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Tomás Boy se fue

Después de dos torneos sin los resultados prometidos, el entrenador de Cruz Azul renunció.

Puebla sacó sobre la hora tres puntos del Estadio Azul, y Tomás Boy dijo basta. Más de uno respiró aliviado, la relación entre el fúrico estratega y la escuadra cementera llevaba varias semanas estirándose como chicle; el daño está hecho y Cruz Azul puede sentir cómo un torneo más se le ha escapado entre las rendijas de la alcantarilla, pero no existía más razón para alargar lo inevitable.

Boy arribó a La Noria a sabiendas de estar enfrentando el reto más grande de su carrera como entrenador. Había armado equipos competitivos en últimos torneos, como aquel Morelia finalista o el Atlas que generó una revuelta entre sus aficionados en pos de 'cambiar la historia'. Cruz Azul le ofreció las riendas de un equipo grande con cartera abierta y urgencia de títulos; duró poco más de un año.

Es difícil dilucidar la idea de Tomás Boy en el Cruz Azul de los últimos dos torneos. Contó con jugadores de calidad contrastada; Aldo Leao, Ariel Rojas o Víctor Vázquez, auténticos 'futbolistas gourmet', de botín aterciopelado. Contó con la enésima versión del Chaco Giménez, con la mejor de Joao Rojas y la combativa insistencia de Jorge Benítez. Pero La Máquina fue eso: nombres. Nunca dejó de ser una mezcla heterogénea que dependiese de chispazos individuales; fue imposible entretejer un sistema basado en automatismos que potenciase ciertas habilidades y del cual el equipo pudiese agarrarse entre la tormenta. Un entrenador debe proveer aquello: una idea. Algo que se mantenga presente para sortear adversidades. Sin embargo, el timón de Cruz Azul giró como rehilete todo el tiempo. Era imposible crear algo porque no había a partir de qué hacerlo.

A Tomás no le faltarán ofertas. El carrusel de entrenadores nunca falla en el balompié mexicano, y Boy se ha forjado un nombre a través de gritos, polémicas y bailes. Quizá el otrora ídolo tigre no sea garantía de buen futbol, pero es un imán de reflectores. Cruz Azul tal vez vuelva al perfil bajo en su banquillo; lo normal en últimos años, que se había traducido, al menos, en asidua asistencia a liguilla.