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FIGHTLAND

Nate Diaz trajo a Conor McGregor de regreso a la tierra

En una noche de golpes y un mataleón, Diaz volvió a escribir el cuento de dos peleadores.
Photo by Jeff Bottari/Zuffa LLC​

Ver una pelea después del hecho transforma la experiencia. La tensión que llega de ver posibilidades llevándose a cabo se reemplaza con la anticipación de ver hechos históricos que ya sucedieron. La predicción y caos ciertamente ahora tienen forma. Con un poco de pausa y retroceder el video, da poco trabajo saber donde comienza el fin.

Cuando Nate Diaz enfrentó a Conor McGregor en UFC 196 la noche del sábado, el fin comenzó a la mitad del segundo round. Conectado por una izquierda de Diaz, la esperanza y la alegría dejaron la cara de McGregor mientras Diaz conectaba golpe tras golpe, rodilla tras rodilla, y palmada tras palmada mientras le quita a McGregor su fuerza manteniéndose fuera de su alcance. McGregor entró en pánico y buscó un derribo a dos piernas y Diaz contraatacó con una guillotina para colocarse en la montada. El final (del final) llevó con ground and pound, el cuello de McGregor y el mataleón en el minuto 4:12 del round.

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Nate se levantó con el rostro cubierto de sangre y adoptó una pose de fisicoculturista con los bíceps flexionados y los campamentos de Dublín y del Norte de California que amenazaron con golpearse cada vez que estaban cerca hicieron las paces.

Cortamos a Jor Rogan preguntándole al ganador cómo se siente: "Hey", dijo Diaz. "I'm not surprised motherfuckers" (No estoy sorprendido, cabrones). La única sorpresa que Diaz comentó en la conferencia de prensa, es que recibió golpes.

Sin importar que fue el reemplazo de último minuto o no ser el favorito, o que recientemente estaba de vacaciones en vez de entrenando para una pelea. Con una victoria ha pasado de ser un antiguo contendiente al título a quien Dana White se refirió como un peleador que no es necesario, quien a pesar de tener 25 peleas en UFC y una reputación por ser beligerante en sus negociaciones aún le pagaban 20 mil dólares por pelear, a estelarizar un pago-por-evento mismo al que Dana White se refirió como "rompiendo cada récord que hemos tenido" y recibir medio millón de dólares por pelear con otros cien mil en bonos por la pelea.

Las cosas parecieron cambiar de la noche a la mañana. Pero en realidad, cambiaron en el transcurso de once días desde y la victoria de Diaz en diciembre sobre Michael Johnson lo hizo el oponente elegido por McGregor, un campeón de peso pluma subiendo dos divisiones después de que su pelea contra el campeón de peso ligero se cancelara. Esos once días fueron puras discusiones con gritos sobre a quien le importaba menos, careos que casi se convirtieron en peleas, y conferencias estrepitosas, incluyendo una donde Diaz ofreció el posible mejor insulto del año: "Estás jugando a tocarle el trasero a ese tonto en el parque". Luego estuvo la extraña decisión de poner a Diaz y McGregor en pantalla con la presentadora de CNBC Jane Wells, quien evidentemente no sabía nada sobre los dos tipos a quienes entrevistaba o cómo se ganan la vida.

Ahora, en lugar del irlandés hablador que soportó las preguntas idiotas de Wells sobre su paga y su cuenta bancaria con respuestas que se componían al menos de varias sílabas, la atención está sobre el tipo que se desconectó el micrófono y se levantó de la silla. En la conferencia de prensa posterior al evento, Diaz se preguntó si ahora tendrá un impulso promocional como el de McGregor por parte de UFC, pero el problema con Diaz nunca ha sido el talento, carisma o su gusto por las peleas emocionantes. El problema es el arte de venderse a si mismo en el juego de las peleas, el no golpear personas fuera de peleas sancionadas. Comportarte como si vivieras en un mundo donde todos son adversarios puede también ser un obstáculo cuando se trata de comercializarte a ti mismo. Pero de nuevo, la autenticidad vende —incluso cuando eso significa ser desagradable en momentos inconvenientes— y Diaz lo ha demostrado con palabras. Tal vez solo necesita que le hagan las preguntas correctas para hacerlo.

Sin el cinturón, Diaz en lugar se robó el alboroto que le había sido concedido a McGregor, al menos una parte. Se habla de Diaz retando a Robbie Lawler, una revancha fraternal de la victoria de su hermano Nick Diaz sobre Lawler en 2004. "No es la pelea que estoy haciendo, [Diaz] y Robbie Lawler tendría mucho sentido", le dijo Dana White a Sports Center de ESPN. "Su hermano derrotó a Lawler. Robbie ahora es el campeón mundial y Nate se acaba de volver muy popular esta noche. Ya veremos que pasa con Nate, pero escuchen, no puedo predecir lo que harán los hermanos Diaz. ¿Quién sabe?".

Lo que sea que le depare el futuro a Nate Diaz, hoy es el aguafiestas que eliminó las ambiciones fantasiosas de Conor McGregor. Ignorando el coro de bufones diciéndole a McGregor que siempre apestó, esas fantasías estilo BJ Penn sobre conseguir cinturones en divisiones donde sus oponentes son mucho más grandes que él tendrán que esperar. Podrían nunca llegar en realidad. En lugar de elevarse por los cielos, McGregor se golpeó la cabeza en un techo con la forma de la palma de Nate Diaz.