto. Pero en el 2000, ese número creció a 75, y luego, básicamente, de 2002 a 2015, se situó en una media de aproximadamente 170 por año".

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Le preguntamos al Dr. Hess qué provocó este aumento en las muertes. "Existía la Operación: Gatekeeper y la Operación: Hold the Line, eran políticas bajo la administración Clinton que trataban de disminuir el número de cruces ilegales, cercaron un poco más la frontera y trataron de hacer que fuera más difícil cruzar en las principales áreas pobladas, pero lo único que lograron fue que las rutas [de migración] se movieran hacia áreas más remotas como el sur de Arizona. La gente va a seguir cruzando si es necesario".

El muro se instaló en regiones geográficamente más accesibles a la frontera, esto provocó que se crearan rutas hacia áreas que a nivel histórico no habían sido objeto de tráfico

Para entender mejor a las personas que tratan de cruzar y el porqué, visitamos a Juanita Molina, directora ejecutiva de Fronteras Compasivas, una organización de ayuda que lleva 17 años, fue fundada en respuesta al incremento de las muertes en esta región. "El gobierno federal pensó que el desierto sería un preventivo natural. La gente se moriría, pasarían la voz y dejarían de cruzar. Ese no fue el caso por varias razones. Una de las razones fue que el gobierno federal subestimó por completo la desesperación de la gente y la severidad de su situación. La segunda razón fue que la gente sobreestimó sus conocimientos. Los coyotes en México decían, 'ves esas luces allá, eso es Nueva York, sólo necesitamos un día de caminata o algo así'. Cuando realmente es un recorrido de diez días sólo para llegar a Tucson".

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Molina con una foto de Anastasio Hernández Rojas que fue golpeado y asesinado por agentes de la Patrulla Fronteriza

El término "migrante" se define como "una persona que va de un lugar a otro especialmente para encontrar trabajo". Molina, sugiere que "refugiado" es una palabra más adecuada para describir a mucha de la gente que intenta cruzar la frontera del sur de Estados Unidos.

"Nadie hace este recorrido por gusto. La gente huye de situaciones de vida o muerte. No tienen otras opciones más que tratar de llegar a este país bajo cualquier circunstancia. Hay personas que sufren una violencia brutal, pero el gobierno de los Estados Unidos cree que si reconociéramos un estatus de asilo para México, eso abrumaría nuestro sistema de inmigración. La respuesta que oigo de ellos una y otra vez es: "prefiero morir en el intento".


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Según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, los conflictos armados en México y Centroamérica fueron responsables de unas 39.000 muertes en 2016. Esa cifra es la segunda más alta después de Siria y más que Irak y Afganistán juntos. "Desde la perspectiva de la aplicación de la ley, la salud pública o la seguridad, no tiene sentido, es completamente ilógico", dice Molina. "Desafortunadamente, lo que hemos hecho al crear esta capa de criminalización es casi como echarle carne a los lobos. A los cárteles, que quieren herir a la gente, que quieren traficar niños, que quieren violar a las mujeres, que quieren mover drogas, los hemos hecho a todos más fuertes por quitarle la identidad a todas estas personas. Nuestros puntos de vista son tan racistas y xenófobos que no recuperamos la humanidad de estas personas. Eso es lo más cruel de esta situación".

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Un altar católico está misteriosamente situado en el fondo del desierto

Al día siguiente, antes de que amaneciera, nos reunimos con Joel Smith, un veterano del Cuerpo de Marines y nativo de Tucson, frente a la sede principal de Fronteras Compasivas. Smith lleva cientos de litros de agua en su camioneta. "Para mí todo tiene que ver con el racismo, en lugar de hablar de las ramificaciones culturales de la inmigración, el aspecto religioso, el aspecto económico, el aspecto filosófico, tienes a estos hombres blancos tapándose los oídos y gritando, 'NO, NO, NO, no vamos a hablar de eso'".

Molina nos dijo que acompañáramos a Smith a una excursión para dejar el agua y obtener una visión completa del recorrido al que mucha gente se enfrenta para cruzar la frontera. Caminamos durante horas más allá de las afueras de Tucson, a través de la Reserva Nativa de Tohono O'Odham, pasamos el Refugio de Vida Silvestre Cabeza Prieta y bajamos por un camino minero abandonado que parece como la tierra de nadie.


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"Esta tierra te matará si no sabes lo que estás haciendo", advierte. "Esto que vemos son kilómetros de desierto en donde no hay rastro de humanidad. No es un país agrícola como Ohio o Indiana. Aquí, podrías caminar un día entero y no ver ni un alma. Así que es una buena oportunidad para evadir a la Patrulla Fronteriza…pero no hay agua ni comida. Todo está en tu contra".

"Este es el Desierto de Sonora, es absolutamente hermoso, pero si nunca antes has estado en este lugar, es el infierno en la Tierra", dice Smith.

Smith se adentra a las esquinas más remotas del desierto e instala estaciones de agua para darle a las personas que cruzan la frontera una oportunidad mayor de sobrevivir. Ha mantenido estás estaciones durante casi una década. Su motivo es muy sencillo: "No puedo permitir que la gente se muera en mi desierto".

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"Vengo aquí buscando a los vivos y los muertos", dice Smith mientras observa el paisaje desolador. "Busco basura que nunca antes había visto. Busco cosas de los migrantes. Busco tarjas de agua, mochilas, zapatos, huesos. Busco a personas. Restos humanos que no son muy agradables de ver y que te dejan un mal sabor en la mente".

Llegamos a la primera estación de agua, que estaba marcada con una bandera azul ondeándose a lo alto. Antes de eso, a manera de experimento, Smith colocó agua muy cerca de una estación de emergencia instalada por la Patrulla Fronteriza para la gente que está a punto de morirse por deshidratación. En tres idiomas y con pictografías, la estación de emergencia explica que el agua y la ayuda llegarán si presionas el botón y esperas. Para una persona que está tratando de evitar a la Patrulla Fronteriza pero que también está tratando de sobrevivir, esto podría ser una decisión de vida o muerte. La estación de agua que acaba de instalar Smith cambia esta situación por completo, pero gracias a su cooperación legal y amistosa con la Patrulla Fronteriza se le permiten tales "experimentos".

Estación de rescate de la Patrulla Fronteriza

Smith se da cuenta de que el nivel del agua cambió desde su ultima visita, y rellena el barril. "Tenemos varios protocolos que los humanitarios y la Patrulla Fronteriza han acordado, cosas que podemos y no podemos hacer, puedo dar comida y agua, puedo dar calcetines, direcciones, puedo mostrarle a un migrante un mapa. No puedo darles el mapa, no puedo subirlos a mi camioneta y llevarlos a algún lado, eso sería ayudarles y por lo tanto ser cómplice, estaría en contra de la ley federal".

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De vuelta en la camioneta, vemos el mapa de la muerte que Smith se lleva a sus misiones. Señala con el dedo todos los puntos rojos que se encuentran ahí y cada uno significa una muerte. "Sabes, de muchas maneras, este es el trabajo más duro que he tenido que hacer, tengo que dejar a mujeres y niños en el desierto, y no hay nada que pueda hacer al respecto. Si les empiezo a ayudar a cruzar, me pondré en riesgo a mí y a Fronteras Compasivas. Ese es el gran dilema de no salvar a una persona para que pueda salvar a muchos más".

"He visto a gente a la que no he podido ayudar y les digo las opciones. Si quieren puedo llamar a la Patrulla Fronteriza, o pueden arriesgarse a morir, es una o la otra… muchos me han pedido que le llame a la Patrulla Fronteriza… están desesperados. Los podrían haber violado, golpeado o robado. Tal vez no quieran hablar de lo que les pasó. Simplemente quieren salvarse".

Smith pasa 25 horas a la semana dándole mantenimiento a las estaciones de agua de Fronteras Compasivas

Además del temor por la Patrulla Fronteriza y de la muerte por deshidratación, la gente que cruza la frontera se enfrenta a otras amenazas durante su recorrido. Los coyotes que trabajan para los cárteles de trata de personas suelen ser violentos y coercitivos. "La mayoría son delincuentes, no hay muchos santos en ese negocio, hemos encontrado tacones y carriolas, la gente no tenía idea de en qué se estaba metiendo".

"Falta poco, falta poco", les dicen. Los controlan más fácil que si les dijeran que faltan cinco días. Algunos coyotes ni siquiera se molestan en mentir, simplemente usan una pistola y ya. Hemos visto a muchos migrantes que han muerto por heridas de bala aquí en medio de la nada. Sabrá Dios qué pasó".

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Luego está la "milicia", los vigilantes que se encargan de patrullar la frontera. "Con los migrantes no corro ningún riesgo, con la excepción de los alimentos y el agua, no tengo ninguna otra cosa que les interese". De los que me cuido es de los 'Minutemen'. Traen su rifle, un revólver en la cadera, uno automático, y otro en su mochila. Me dicen que le van a disparar a la estación de agua o que van a envenenar el agua. Y sí destrozan nuestras estaciones. Hace unas semanas le dispararon a un depósito de agua 25 veces, y a otro lo navajearon varias veces. Así que por aquí hay gente con problemas graves de ira".

"No te encuentras al mismo coyote en México que en Phoenix, nadie conoce el desierto tan bien, es un desierto muy grande como para poder conocerlo como la palma de tu mano", explica Smith

El siguiente lugar en la agenda del día es aún más remoto. Smith dice que han pasado un par de meses desde la ultima vez que lo checó. Espera que la estación de 24 galones esté medio lleno. Mientras llena su bolsa militar con 10 galones de agua, nos dice: "Es físicamente imposible que un migrante cargue suficiente agua para todo este recorrido".

Smith carga casi 45 kilos de agua en una bolsa de lona de sus días como militar

Caminamos a través de la maleza y a través de los arroyos secos. "Mueve tus pies mientras pasas para que las serpientes de cascabel se asusten", nos aconseja Smith. Llegamos a la estación de agua y encontramos la bandera azul tirada y la tapa del barril abierta. Una piedra grande está encima de las jarras de agua rotas. Smith quita las jarras dañadas y las reemplaza.

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"Le lanzaron una piedra en vez de cortarla, es la segunda vez que tratan de destruir esta área… probablemente fue la Patrulla Fronteriza, esto no es nada para los vigilantes".

Smith instala banderas azules en las estaciones de agua para que los que cruzan la frontera sepan que ahí hay agua

Le preguntamos a Smith qué cree que haría que su trabajo se volviera obsoleto.

"Si hubiera un sistema en el que la gente pueda venir legalmente, la Patrulla Fronteriza podría hacer su trabajo y perseguir a los contrabandistas, en lugar de a las personas inocentes. Eso haría que los refugiados no se acercaran al desierto y nadie tendría que escabullirse por la "puerta de atrás" excepto los criminales de verdad".

Hasta entonces, Joel Smith continuará instalando estaciones de agua y Álvaro Enciso continuará poniéndoles cruces a los lugares donde muere la gente.

Uno de los voluntarios de Álvaro transporta agua por varios kilómetros hacia una tumba nueva

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