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Si apenas están conociendo a los Indians de Cleveland, disfruten de José Ramirez

Los Indians de Cleveland han volado bajo el radar esta temporada y por eso casi nadie conoce a Jose Ramirez, hasta ahora.
Ken Blaze-USA TODAY Sports

En la parte alta de la octava entrada en el juego que les garantizó su lugar en la serie de campeonato de la Liga Americana contra Boston, el tercera base de los Indians, José Ramírez pegó un hit que parecía un doblete seguro hacia el jardín derecho. Mookie Betts, jardinero de los Red Sox giró, la corrió y la atrapó por encima del hombre. Entre las repeticiones y la toma del agradecido pitcher Koji Uehara, la transmisión mostró brevemente a Ramírez. Aún después de que la pelota había sido atrapada, siguió corriendo casi a toda velocidad, llegó a los escalones de la banca con la velocidad de un corredor intentando alcanzar tercera. Parecía estar concentrado, anhelante y para nada descorazonado.

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Había explicaciones obvias para su comportamiento. Por un lado, Cleveland tenía una ventaja de 4-2 y estaba a seis outs de avanzar. Por otro, Ramírez estaba jugando una serie de locura: cinco de diez, con un doblete y un par de bases por bola, cuatro carreras anotadas y una gran actuación a la defensiva. Unas entradas antes, su base por bola fue el preámbulo para el jonrón de Coco Crisp que le dio las dos últimas carreras a Cleveland. Tenía mucho por qué estar contento, no obstante que le hayan robado su doblete.

Pero a un nivel más elemental, bajar los brazos y rendirse no parece ser parte del vocabulario físico de Ramírez. Si algo no funciona, se asegura de que otra cosa sí lo haga. En la parte baja de la misma entrada, Betts sacó una rola por la línea con corredor en primera, y Ramírez consiguió su revancha. Se hincó, detuvo la bola, se alzó y sacó un tiro a segunda para el forzado. Esta vez las cámaras lo enfocaron más tiempo mientras caminaba orgulloso. Traducida su expresión a palabras, quizá habría dicho: Eso es todo.

Con el inicio de las series de campeonato, los Indians son el equipo menos famoso de los cuatro que quedan. Los aficionados casuales que quieren averiguar quienes son los rivales de aquel equipo de grandes nombres de Toronto quizá no omitan el nombre de Ramírez al revisar someramente el roster de Cleveland: está el brillante shortstop Francisco Lindor, el antiguo ganador del Cy Young Corey Kluber, el doble campeón Terry Francona al mando y su nuevo juguete favorito, el excelente relevista Andrew Miller. Pero aunque abundan los placeres sutiles —no hay que perderse el hipnótico slider de Miller, ni la habilidad de Lindor para sacar el disparo casi antes de atrapar la bola— el espectáculo quizá más consistente sea el de Ramírez.

Menos de 1.70, puro músculo, con mejillas recordetas y reflejos veloces, se mueve en explosiones que involucran todo su cuerpo. Cada lanzamiento o cada batazo, del lado izquierdo o derecho, tiene mucho punch. No pega muchos jonrones, pero hace todo lo demás: le pega a las rápidas altas, pega líneas, inicia doble plays, roba bases y pierde el casco en el camino para dejar al descubierto su masa de cabello desteñido (que a veces Carlos Carrasco le ayuda a cuidar). Parte del linaje de Adrian Beltre y Josh Donaldson —dos de los beisbolistas más famosos de este octubre— Ramírez, que puede jugar casi en cualquier sitio, parece estar construido exactamente para la urgencia que requiere esta posición, no tanto jugando, sino atascándose de beisbol.

La postemporada puede hacer varias cosas distintas —coronar a un campeón que lo merece o a uno que no, destilar siete meses de campaña en un instante de brillantez o de controversia— pero una cosa que sucede es que hace que echa luz sobre jugadores muy buenos que no se conocen suficiente y los exhibe frente a millones de espectadores para que admiren sus habilidades. Por lo menos durante los siguientes días, todos podremos ver a José Ramírez y nos la pasaremos más divertidos por ello.